domingo, 23 de noviembre de 2014

Hola endometriosis, ¿qué tal?

No sabes cómo me alegro de poder hablarte cara a cara. De poder dirigirme a ti por tu nombre, de frente. Tantos años conviviendo contigo y sin poder hacerlo, que ahora me parece algo irreal. Tantas noches que me quitaste el sueño, tantos días que ibas a mi lado mientras que salía del hospital con una nueva prueba "sin hallazgos significativos". Tantas veces que sospeché de ti sin que ningún médico atinara a verte o a intuirte.

Pero no eres irreal. No formas parte de mi imaginación. No eres algo producto del estrés. No eres una enfermedad reumática ni una hernia discal. Ni una enfermedad inflamatoria intestinal. Ni fibromialgia. Ni una sobrecarga del piramidal. Ni trocanteritis.

Eres muy real. Tan real como el dolor que ha ido invadiendo mi cuerpo poco a poco, palmo a palmo, todos estos años. Primero fue un punto en el sacro. Después toda la zona lumbar. A continuación el glúteo. Luego la cadera. Más tarde la pierna. Siempre del lado izquierdo. Después algo del derecho. A veces la cabeza, muchas la tripa, los ovarios, la pelvis. Luego vinieron los problemas digestivos, que los médicos creyeron que podían ser enfermedad de Chron, inflamación intestinal, colón irritable, celiaquía, intolerancia a la lactosa, diverticulitis. Con el tiempo las reglas se hicieron interminables, con días en los que aquello fluía a toda velocidad, dificultándome caminar. Y otras cosas que me da un poco de corte decir en voz alta. Los ginecólogos decian que sólo podían aliviarme con anticonceptivos, y que todo eran dolores de regla normales. Los anticonceptivos no me aliviaban y me dejaban migrañas insoportables. Otro médico me recetó antidepresivos contra la fibromialgia, que tomé durante dos años, sin notar tampoco alivio. Y pastillas para dormir. Y opiáceos. Lo dejé todo porque no sólo no me servían, sino que me estaban haciendo entrar en una espiral peligrosa.

Mi peor etapa fue al principio, cuando me dejaste KO y estuve cinco meses de baja con dolores insoportables y tratamiento de fisioterapia diario. Cuando empezó mi peregrinaje de médico en médico. Desesperada. Asustada. Me hacían pruebas de cosas raras. De tuberculosis, de marcadores de cáncer. Pruebas con contrastes. Pinchazos. TACs con papillas. Resonancias de sacroilíacas, de cadera, de las lumbares, de toda la columna, del cuello. Gammagrafías. Colonoscopias y gastroscopias. Más pinchazos, más análisis. En aquel tiempo respondí a tantas preguntas de los médicos que me sentía como un testigo en un juicio. "No sabemos qué hacer contigo", "Cuando descubran lo que tienes vuelve por aquí porque tengo curiosidad (esto lo dijo un urólogo tras descartar un problema renal). Lloraba de dolor, lloraba de desesperación, de aburrimiento, de miedo.

¿Y si era algo malo? Mi hija tenía entonces dos años.

Poco a poco me diste tregua. Los dolores no se fueron pero se amortiguaron. Pude volver a la rutina. Al trabajo. A la vida de antes. Me empecé a hacer a la idea de que mi vida sería siempre con dolor. Ya entonces me habían diagnosticado la fibro (enfermedad de origen desconocido que entre otros síntomas se caracteriza por dolores en todo el cuerpo). Yo me resistía a creerlo, lo sabes. Visité otros médicos para recibir otras opiniones. Estos médicos decían que lo mío podía ser fibro pero también que podía no serlo ¿? 

¿Por qué no diste la cara entonces de manera más clara? ¿Por qué no te hiciste evidente? Sí, ya sé que tú no estás ahí para que nadie te descubra, que para eso estan los médicos pero ¿es que no tienes una pizca de compasión? Escuchando los testimonios de otras muchas mujeres a las que fastidias cada día se ve que no.

Tengo tres amigas con endo, que yo sepa. Y otras varias conocidas y apreciadas mujeres me han escrito para decirme que también te tienen en sus vidas. La mayoría coinciden en afirmar que les costó años que les diagnosticaran la enfermedad. Años de sufrimiento innecesario. 

