martes, 23 de diciembre de 2014

25 cosas sobre las que reflexionar en Navidad



No soy yo de hacer grandes balances ni, sobre todo, de hacer lista de propósitos para el nuevo año. Prefiero tomarme la vida como venga e ir dando pequeños pasitos para lograr objetivos o metas que normalmente llevo por dentro.

Sin embargo las reglas están para romperlas. Esta mañana, cuando desperté antes de tiempo por el ruido de los cacharros en la cocina, me topé con este post de mi admirada Maïder Tomasena, y no pude evitar ponerme a escribir.

Aquí va mi lista de esas 25 cosas sobre las que reflexionar esta Navidad. ¿Te animas con la tuya?

  1. ¿Cuáles son las 3 grandes lecciones que te ha dado este año la vida?

No merece la pena estresarse por trabajo (ni por nada)
Puedo con más de lo que creo
Si algo no te hace sentir bien, cámbialo.

2. ¿Qué te hubiera gustado hacer más y qué menos?

Me hubiera gustado preocuparme menos por dinero y me hubiera encantado leer y escribir más.

3. ¿Si tu 2014 hubiera sido una canción cuál habrías escogido?

Shake it off, Taylor Swift.

4. ¿Crees que has manejado de forma correcta el estrés?

No, no lo he hecho bien, aunque al menos soy consciente de ello e intento hacerlo mejor.

5. ¿Cuál ha sido tu mayor pérdida de tiempo?

Gestionar el correo electrónico.

6. Escribe una nota de prensa anunciando el mejor momento de tu 2014. Cuenta por qué este evento es de interés para otros y por qué deberían cubrirlo.

No voy a escribir la nota, sólo remitir al post donde cuento el momentazo del año, lo más importante que me ha pasado.

7. ¿Cuál es la decisión que más te ha costado tomar?

Dejar el pilates.

8. El ayuntamiento de tu localidad te ha nombrado “persona del año” ¿Por qué?

Porque he luchado como una jabata con el inglés y he ganado la batalla.

9. Describe el mayor reto que has tenido que superar este año, ¿cómo te has sentido?

Precisamente el del inglés. Es mi idioma en el trabajo y me ha costado mucho sentirme suelta con él. 

10. Define el mayor logro que has conseguido en estos últimos doce meses.

El diagnóstico de la endo.

11. Imagina cómo serás tú con 80 años ¿qué te dirías a ti mismo?

¡Qué coño!

12. ¿De qué maneras has ayudado a otras personas?

He ayudado en el trabajo a muchas personas y en casa a mis hijas, con los deberes, con sus conflictos, escuchándoles e intentando decirles cosas que les ayuden a gestionarlos.

He sido oreja siempre que he podido con los demás.

13. Escribe una historia basada en el título de tu canción favorita.

Esta la dejaré para otro post.

14. ¿Cómo era el plato que mejor has cocinado este año?

El caldero murciano. Arroz cocinado con pescado y servido con ali-oli.

15. ¿Cuál ha sido el mejor vino que has degustado?

No recuerdo los nombres pero cualquiera de los que he tomado en Francia.

16. ¿Cuál ha sido tu libro favorito y el peor que has leído?

El mejor, El jilguero, de Donna Tartt. El peor, uno sobre alimentación y vida saludable cuyo título no recuerdo.

17. ¿Cuál ha sido la palabra que más has utilizado este año y por cuál la sustituirás en 2015?

La que más OK.

La sustituiría por: no.

18. Describe tu momento perfecto de ocio en familia o entre amigos un día de lluvia.

Sofá, manta, peli familiar, palomitas.

19. Eres un superhéroe. ¿Qué poderes tienes y cómo los utilizarías?

Tengo el poder de quitarles a mis hijas las penas y los momentos rabieta y por supuesto de limpiar la casa en un segundo con una varita y dejar la ropa limpia y planchada.

20. Define tus 3 objetivos personales y profesionales para el próximo año.

-> Reírme más.

-> Tomarte todo con calma.

-> Más creatividad.

21. Planea una o varias escapadas para el 2015 y describe qué es lo que te gustaría hacer.

Mérida: ver la parte romana en compañía de mi querida amiga cacereña.

Disneyland París: disfrutar con la emocion de mis hijas.

Sevilla: recorrer la ciudad y degustar tapas de la mano de mi compi de trabajo.

