sábado, 25 de marzo de 2017

Tienes derecho a equivocarte



Olvídate de que esté mal visto o de que casi nadie se atreva a decirlo en voz alta.
Tienes derecho a equivocarte, meter la pata, a cometer errores. No pasa nada por hacerlo, ni por decirlo.

Puedes tranquilamente pronunciar la palabra ERROR. ¿Pasa algo si lo haces? NO. Si la gente, ese grupo de personas siempre dispuesto a meterse con nosotros, y que en realidad somos nosotros mismos, piensa de ti que eres débil o que eres menos importante, ¿qué más da?

Tienes todo el derecho del mundo a hacer las cosas mal, incluso mediocres. La perfección es una patraña inventada para que nos sintamos siempre insatisfechos. Así consumimos más chocolate, más vino, más ropa, más trastos. Gastamos nuestro  tiempo y dinero en tener más, cuando realmente vamos teniendo menos.

Hacerlo mal está bien. Sentirte mal por hacerlo mal también. Aprender de los errores es bueno. No aprender y volver a caer en lo mismo, es normal.
Desde que existe esta explosión de pensamientos positivos y filosofías de la felicidad, y nuestras vidas simulan ser divinas, parece que nadie está dispuesto a reconocer sus fallos. No vaya a ser que dejen de seguirme o me critiquen, o  lo que peor aún, me ignoren.

No sé si el tiempo te hace más sabio. Quizá no. Lo que sí creo que me está pasando a mí, es que voy teniendo cada vez las ideas más claras. Y tonterías, las justas.

Metamos la pata sin miedo, tropecemos, cometamos errores, ¡con alegría! Todo menos quedarnos paralizados y sin mover un dedo para cambiar las cosas que no nos gustan o para hacer y decir las que sí.

lunes, 20 de marzo de 2017

Del sinsentido de exhibirnos en las redes sociales

No sé si será la edad o qué. El caso es que llevo días, semanas, meses, en los que cada vez me importan menos ciertas cosas que antes me importaban bastante más.

Como el tema de las redes sociales por ejemplo. Antes ocurría de forma esporádica, ahora me pasa a menudo que me pongo a escribir un post en Facebook o empiezo a subir una foto a Instagram y lo dejo a medias, o lo borro directamente.

Y es que me pregunto ¿para qué voy a decir esto? ¿A quién le interesa? ¿Cuál es el sentido que hay detrás de todo esto?
¿Soy consciente de que estoy regalando a grandes empresas información muy valiosa sobre mí para que puedan venderme más cosas?

Y es que si lo pensamos con detalle, exhibir nuestra vida en las redes es bastante absurdo, a mi modo de ver. Incluso cuando nos limitamos a compartir artículos que nos llaman la atención o a comentar noticias o vídeos virales.

Que si una foto cuando tenemos buena cara, otra cuando la tenemos lavada, otra sobre el lugar donde estamos pasando las vacaciones, o el puente, o el domingo por la mañana. Que si un comentario sobre no sé qué recuerdo de Facebook, que si felicitaciones de cumpleaños a todo quisqui, aunque haga 15 años o 20 que no le has preguntado qué tal. Ahora quiero contarle al mundo que estoy super contenta por el motivo equis y mañana que estoy fatal por el motivo y griega. Mientras tanto gente que no conocemos, o que no recordamos conocer (aparte de varios algoritmos despiadados) nos miran, piensan un segundo en nosotros, nos dan un Like (casi siempre los mismos) o no, comparten nuestra información en sus muros sin pudor, comentan en público o en privado, mientras no les oímos cosas del tipo: vaya, qué gorda o qué delgada o qué rubia, o qué mayor o qué joven, o qué cuqui, o qué plasta o qué sé yo.

Hay mucho de egolatría y postureo la verdad y ya me cansa. Me aburro de ver el de otros y me aburre ver el mío propio. Llevo un tiempo dándole vueltas y hace poco, cuando fui al teatro a ver por fin a mi admirada Sara Baras, me di cuenta de lo vergonzoso del tema. Antes de que comenzara la función, tres parejas que tenía delante, hicieron fotos del teatro y las subieron a Instagram. Yo iba hacer lo mismo y de pronto pensé, ¿para qué? ¿Para presumir? ¿Para que 10 ó 20 personas me digan que les gusta? ¿Por qué tenemos esa necesidad de documentar cada movimiento que hacemos? ¿No es mejor que esto quede solo para mi y mi pareja? Lo peor fue la gente haciendo fotos con flash en mitad del espectáculo para continuar con el momento "mira como mola lo que hago".

Mentiría si dijera que yo no soy así, reconozco que he pasado por una etapa de no poder dar un paso sin pensar si lo que iba a hacer tenía sentido colgarlo por ahí. Y no, no voy a cerrar todos mis perfiles en un ataque de conciencia extrema. No creo que lo haga. Al menos no a corto plazo.

Lo que sí quiero hacer, una vez tomada conciencia de la verdadera naturaleza de las redes y del sinsentido de la exposición  constante, es racionalizar mucho su uso, limitarlo a actividades no tan personales y más relacionadas con la escritura o con los temas universales que me preocupan, y  reducirlo a la mínima expresión.

Y dedicar ese tiempo a cosas mucho más enriquecedoras como tener una charla en persona con alguien, escribir, pasear, leer, hacer deporte, cocinar o salir a tomar el sol de la primavera que hoy se estrena. En definitiva, vivir la vida.