Al final me acabó tratando una reumatóloga majísima que, si bien era estupenda y me envió a todos los médicos posibles y me hizo todo tipo de pruebas para descartar patologías, no indagó más allá en el aspecto ginecólogico pues sus compañeros de profesión habían descartado varias veces que mi problema viniera de ahí. No la culpo en absoluto. De hecho fue ella y su sustituto cuando ella estuvo de baja, los únicos que mostraron un verdadero interés en mí. Me preguntaban, me explicaban las cosas con calma, me tranquilizaban, me escuchaban.

Todos estos años intenté hacerme amiga del dolor, intentando no pensar mucho en él y luchando para que no interfiriese en mi vida. No me gusta hablar de ello. No falto al trabajo por ello. No dejo de ir a mis clases de pilates por ello (ahora las he sustituido por yoga y danza). No quiero que el dolor me coarte la vida más allá del propio dolor. En todo este tiempo no pude evitar que doliese pero sí que el dolor me planificase la vida o la condicionase.

No ha sido fácil. Muchas veces sólo quieres quedarte en la cama y colocarte en posicion fetal con tu manta electrica. Muchas otras, sólo quieres quedarte en el sofá. Y otras no quieres hablar con nadie, ni ver a nadie o simplemente quieres gritar.

Acabé en la unidad del dolor. Y fue este el médico que me trató el que me sugirió que tú estabas detrás de todos estos años de sufrimientos. Eso, unido a una conversación casual con una amiga a la que también has visitado, me llevó a una especialista en endometriosis ante la que no pudiste escabullirte más.

Gracias que me entero que te voy a poder controlar. Que ya hay muchas mujeres que te tienen a raya. Y yo estoy decidida a cortarte las alas. No voy a dejarte ganar.

PD. Quiero agradecer desde aquí a todos los buenos doctores que me he encontrado por el mundo que me han escuchado y me han tratado con respeto, sin quitar importancia al dolor, y que han hecho lo posible por ayudarme. A los que yo me he encontrado y a los que no me he encontrado pero estoy segura de que existen y escuchan y apoyan a personas con dolor, ya sea por endo o por otras causas. Y a todos los que sin ser doctores han estado junto a mí y siguen estando. 

Los hombres del traje gris

La tarde era inusualmente cálida para el noviembre que era. La Castellana tenía esa luz entre dorada y gris que tiene Madrid a las cinco, cuando el día promete ser, falsamente, largo y lleno de posibilidades.

El tráfico era denso aunque fluído. El pensamiento iba de acá para allá de una forma ordenada, saltando de tema en tema sin prisas, sin estrés, extrañamente sin agobios.

El trabajo quedaba atrás esa jornada. No del todo, pues se dirigía a un evento relacionado con su actividad profesional. Sin embargo, sentía que en ese lugar, en ese momento, podría olvidarse un poco de todas sus rutinas, sus tareas pendientes, su jefe, sus compañeros, la crisis mundial, la tutora de su hija pequeña, siempre escribiendo notas recriminatorias en la agenda, las gafas por cambiar la graduación de la mayor.

El lugar era fantástico, la Casa de América, ese sitio al que no podía ir sin recordar sus historias de fantasmas, su misterio y su glamurosa terraza de verano de la copa a 15 euros.

Entró sola y enseguida sintió como si la hubieran transportado al mundo de los hombres grises de Momo. Muchos señores de traje gris, como en una canción de Sabina multiplicada por ene. A la mayoría les quedaba grande o raro o corto o estrecho. 

Pocas mujeres, muchas azafatas, casi todas muy jóvenes.

Había 3 ponencias y un role play. Hablaron 9 hombres y 1 mujer, que representaba el papel de Directora de Marketing en la simulación del caso real. Entonces le vino a la mente esa cifra que dice que son muy pocas las mujeres directivas y que la mayoría de ellas ocupan cargos en Marketing o Recursos Humanos. Pocas CEOs, pocas Directoras Financieras, pocas Directoras de IT.

Mientras los señores contaban sus discursos más o menos interesantes, sin faltar esos chistes y anécdotas personales que aconsejan en cualquier clase de comunicación en público, o cualquier tuit de "las 10 cosas que debes hacer...", ella pensaba: ¿de verdad a esta persona le interesa lo que está diciendo? ¿Ama su trabajo? ¿No preferiría estar ahora en el gim o tomando una cerveza?

