domingo, 28 de septiembre de 2014

Soy feminista


Sí, soy FEMINISTA, así en letras grandes. Entre otras muchas cosas que ya sugiere el título de mi blog.

Eso significa también muchas otras. La fundamental es que creo en la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. No en la superioridad de nadie sobre nadie más. No en la igualdad así a secas, sino en la de derechos y oportunidades. Eso quiere decir que SÉ que no somos iguales, eso es obvio, se ve a simple vista.

Feminista es una palabra llena de connotaciones negativas para muchos y muchas. Se cree en ciertos círculos que ser feminista es igual a ser machista pero en mujer. Se asocia a mujeres radicales, incluso violentas, a veces masculinizadas. 

Ni feminismo es lo opuesto a machismo ni tiene nada que ver con mujeres andróginas, vehementes o autoritarias.

Hubo un tiempo que, ilusa de mí, creí que todas las mujeres lo éramos. Que todas, desde nuestra posición de ser la parte de la sociedad que aún no ha logrado la igualdad en muchos aspectos (salarios, puestos de responsabilidad, etc) estábamos comprometidas con la causa. Que todas, por afinidad, empatía y solidaridad con esas otras mujeres de otros mundos donde son consideradas  directamente seres inferiores, donde están obligadas a llevar velo, o a ejercer la prostitución, o tiene prohibido trabajar y conducir, estábamos ligadas intrínsicamente con el movimiento. 

Después de verme metida en varias conversaciones que acabaron en discusión, o de simplemente escuchar a mujeres de todo tipo desmarcándose de la palabra y de todo lo que ella implica, me di cuenta de que ser feminista no está bien visto y que mejor no decirlo si querías evitar un conflicto. ¿Mejor no decirlo? Pues no, creo que es mejor siempre sentirse orgullosa de tus creencias, ya seas religiosas, políticas, futbolísticas o sobre género, como en este caso.

Soy feminista porque soy mujer. Si fuera hombre, me gustaría ser feminista también. El feminismo no es sólo cosa de mujeres, no debería ser sólo cosa de mujeres. Como muy bien nos ha explicado la fantástica Emma Watson en su discurso en la ONU la semana pasada dentro de la campaña #HeforShe, en la que se trata de involucrar a todos, hombres y mujeres por la igualdad.

Recuerdo algunas charlas sobre liderazgo femenino a las que he asistido en las que mujeres de éxito hablaban de su experiencia, de sus dificultades, de sus estrategias para superarlas. En instaban a luchar por la igualdad, a crear redes de mujeres, a creernos que somos capaces, a luchar por nuestros sueños. Pero miraba a mi alrededor y no veía a ningún hombre en la sala o casi ninguno. Recuerdo que eso me hacía pensar que a veces sólo gritábamos hacia nosotras mismas. Que toda esa energía y entusiasmo al final no tendría mucho resultado práctico si los hombres no se involucraban y nos facilitaban ese camino. Porque no nos engañemos, no podemos hacerlo solas, necesitamos que los hombres estén de nuestro lado en esto y nos apoyen activamente.

Por ejemplo, ¿alguna vez has trabajado mucho en un proyecto que tu jefe, hombre, ha presentado como propio? Necesitamos que esos jefes nos dejen ser visibles y necesitamos sentirnos fuertes para hablar delante de un montón de hombres sin que nos tiemble el pulso, por poner un ejemplo. 

Yo ahora tengo la suerte de que mi jefe me deja hacer, presentar mi propio trabajo, lucirme o meter la pata. A veces me veo desde fuera en esas reuniones donde hay doce hombres y tres mujeres y sólo hablo yo y no me creo que sea cierto. Es cierto que lo paso mal, que me pongo nerviosa y necesito ensayar antes. Sin embargo, nunca se me ha pasado por la cabeza decir que no. 

El otro día una compañera de trabajo me contaba el vértigo que sintió cuando le ofrecieron un puesto de directora hace unos años: "sentí que tenía que decir SÍ, no podía decir que no, no sólo por mí, sino por todas las mujeres. Si decía que no, corría el riesgo de que no ofrecieran ese puesto a ninguna otra mujer después".

Reproduzco aquí varios trozos del discurso de Emma Watson. El discurso completo lo puedes ver aquí.