Londres: escapada con mi marido en plan novios (esta es la que más difícil veo, por no decir imposible).

Estocolmo o Copenhague: un finde largo con amigas. Quiero ver arte y pasear por sus calles.

Cualquier lugar de verano donde pasar unos días con mis padres y mi hermano, cuñada y sobrinas. 

22. ¿Qué habrías hecho este año de forma diferente? ¿Por qué?

Tomarme la vida tan en serio. Por razones obvias.

23. ¿Cuáles son los hábitos saludables de vida que quieres añadir a tu rutina el próximo año?

-> Comer cada vez más productos ecológicos.

-> Ir más a la piscina y a hacer senderismo.

-> Hacer deporte 4 veces por semana (ahora sólo dos).

-> Comer menos harinas y lácteos y más fruta. 

24. ¿Cuál va a ser tu frase para este nuevo año?

Vive la vida.

25. Imagínate que hoy es 31 de diciembre de 2015, ¿cuáles han sido los mayores objetivos que has conseguido alcanzar? Defínelos.

-> Terminar de escribir el relato que empecé aquí y publicarlo.

-> Haber disfrutado de la vida.

-> Haber mejorado mi casa (pintura y alguna otra cosilla)

-> Ahorrar...( si hago todas esas escapadas lo veo crudo)


domingo, 21 de diciembre de 2014

A pesar de todo

A pesar de que no lo parezca
Intento hacer las cosas bien
Aunque a veces me equivoco y me salen regular
Y no digo las cosas apropiadas
Ni hago las cosas como deberían hacerse 
O como los demás esperan.

A pesar de que no lo creas
Me preocupa mucho cómo se sienten las personas de mi alrededor
Si he hablado de más o de menos
Si he subido el tono cuando no tocaba
Si mis palabras se han entendido o apenas escuchado
Si he logrado expresar las cosas de la forma que quiero
Si he conseguido hacerles llegar mi mensaje.

A pesar de todo
A veces no me sale
A veces hago daño
A veces no hago nada
A veces no tengo fuerzas
A veces no tengo palabras
A veces no tengo coraje
A veces me pierdo en mis problemas
Que en realidad no lo son tanto
Pero que me agobian como si lo fueran.

A pesar de todo
Espero que entiendan
Que en el fondo mi intención es buena
A pesar de todo
Me dé o no cuenta
Lo siento
No era con mala idea.



viernes, 12 de diciembre de 2014

Cuestión de suerte

¿A dónde va a parar esa buena suerte que te desean los demás o que tú deseas a los demás y que no termina de llegar?

¿Le llegará a otros que la necesitan más? ¿O le llegará a esa otra gente que todos conocemos que han nacido con estrella? Puede que esa sea la clave, que existan personas que tienen una especie de imán para la suerte o que existan otras que tengan algo así como un escudo anti suerte.

Que te vaya bien. Disfruta del fin de semana. Buen viaje. Pásalo genial en vacaciones. Felices fiestas. Mucha suerte. Cruzo los dedos por ti. Te envío toda mi energía.

¿Existe un lugar a dónde van a parar todos esos deseos cuando no se cumplen? ¿Un caja, un baúl, una cueva en la montaña? ¿Un espacio en el aire dónde se quedan atrapados como en un limbo?

Algo de verdad hay en que la suerte depende de uno mismo. Aunque no me creo del todo que sólo los que se lo creen y se esfuerzan por conseguir lo que desean acaban teniendo fortuna. Aquella teoría del famoso libro de La Buena Suerte, que pretendía hacernos responsables de que nos vaya bien o mal en la vida. No la firmaría.

Como digo, parte de razón tiene. La actitud es muy importante para todo en la vida. Sin embargo a veces no es suficiente.

A veces, ni la persona que acumula más mejores deseos que cualquier otra en el mundo mundial consigue aquello que anhela. A veces no basta con que muchos pensamientos positivos te rodeen para que las cosas marchen. Para que todo salga bien.

Al menos nos queda el consuelo de que reconfortan, te hacen saber que no estás sólo en el mundo.

Y es en ese punto en el que me pregunto todas estas cosas absurdas. ¿En qué lugar se guardan o se pierden los buenos deseos? 

Lo pregunto para cuando me toque poner una reclamación.


sábado, 6 de diciembre de 2014

Ese día que nunca llega


Nuestro primer pensamiento del lunes es el viernes próximo. Nos encantaría tener una varita mágica que nos permitiera pasar del lunes al viernes en un momento, sin necesidad de vivir nuestra rutinaria vida de "entre semana".