Y los imaginó a todos renegando por dentro sobre lo que decían y sobre estar allí en ese momento. Intentando vendernos su producto a los presentes. En realidad el producto de su empresa. Uno de esos gigantes tecnológicos con miles de empleados en el mundo, con miles de millones de facturación. Donde el jefe supremo será un señor como ellos, sólo que con un traje que le queda niquelado. De Armani tal vez. Que no sabe lo que es no llegar a fin de mes. Que no sabe lo que es viajar en un smart a uno de estos eventos y sufrir porque has dejado el coche en el parking.

De nuevo esa sensación de estar mirando todo desde fuera, como en esas reuniones de empresa plagadas de señores de negro o azul, donde todos quieren demostrar que saben mucho y que merecen su sueldo y sus bonus, cuando quien sabe si realmente lo merecen. Quién sabe si realmente quieren estar ahí. Quién sabe si aprecian el trabajo de los que están un nivel o dos por debajo de ellos. Estar por debajo o estar por encima. Ese es el mundo de la empresa.

El evento llegó a su fin, las luces se encendieron y comenzó el networking. Eso que toda la vida de dios ha sido el momento cocktail y que ahora llaman así para disimular que a lo que todo el mundo le gusta allí es ponerse tibio a canapés y vinos.

Ella se marchó, era tarde, las niñas estaban a punto de irse a la cama. El buenpadre se ocupaba de ellas sí, sólo que a ella le apetecía llegar a ese momento del beso. Al menos el beso. Además el coste del aparcamiento se le iba a ir de las manos. Y sobre todo, qué pintaba allí, rodeada de gris.

De camino a casa pasó por un montón de lugares comunes. El Hard Rock, donde los turistas se hacían fotos (ser turista en Madrid tiene que molar). Los restaurantes caros de la arteria madrileña, con sus aparcacoches y sus porteros con pinganillo. El ABC de Serrano, donde no te sientes como en Momo pero sí como en un lugar extraño al que no perteneces. Tanto lujo, todo tan caro, todo tan de ellas con su manicura perfecta y de ellos con su pelo engominado. Imaginar por un rato ser uno de ellos y no tener que mirar la etiqueta del abrigo que les compras a tus nenas.

El trayecto llega a su fin en el extrarradio de la ciudad, donde los ladrones de cobre han extendido las tinieblas.

El día llega a su fin. Con su tortilla de dos huevos. Sus besos infantiles. Su rato de charla con su marido para decidir cuándo será el mejor momento para cambiar de coche, pues éste ya está muriendo y a punto de convertirse en un bolsillo roto.






viernes, 21 de noviembre de 2014

¿Cuánto ganaría de haber nacido hombre?

Las mujeres españolas cobramos de media alrededor de un 20% menos que los hombres. Las cifras varían dependiendo de si lo cuenta la Comisión Europea (17%), un sindicato como UGT (23%) o la Universidad Complutense (20%). También cambian cuando hablamos de directivos, donde la brecha salarial aumenta hasta el 33% y disminuye cuando se trata de empleos no cualificados (11%).

Y esto me da rabia. Mucha.

No son sólo cifras que leo en los medios. Son números que he visto con mis propios ojos. He pasado por muchas empresas y en todas ellas siempre te acabas enterando, por algún error de alguien, de lo que le pagan a este u otro compañero. Y ahí es cuando te llevas las manos a la cabeza, y deseas gritar con todas tus fuerzas: ¡esto es tremendamente injusto!

¿Por qué regla de tres se produce este fenómeno en el mundo entero? 

¿Será que los hombres son más competentes? ¿Más cualificados? ¿Más eficientes? ¿Más rentables para la empresa?

¿Será que las mujeres nos embarazamos y nos convertimos en idiotas por el hecho de ser madres? Muchos creen que perdemos nuestras capacidades profesionales y nos convertirnos en una MADRE con mayúsculas que sólo piensa en sus retoños en su entorno laboral. 

Pero no cuela. Esto no es así por mucha caradura que haya que se escude en su maternidad para no dar palo al agua (las he visto) y, además la brecha, o más bien diría falla, se da en mujeres de cualquier edad y condición.

Ayer fui a un evento donde la mayoría de asistentes eran hombres, donde todos los ponentes eran hombres. Era un entorno de IT, donde la mayoría de trabajadores son del sexo masculino.