"Si seguís odiando la palabra, no es la palabra lo que es importante. Es la idea y la ambición que hay detrás de ello, porque no todas las mujeres han recibido los mismos derechos que yo. De hecho, estadísticamente, muy pocas lo han conseguido.

En 1997, Hillary Clinton hizo un famoso discurso en Pekín sobre los derechos de las mujeres. Desafortunadamente, muchas de las cosas que ella quería cambiar siguen existiendo hoy en día. Lo que me llamó la atención es que menos del 30% de la audiencia eran hombres. ¿Cómo podemos lograr el cambio en el mundo cuando sólo la mitad está invitada o se le recibe para participar en la conversación?
Hombres, me gustaría aprovechar esta oportunidad para extenderos una invitación formal. La igualdad de géneros es vuestra cuestión también. Porque hasta la fecha, he visto el papel de mi padre poco valorado por la sociedad. He visto a hombres jóvenes sufrir enfermedades mentales, siendo incapaces de pedir ayuda por miedo a que ello les haga menos hombres. De hecho, en el Reino Unido el suicidio es la mayor causa de muerte de los hombres entre 20 y 49 años, eclipsando los accidentes de tráfico, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. He visto a hombres sentirse frágiles e inseguros por lo que se considera éxito masculino. Los hombres tampoco tienen los beneficios de la igualdad.

No hablamos muy a menudo de los hombres siendo presos de estereotipos de géneros pero puedo ver que existen. Cuando sean libres, las cosas cambiarán para las mujeres como consecuencia natural. Si los hombres no necesitan ser agresivos para ser aceptados, las mujeres no se verán obligadas a ser sumisas. Si los hombres no necesitan controlar, las mujeres no tendrán que ser controladas.

Tanto los hombres como las mujeres deberían sentirse libres para ser sensibles. Tanto los hombres como las mujeres deberían sentirse libres para ser fuertes. Es hora de que veamos los géneros como un espectro en lugar de dos ideales opuestos. Deberíamos dejar de definirnos por lo que no somos y empezar a definirnos por lo que somos. Podemos ser más libres y esto es de lo que trata HeForShe. Es sobre la libertad. Quiero que los hombres acepten la tarea para que sus hijas, sus hermanas y sus madres puedan ser libres de prejuicios pero también que sus hijos tengan el permiso de ser vulnerables y humanos también que reclamen partes de ellos que habían abandonado, y con ello, sean una versión más verdadera y completa de ellos mismos."




jueves, 18 de septiembre de 2014

Reuniones de principio de curso

Este año voy a sacar las mejores notas de mi vida como buena madre que soy. Me lo he propuesto.

Para empezar, este curso llevo a mis hijas todos los días al cole a las nueve de la mañana, con puntualidad asombrosa (llegando incluso 15 minutos antes de que abran la puerta), cosa que antes hacía de vez en cuando, lo de llevarlas digo, y siempre sobre las ocho. Las dejaba en esa actividad conocida como Los primeros de la mañana. Imagino que le habrán puesto ese nombre de "Primeros" con la idea de edulcorar el hecho de que por culpa del trabajo tengas que levantar a tus hijas tremendamente pronto y dejarlas desde bien temprano en el cole. Algo negativo per se, porque además cuesta un ojo de la cara, se adorna con una palabra cargada de positivismo.  ¿Quién no ha querido alguna vez ser el primero en algo?

Tan aplicada estoy que incluso esta semana he asistido durante dos días seguidos a sendas reuniones con las maestras de mis hijas. A la una de la tarde, en pleno horario laboral. Por lo general no puedo asistir a estas reuniones, y menos durante dos días seguidos. Normalmente son a las 12:30, hora ideal para aquellos que curramos en oficinas de sol a sol. Pero este año me enfrento a dos importantes retos: la pequeña empieza primaria y la mayor la acaba, con sus correspondientes pruebas CDI y PET que son algo así, desde el punto de vista de la preparación y nervios previos, como la selectividad por partida doble.

Acojonada estoy.

Así que necesito involucrarme a tope en todo lo que tenga que ver con el cole para salir airosa de este curso. O eso o las vamos a pasar canutas.

A veces el trabajo me absorbe tanto que siento que paso por su vida escolar de puntillas. El año pasado, entre que tuve que contratar a alguien para que las recogiera y su padre las llevaba, más mis viajes y demás, me sentía como una de esas directivas (sin serlo) que curran tanto y envían a sus hijos a un internado. Sólo que con la cuenta pelada el dia 8 del mes.