Vivimos pendientes de las fiestas patronales. De los puentes. De los días de libre disposición. Los humanos desearíamos estar de vacaciones eternamente. Y el resto de días del calendario no cuentan, no nos interesan, no molan.

La primera cosa que hacemos al llegar al trabajo tras nuestras merecidas (o no) vacaciones es contar los días que quedan hasta las siguientes. Como si la vida sólo sucediera en los dias libres. Como si el resto de dias que nos regala el destino no fueran importantes ni merecieran ser disfrutados.

Vivimos en permanente estado de deseo hacia momentos del futuro que parecen no llegar nunca. 

Soñamos con acabar de pagar el coche, el crédito personal, el televisor a plazos. Para volver a poder comprar cosas nuevas. Poco a poco. Mes a mes.

Nos imaginamos el día en que acabemos de pagar la hipoteca. Queremos que llegue pero, por otro lado, sabemos que seremos muy mayores, y nos da un poco de vértigo.

Queremos que nuestros hijos crezcan, para que nos dejen dormir un poco más, para no tener que hacer los deberes con ellos, para que nos ayuden en casa.

Queremos hacer ya ese examen, quitarnos de encima ese proyecto que nos agobia, que pase el período de carencia de nuestro seguro, que acabe el año, que acabe la crisis, que acabe la legislatura.

Estamos tan pendientes de que llegue ese ansiado día que parece no llegar nunca, que nos olvidamos de disfrutar del camino.

Nos olvidamos de que las cosas más importantes de nuestra vida nos han podido pasar de lunes a viernes. De que cada día es un regalo que merece toda nuestra atención. De que si ponemos un poco de nuestra parte, todos los dias del año pueden ser especiales. De que si utilizamos nuestra mente para pensar en el ahora, y dejamos de darle vueltas al después, puede que vivamos un poquito más tranquilos. Y por ende, más felices.


domingo, 23 de noviembre de 2014

Hola endometriosis, ¿qué tal?

No sabes cómo me alegro de poder hablarte cara a cara. De poder dirigirme a ti por tu nombre, de frente. Tantos años conviviendo contigo y sin poder hacerlo, que ahora me parece algo irreal. Tantas noches que me quitaste el sueño, tantos días que ibas a mi lado mientras que salía del hospital con una nueva prueba "sin hallazgos significativos". Tantas veces que sospeché de ti sin que ningún médico atinara a verte o a intuirte.

Pero no eres irreal. No formas parte de mi imaginación. No eres algo producto del estrés. No eres una enfermedad reumática ni una hernia discal. Ni una enfermedad inflamatoria intestinal. Ni fibromialgia. Ni una sobrecarga del piramidal. Ni trocanteritis.

Eres muy real. Tan real como el dolor que ha ido invadiendo mi cuerpo poco a poco, palmo a palmo, todos estos años. Primero fue un punto en el sacro. Después toda la zona lumbar. A continuación el glúteo. Luego la cadera. Más tarde la pierna. Siempre del lado izquierdo. Después algo del derecho. A veces la cabeza, muchas la tripa, los ovarios, la pelvis. Luego vinieron los problemas digestivos, que los médicos creyeron que podían ser enfermedad de Chron, inflamación intestinal, colón irritable, celiaquía, intolerancia a la lactosa, diverticulitis. Con el tiempo las reglas se hicieron interminables, con días en los que aquello fluía a toda velocidad, dificultándome caminar. Y otras cosas que me da un poco de corte decir en voz alta. Los ginecólogos decian que sólo podían aliviarme con anticonceptivos, y que todo eran dolores de regla normales. Los anticonceptivos no me aliviaban y me dejaban migrañas insoportables. Otro médico me recetó antidepresivos contra la fibromialgia, que tomé durante dos años, sin notar tampoco alivio. Y pastillas para dormir. Y opiáceos. Lo dejé todo porque no sólo no me servían, sino que me estaban haciendo entrar en una espiral peligrosa.