Uno de los ponentes contó la siguiente anécdota para comparar las empresas con los consumidores. Decía este señor, excelente comunicador por cierto, que la mayoría de las empresas hoy día se comporta como la mente de un hombre, que está llena de cajas sin conexión entre sí: trabajo, pareja, hijos, deporte, ocio, la nada... Como los departamentos estanco de las empresas que no interactúan ni trabajan en común. En cambio el consumidor es como la de una mujer: llena de cables donde todas las cajas están hiperconectadas. Cualquier cosa alrededor de una marca es tenida en cuenta por el consumidor a la hora de decidir su compra: la promoción, la información en el punto de venta, la atención al cliente, la postventa. Así como una mujer es capaz de interconectar todos los aspectos de su vida sin descuidar ni uno (sin ser perfecta tampoco, cierto, pero sin descuidarlos).

A priori parece que esas mentes conectadas de todas nosotras valen tanto o más que la de un hombre.
¿No te parece? 

Asi que no entiendo por qué los sueldos varían de manera tan escandalosa por el hecho de pertenecer a uno u otro género.

El machismo y la desigualdad campan a sus anchas y lo triste es que lo del sueldo es lo menos malo de todo lo que sucede.

No escucharás a tus compañeros de trabajo hablar sobre el aspecto físico de tus compañeras o de ti misma. O al menos no será habitual porque no está bien visto. Pero si pudieras escucharles hablando entre ellos sin que te vieran te llevarías tremendas (y muy desagradables) sorpresas.


domingo, 9 de noviembre de 2014

Inside: todo lo que llevamos dentro


Esta semana pude hacer por fin algo más aparte de trabajar cuando voy a París.

A pesar de la lluvia, que caía fuerte y rápida, a pesar de que a las 18:30 ya era noche cerrada...me armé de paraguas, botas y enorme decisión y me eché a la calle parisina camino del Palais de Tokyo. Un centro de arte contemporáneo en la Ciudad de la Luz que abre hasta la medianoche.

Iba con la alta expectactiva de disfrutar de un poco de arte, además de las fantásticas vistas desde el piso superior, pero esto último no pudo ser porque había un evento privado o algo similar. Tuve que conformarme con adentrarme en el inquietante, a la par que estimulante, terreno de su exposición temporal Inside.

No tenía ni idea de lo que me iba a encontar, aunque los túneles con forma de telaraña, hechos únicamente con papel celo (45 km de papel celo), donde reptaban estruendosamente cuerpos en silencio, presagiaban un paseo cuanto menos, extraño.

Inside reúne el trabajo de multitud de artistas contemporáneos venidos de todas partes del mundo. Con formas diferentes de entender el arte, con técnicas y discursos distintos, y una historia en común que contar a la humanidad. Se trata de un viaje por el interior de nosotros mismos. Un viaje de descubrimiento, donde sale a la luz nuestra parte más mezquina y oscura, nuestro lado más oculto que a menudo tratamos de esconder tras falsas sonrisas de felicidad enlatada.



Según se lee en el folleto de la muestra, el espacio sufre una metamorfosis a través de los artistas, de tal manera que, de una instalación a la otra, el espectador se siente dentro de las obras, algunas de ellas creadas a propósito para la exposición. Cada una de ellas nos lleva a lo más profundo de nuestro ser, a ahondar en nuestros secretos y miedos más profundos. Es un viaje físico y a la vez mental, que va de lo psicológico a lo experimental. Inside apela a las emociones que nos convierten en humanos: alegría, preocupación, miedo, horror, deseo...

Me impactó asistir a la desolación que se respiraba en cada una de las instalaciones. La lucha entre el bien y el mal que vivimos cada uno de nosotros, la desidia que nos invade y nos impide darnos cuenta de cómo somos realmente, la parte fea de nuestro yo que nos resistimos a aceptar. 

Me dejó una huella especial un vídeo dónde se veía a una familia en su casa mientras poco a poco empezaba a arder, pero ellos se quedaban imperturbables, ajenos a la realidad, y continuaban leyendo el periódico y otras cosas cotidianas, sin darse cuenta del peligro que les acecha. Representa esa ceguera que nos impide enfrentarnos a nuestros verdaderos deseos y emociones. Mientras dejamos la vida pasar y nos vamos quemando.