Así que esto se ha acabado, este año mi prioridad number one son las niñas. En realidad siempre lo han sido, pero el curso pasado el nuevo trabajo, en el que ya llevo un año, me engullió de tal manera que todo sucedió sin darme cuenta y no, no quiero que esta situación se repita.

Y tras esta parrafada diré que yo vine aquí a hablar de las reuniones escolares. Bueno en realidad de la reunión a la que fui el martes de mi mayor. Sobre la otra nada que comentar, a excepción de que la profe me encantó, me dió buen rollo, aunque he de confesar que cuando vi que la otra posible profe era irlandesa me dio cosilla que no le hubiera tocado, por aquello de ser nativa. Van a un cole bilingüe. Sin embargo creo que nos va a ir bien con esta, lo intuyo y espero.

La reunión de la mayor fue una reunión de grupo, de los tres grupos de sexto del cole, con las tres maestras enfrente de los padres contándonos las novedades del curso. Hacía tantos años que no iba a las reuniones de L. que no sabía que ahora eran conjuntas.

Todo empezó con normalidad, comentando el tema de las pruebas de marras y demás. Y de repente escucho decir a una de las profes, no la de la mía: "y por favor todos los días duchados y con desodorante, que están hormonando". 

Fue como un bofetón de realidad mezclado con cierta estupefacción. De acuerdo que ya están en eso que se llama pubertad y que algunos niños, sobre todo niñas, están muy desarrollados, pero jo, cuesta hacerse a la idea de que tu niña está dejando la niñez para adentrarse en el peliguado mundo de las preadolescencia que después perderá la pre para relucir en todo su esplendor. Y lo siento pero no voy a poner desodorante a mi hija de diez años todavía.

La cosa podia haberse quedado ahi pero no. La misma profe, que por su edad intuyo no es madre o si los es, es reciente, insistió en meter el dedo en la llaga. "Llevad cuidado, que ya son adolescentes y se las saben todas, están revolucionados". O "Ya van a pasar a secundaria y deberían hacer esto y aquello solos, no pueden llegar al instituto de vuestra mano". Las palabras no son literales porque no las recuerdo exactamente, aunque se acercan mucho.

Lo que me dolió, y me consta que también a otros padres que me lo comentaron, fue esa ligereza de llamar a niños de 10 y 11 años adolescentes. Que el hecho de ser adolescente no es nada malo ojo. No estoy diciendo eso. Lo que me parece mal es esa manía de querer hacerles mayores antes de tiempo. El que ideó esta reforma de la educación, la de la ESO no tenía hijos o si los tenía le importaban poco o sufrió enajenación mental cuando su brillante pensamiento salió de su cabeza para convertirse en ley. Que un niño de 12 años deje el colegio para unirse al instituto con adolescentes de hasta 18 años me parece una aberración. Los niños, a esa edad, son aún eso, niños, preadolescentes si quieres, pero niños. En cambio ellos se creen mayores porque se unen al grupo de los mayores. Esto no me lo imagino, es que lo he visto con mis propios ojos en compañeros del cole de L.

Como los que fuimos a la EGB cuando con 14 llegábamos al insti y ya empezábamos a tontear con el tabaco y el alcohol y a salir con chicos. Tambien a maquillarnos y depilarnos. Recuerdo las peloteras con mi madre por este tema. Yo quería depilarme. Ella me compraba Andina. Ahora la entiendo. Y sólo de imaginar a mi niña el año que viene convertida en adolescente a la fuerza, imitando su comportamiento o sintiéndose fuera de lugar si no lo hace...se me ponen los pelos como escarpias.

Esto es algo que sólo las madres que han pasado por ello comprenden. Las que tienen niños más pequeños no lo entienden, lo cual es normal y no lo critico para nada. Lo que pasa es que joroba que la gente de tu alrededor suelte cosas como las de la profe de antes a la ligera. Sin tener en cuenta los sentimientos de nadie, ni de los padres ni de los hijos. L. llora cuando piensa que ella será adolescente y tendrá eso que llaman la edad del pavo, no quiere ni mentarlo. Sé que no le gusta nada que le digan que está mayor, sí, parece raro, cuando todos los niños a esas edades queríamos serlo. Me da que tiene un poquito de Peter Pan, sin ganas de crecer y vivir en un mundo de adultos para siempre. Y no me extraña. 

