lunes, 15 de abril de 2013
No quiero ser bella
Llevo casi treinta años (antes no creo que fuera consciente) viendo mujeres de físico perfecto en las revistas, en los anuncios de las aceras, en los desfiles de moda y en las películas. Algunas photoshop mediante. Recuerdo sentir el deseo de ser como ellas en mi tierna adolescencia. Por aquel entonces yo era flacucha y aún no había empezado a sufrir los cambios de la pubertad. Así que yo quería parecerme a las modelos de Ragazza básicamente para llevar esas ropas de chica mayor que tan bien les quedaban. Porque quería dejar de ser una niña sin caderas ni pechos, aún anclada en los vestidos de lazos de mi madre y los zapatos de hebilla. Por la sencilla razón de que quería gustarles a ellos, los niñatos de mi edad. Y es que la edad del pavo no me perdonó ni siquiera a mí.
Una vez ya transformado mi cuerpo en el de una mujercita de 18 años y gracias al pan con aceite que me libró de pasar hambre en mis primeros meses en Madrid (la comida de la residencia de estudiantes era poco apetitosa), empecé a sufrir en mis carnes la acumulación de grasas. Poco a poco y sin darme cuenta caí en las garras de esa asfixiante prisión de las dietas y las aspiraciones a usar una talla 38 ó 40 para el resto de mi vida.
La tiranía de la belleza que sufrimos todas la féminas a través del bombardeo constante de los medios está alcanzando niveles alarmantes. No es que haya hecho un estudio profundo sobre el tema. Pero basta con abrir una revista o simplemente pasear por la calle para darse cuenta de que la gran mayoría de chicas y señoras superan la talla 42, la máxima talla disponible en gran parte de las tiendas de ropa. Los modelos de mujer que nos venden unos y otros, gracias a las artimañas de la industria de la moda, la cosmética y los productos de adelgazamiento, son rotundamente falsos y extremos. Sin embargo, todas aspiramos a bajar de talla, incluso las que usan la 36. ¿Qué nos pasa? ¿Por qué estamos insatisfechas con nuestro cuerpo? ¿Por qué es tan importante para nosotras quitarnos el michelín? ¿Por salud? ¿Por gustarles a los demás? ¿Por gustarnos?
Ahora que entramos de lleno en la época de la operación bikini me da por imaginar que millones de mujeres del primer mundo se miran al espejo cada día y ponen cara de pocos amigos, algunas incluso dicen barbaridades del tipo: qué horror, qué asco, estoy horrible. Mientras, en otros lugares de la tierra ni siquiera hay espejos donde mirarse o, si los hay, las mujeres no tienen tiempo para hacerlo.
Unas empiezan dietas imposibles, otras van al endocrino, y lo más grave, algunas se provocan el vómito tras atiborrarse o dejan de comer directamente. Y todas se frustran (nos frustramos) por no poder disfrutar de la vida y la comida en condiciones, porque empezamos a vivir alrededor de una tabla de calorías, sin una onza de chocolate que llevarnos a la boca. Pasado un tiempo, cuando conseguimos alcanzar el peso ideal a base de muchas privaciones, se produce el detestado efecto yo-yo y ganamos todo lo perdido más la propina. Y vuelta a empezar. La culpabilidad regresa en forma de monstruo cruel que nos mira y se ríe de nosotras. Porque la gente se burla de los gordos. Y más de las gordas. Y de las feas. No te digo ya de las mujeres que no se "arreglan" o no visten "femeninas". Eso es algo que la sociedad no está dispuesta a soportar. Ni la sociedad ni las multinacionales de la industria de la belleza.
El fomento de la autoestima debería ser una asignatura obligatoria en el colegio. De esta forma, una vez llegados a la adolescencia, quizá nos sintiéramos tan bien con nosotras mismas que pensáramos que ese rollo de estar delgada es una pantomina absurda y que estamos por encima de ella. Así, imagino un mundo ideal en el que las tallas a partir de la 42 fueran habituales en los escaparates y las fotos de las revistas mostrasen físicos con más kilos y no seres escuchimizados y/o con piel de bebé a los 60 años.
Me siento exhausta ante tanta sobreestimulación sobre la belleza. Cansada de los mensajes que recibimos constantemente y que van creciendo de forma exponencial. No sólo nos bombardean con imágenes de cuerpos espectaculares e inalcanzables sino también con comentarios del tipo: "a fulanita de tal le sobran unos kilos" "la famosa x ha dejado de cuidarse y ha subido de peso", "no sé quien oculta sus redondeces con una túnica oversize". Para a continuación vendernos la moto de que somos mujeres reales y que no tenemos que contar calorías y que nosotras lo valemos.
No me gusta todo este cachondeo. A veces me siento como una marioneta en manos de unos cuantos directivos sin escrúpulos que encima serán hombres. Ellos están deseando vendernos el lipoleches de turno, la presonosécuantitos, la crema ultrasónica que reduce volumen en un pis-pas y, cómo no, la ropa de las tallas pequeñas que venden en sus tiendas pret a porter. Y nosotras picamos y caemos una y otra vez. ¡Con la de cosas que podríamos hacer si no malgastaramos las energías (y el dinero) en valorarnos o despreciarnos por nuestro peso!
Llegados aquí me pregunto si es posible salir de esta espiral agobiante de la operación kilos fuera. Posiblemente no, si seguimos inmersos en este círculo vicioso de mensajes contradictorios. A veces pienso que esto de ponerse a dieta es como fumar. Una vez que empiezas es muy difícil salir. Y cuando sales de ello, nunca lo haces del todo. Eres fumador eternamente aunque no fumes ninguno. Pues eso, que no somos delgadas sino ex-gordas o ex-rellenitas toda la vida de Dios.
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Bueno, yo me lo tomo como el título de mi blog: la vida no es un desfile de modelos y hay que intentar pasarlo lo mejor posible. Lo fundamental es que tú te sientas bien y estés sana :)
ResponderEliminarEso sí, yo ando a vueltas con los kilos postparto que aún no me lo she quitado
Pues sí, eso es lo importante aunque a veces se nos olvida ;-)
EliminarLos kilos postparto cuesta quitarlos...poco a poco.
Gracias por comentar!
Niña... tú cuando te pones bordas las cosas! Yo me niego a ser marioneta de nadie, que para eso me dieron un cerebro! El peligro reside en unas generaciones tiernas, que necesitan reafirmarse como personas integradas en una sociedad equivocada... hay tanto peligro, que miedo me da aunque en el seno familiar se trabaje adecuadamente! Es necesario hacerlo, pero necesitamos del apoyo más allá de nuestro propio micromundo, verdad?
ResponderEliminarMe encanta leerte!
¡Mamá qué sabe!
Sí! Necesitamos el apoyo sobre todo del cole y de los medios de comunicación. Mientras ahí estaremos nosotras dando caña todo lo que podamos.
Eliminar¡Me encanta que me leas! Y por supuesto leerte, siempre algo nuevo que aprender y siempre tan optimista ;-)
Un besín