En una parada anterior a la casa en llamas, el espectador se encuentra con la sorpresa de ver a uno de los artistas en pleno acto creativo. Asaru Sato, artista japonés, dibuja en una pared en blanco su universo particular, plagado de rojos, órganos vitales y hombres y mujeres vistos desde el interior. Ojos, corazones, venas y penes, muchos de ellos, configuran una personal manera de mostrarse al mundo. Curioso ver al artista creando su obra en el interior de un museo.


Un espejo que te invita a pasar al otro lado, una habitación llamada Génesis, plagada de pintarrajos a lápiz que representan el momento en el que no había nada, antes de la creación del mundo, un bosque de peculiares árboles blancos, un vídeo sobre un gusano dentro de su capullo que muestra la angustia de la vida encerrada en un minúsculo espacio antes de ver la luz, fotos de unas adolescentes con máscaras de muerte que dan miedo, representando el mismo miedo de esas niñas que dejan de serlo para convertirse en adultas, un muro y montones de piedras alrededor que simbolizan las condenas por lapidación, una casa en la que llueve en el interior... El corazón en un puño y el alma acongojada a cada paso.


No sé si llegué a comprender todas las obras. Sólo sé que todas ellas me hiceron reflexionar y me dejaron con una sensación de desolación y tristeza importante. 

Y con muchas ganas de salir al mundo a demostrar que puedo con todos esos miedos y todas esas emociones ocultas.


A veces necesito tropezarme con arte de este tipo para sacudirme por dentro y por fuera, ¿tú no?











sábado, 1 de noviembre de 2014

La grande se hace mayor

No puedo creer que ya cumplas once años. Once años desde que aquel Día de Todos los Santos en el que España se levantó con la noticia de que una periodista iba a ser reina. Sin imaginar siquiera que la noticia realmente importante era que tú llegabas al mundo.

En aquel frío quirófano, unos médicos hablaban de fútbol y de sus cotilleos de hospital, mientras a la vez me abrían el cuerpo para traerte a la vida. No pudo ser el parto que yo quería, contigo encima de mí y tu padre a mi lado, todos llorando de emoción. Fui yo sola llorando de emoción y con mis ganas de abrazarte contenidas por una hora más.

Allí estaban todos tus abuelos esperando a conocerte y papá nerviosito perdido, como en las películas de antaño pero sin fumar.

Y llegaste tú. Con tu carita redonda y rosada y tu maraña de pelo oscuro. Con esa ropita minúscula que preparé para ti. El gorrito, los guantes. Eras un regalito envuelto en papel de colores. El mejor.

Te abracé enseguida, temiendo espachurrarte. Eras tan pequeña y frágil. Contemplaba con horror cómo te zarandeaba la matrona, queriendo ponerla contra la pared como en las películas de mafiosos.  Y respirando tranquila cuando te dejaba.

Intenté alimentarte de forma natural, pero mi inexperiencia, mi desconocimiento y la falta de ayuda me impidieron hacerlo. Algún comentario poco afortunado de una enfermera, mi pequeña depre post parto. Todo se complicó. Siempre me quedaré con esa espinita hija. Si yo hubiera sabido tantas cosas que ahora sé.

En aquella habitación de hospital empezó nuestra vida juntos los tres. Los recuerdo con mucho cariño a pesar de la cesárea que me impedía andar al principio, de las noches sin pegar ojo, de la comida...había flores, bombones, muchos buenos deseos de quienes nos venían a ver, muchos besos, muchos abrazos, muchas fotos, mucho amor.

Quería escribir un post hablando de todo lo que eres, de lo maravillosa que eres, y se me está yendo por otros derroteros. El día que naciste fue muy grande y no puedo evitar hablar de ello hoy. El día que hace once años de aquello.

Tendría tanto que decir de ti, tantas cosas han pasado, hemos pasado juntas todo este tiempo.

Pero no las voy a decir, tranquila, no voy a contar por aquí tu vida.

Sólo quiero desearte un muy feliz día de cumpleaños preciosa. Rogando para que sigas siendo la niña buena que has sido siempre, con tu inteligencia tranquila, tu reconfortante empatía, tu amor por las cosas bonitas, tu creatividad a raudales, tu enorme sensibilidad.

Mi niña bonita. Siempre estaré aquí para ti, no lo olvides. Acompañándote en tu camino.
,