Así que desde aquí lanzo un mensaje en una botella por si llega a buen puerto.

Déjemos a los niños alargar su infancia lo máximo posible. Profesores, padres y madres, familiares, revistas, series de televisión, creadores de videojuegos y de juguetes en general, amigos...dejemos que cada cosa llegue a su tiempo, y llamemos a cada cosa por su nombre. No seamos nosotros quienes fomentemos esa revolución antes de lo que toca.

El lenguaje parece algo trivial e inocente pero las palabras las carga Miley Cirus, digo el diablo.

Ahí lo dejo.






lunes, 1 de septiembre de 2014

Qué bien nos sientan las vacaciones


¡Madre mía! Este verano ha sido de sequía bloguera absoluta. Ni un mísero post que llevarme a la boca.

Pasé un mes de julio tan al límite de mis fuerzas que llegué a agosto exhausta, sobre todo mentalmente, y por eso no pude ponerme delante de la pantalla, ni siquiera de la libreta, dedicando mi tiempo, sobre todo, a disfrutar de la sensación de falsa libertad que se vive en el período vacacional.

Hoy, día 1 de septiembre, cuando el reloj me anuncia que me queda apenas un día de asueto, soy incapaz de pegar ojo.

¿Por qué los humanos, cierta clase de humanos, nos empeñamos en acortar o desvirtuar nuestros momentos de felicidad? ¿Por qué somos incapaces de disfrutar a tope del presente sin pensar en nada más? ¿Por qué tiene que venirme a la cabeza el agobio laboral cuando aún me quedan más de 24 horas antes de volver a enceder el portátil?


Así que aquí estoy, intentando que la escritura me calme y conduzca mis sueños de esta noche por el camino de las cosas bonitas y no por el lúgubre callejón de las pesadillas.

Este año ha habido muy poco mar, demasiado poco. Hemos echado mucho de menos nuestra casa de Mazarrón. Ya no es técnicamente nuestra, aunque seguirá siéndolo para siempre en el recuerdo y en el alma.

Nos atrevimos incluso a acercarnos a ella y no derramamos una lágrima. La procesión iba por dentro.

Visitamos nuestro querido restaurante Miramar y comimos un delicioso pulpo. Y marineras. 


También, cómo no, estuvimos en el mejor sitio de Mazarrón. El Faro. Las niñas disfrutaron como enanas en su piscina mientras nosotros degustábamos unos granizados.

Otro día fue de reencuentros. La Manga. La casa de unos amigos. Mucha playa, mucho sol, mucha conversación. Buenos ratos.

Tardes y noches en familia. Con la familia extensa. La que viene por mi parte. Padres, hermanos, cuñada y sobris. Comprobar cómo mi linda sobrina de dos años empieza a hablar con esa lengua de trapo que tanto me gusta.

Calor, mucho calor.

Kilómetros, muchos kilómetros.

De Madrid a Murcia. De Murcia a Madrid. De Madrid a Salou con el quinto miembro de la family. Mambo, nuestro perro.

En Salou más familia extensa. De la otra parte contratante. Más mar pero también lluvia. Port Aventura. Reencuentros de malasmadres blogueras (gracias Nuria).

De Salou a Zaragoza. Una boda de cuento. Mucha comida. Mucha bebida. Algún percance.


Y al fin, de vuelta en casa, una semana de vacas más. La gran sorpresa del verano. Nunca habíamos pasado días libres en casa a excepción de los findes o algún día suelto, nunca tantos días seguidos. Una maravilla.

Haciendo nada. Yendo a la pisci. Siestas. Lectura. Risas. Excursiones. Museos. Picnics. Buitrago, Navacerrada. Sentir que el tiempo se estira, que no hay prisas. Que la vida es bella. Que mi familia me encanta. 

Y que no quiero volver a trabajar, no quiero la rutina, no quiero madrugar, no quiero que nos vayamos cada uno a un sitio cada mañana y volvamos a vernos cansados al final del día. No quiero no tener tiempo. No quiero.

Esta noche quiero soñar con años sabáticos, con herencias de tíos lejanos que viven en la Conchinchina, con golpes de suerte, con días de la marmota que me devuelvan al 9 de agosto cada amanecer.