Mi peor etapa fue al principio, cuando me dejaste KO y estuve cinco meses de baja con dolores insoportables y tratamiento de fisioterapia diario. Cuando empezó mi peregrinaje de médico en médico. Desesperada. Asustada. Me hacían pruebas de cosas raras. De tuberculosis, de marcadores de cáncer. Pruebas con contrastes. Pinchazos. TACs con papillas. Resonancias de sacroilíacas, de cadera, de las lumbares, de toda la columna, del cuello. Gammagrafías. Colonoscopias y gastroscopias. Más pinchazos, más análisis. En aquel tiempo respondí a tantas preguntas de los médicos que me sentía como un testigo en un juicio. "No sabemos qué hacer contigo", "Cuando descubran lo que tienes vuelve por aquí porque tengo curiosidad (esto lo dijo un urólogo tras descartar un problema renal). Lloraba de dolor, lloraba de desesperación, de aburrimiento, de miedo.

¿Y si era algo malo? Mi hija tenía entonces dos años.

Poco a poco me diste tregua. Los dolores no se fueron pero se amortiguaron. Pude volver a la rutina. Al trabajo. A la vida de antes. Me empecé a hacer a la idea de que mi vida sería siempre con dolor. Ya entonces me habían diagnosticado la fibro (enfermedad de origen desconocido que entre otros síntomas se caracteriza por dolores en todo el cuerpo). Yo me resistía a creerlo, lo sabes. Visité otros médicos para recibir otras opiniones. Estos médicos decían que lo mío podía ser fibro pero también que podía no serlo ¿? 

¿Por qué no diste la cara entonces de manera más clara? ¿Por qué no te hiciste evidente? Sí, ya sé que tú no estás ahí para que nadie te descubra, que para eso estan los médicos pero ¿es que no tienes una pizca de compasión? Escuchando los testimonios de otras muchas mujeres a las que fastidias cada día se ve que no.

Tengo tres amigas con endo, que yo sepa. Y otras varias conocidas y apreciadas mujeres me han escrito para decirme que también te tienen en sus vidas. La mayoría coinciden en afirmar que les costó años que les diagnosticaran la enfermedad. Años de sufrimiento innecesario. 

Al final me acabó tratando una reumatóloga majísima que, si bien era estupenda y me envió a todos los médicos posibles y me hizo todo tipo de pruebas para descartar patologías, no indagó más allá en el aspecto ginecólogico pues sus compañeros de profesión habían descartado varias veces que mi problema viniera de ahí. No la culpo en absoluto. De hecho fue ella y su sustituto cuando ella estuvo de baja, los únicos que mostraron un verdadero interés en mí. Me preguntaban, me explicaban las cosas con calma, me tranquilizaban, me escuchaban.

Todos estos años intenté hacerme amiga del dolor, intentando no pensar mucho en él y luchando para que no interfiriese en mi vida. No me gusta hablar de ello. No falto al trabajo por ello. No dejo de ir a mis clases de pilates por ello (ahora las he sustituido por yoga y danza). No quiero que el dolor me coarte la vida más allá del propio dolor. En todo este tiempo no pude evitar que doliese pero sí que el dolor me planificase la vida o la condicionase.

No ha sido fácil. Muchas veces sólo quieres quedarte en la cama y colocarte en posicion fetal con tu manta electrica. Muchas otras, sólo quieres quedarte en el sofá. Y otras no quieres hablar con nadie, ni ver a nadie o simplemente quieres gritar.

Acabé en la unidad del dolor. Y fue este el médico que me trató el que me sugirió que tú estabas detrás de todos estos años de sufrimientos. Eso, unido a una conversación casual con una amiga a la que también has visitado, me llevó a una especialista en endometriosis ante la que no pudiste escabullirte más.

Gracias que me entero que te voy a poder controlar. Que ya hay muchas mujeres que te tienen a raya. Y yo estoy decidida a cortarte las alas. No voy a dejarte ganar.

PD. Quiero agradecer desde aquí a todos los buenos doctores que me he encontrado por el mundo que me han escuchado y me han tratado con respeto, sin quitar importancia al dolor, y que han hecho lo posible por ayudarme. A los que yo me he encontrado y a los que no me he encontrado pero estoy segura de que existen y escuchan y apoyan a personas con dolor, ya sea por endo o por otras causas. Y a todos los que sin ser doctores han estado junto a mí y siguen estando. 

Los hombres del traje gris

La tarde era inusualmente cálida para el noviembre que era. La Castellana tenía esa luz entre dorada y gris que tiene Madrid a las cinco, cuando el día promete ser, falsamente, largo y lleno de posibilidades.

El tráfico era denso aunque fluído. El pensamiento iba de acá para allá de una forma ordenada, saltando de tema en tema sin prisas, sin estrés, extrañamente sin agobios.

El trabajo quedaba atrás esa jornada. No del todo, pues se dirigía a un evento relacionado con su actividad profesional. Sin embargo, sentía que en ese lugar, en ese momento, podría olvidarse un poco de todas sus rutinas, sus tareas pendientes, su jefe, sus compañeros, la crisis mundial, la tutora de su hija pequeña, siempre escribiendo notas recriminatorias en la agenda, las gafas por cambiar la graduación de la mayor.

El lugar era fantástico, la Casa de América, ese sitio al que no podía ir sin recordar sus historias de fantasmas, su misterio y su glamurosa terraza de verano de la copa a 15 euros.

Entró sola y enseguida sintió como si la hubieran transportado al mundo de los hombres grises de Momo. Muchos señores de traje gris, como en una canción de Sabina multiplicada por ene. A la mayoría les quedaba grande o raro o corto o estrecho. 

Pocas mujeres, muchas azafatas, casi todas muy jóvenes.

Había 3 ponencias y un role play. Hablaron 9 hombres y 1 mujer, que representaba el papel de Directora de Marketing en la simulación del caso real. Entonces le vino a la mente esa cifra que dice que son muy pocas las mujeres directivas y que la mayoría de ellas ocupan cargos en Marketing o Recursos Humanos. Pocas CEOs, pocas Directoras Financieras, pocas Directoras de IT.

Mientras los señores contaban sus discursos más o menos interesantes, sin faltar esos chistes y anécdotas personales que aconsejan en cualquier clase de comunicación en público, o cualquier tuit de "las 10 cosas que debes hacer...", ella pensaba: ¿de verdad a esta persona le interesa lo que está diciendo? ¿Ama su trabajo? ¿No preferiría estar ahora en el gim o tomando una cerveza?

Y los imaginó a todos renegando por dentro sobre lo que decían y sobre estar allí en ese momento. Intentando vendernos su producto a los presentes. En realidad el producto de su empresa. Uno de esos gigantes tecnológicos con miles de empleados en el mundo, con miles de millones de facturación. Donde el jefe supremo será un señor como ellos, sólo que con un traje que le queda niquelado. De Armani tal vez. Que no sabe lo que es no llegar a fin de mes. Que no sabe lo que es viajar en un smart a uno de estos eventos y sufrir porque has dejado el coche en el parking.

De nuevo esa sensación de estar mirando todo desde fuera, como en esas reuniones de empresa plagadas de señores de negro o azul, donde todos quieren demostrar que saben mucho y que merecen su sueldo y sus bonus, cuando quien sabe si realmente lo merecen. Quién sabe si realmente quieren estar ahí. Quién sabe si aprecian el trabajo de los que están un nivel o dos por debajo de ellos. Estar por debajo o estar por encima. Ese es el mundo de la empresa.

El evento llegó a su fin, las luces se encendieron y comenzó el networking. Eso que toda la vida de dios ha sido el momento cocktail y que ahora llaman así para disimular que a lo que todo el mundo le gusta allí es ponerse tibio a canapés y vinos.

Ella se marchó, era tarde, las niñas estaban a punto de irse a la cama. El buenpadre se ocupaba de ellas sí, sólo que a ella le apetecía llegar a ese momento del beso. Al menos el beso. Además el coste del aparcamiento se le iba a ir de las manos. Y sobre todo, qué pintaba allí, rodeada de gris.

De camino a casa pasó por un montón de lugares comunes. El Hard Rock, donde los turistas se hacían fotos (ser turista en Madrid tiene que molar). Los restaurantes caros de la arteria madrileña, con sus aparcacoches y sus porteros con pinganillo. El ABC de Serrano, donde no te sientes como en Momo pero sí como en un lugar extraño al que no perteneces. Tanto lujo, todo tan caro, todo tan de ellas con su manicura perfecta y de ellos con su pelo engominado. Imaginar por un rato ser uno de ellos y no tener que mirar la etiqueta del abrigo que les compras a tus nenas.

El trayecto llega a su fin en el extrarradio de la ciudad, donde los ladrones de cobre han extendido las tinieblas.

El día llega a su fin. Con su tortilla de dos huevos. Sus besos infantiles. Su rato de charla con su marido para decidir cuándo será el mejor momento para cambiar de coche, pues éste ya está muriendo y a punto de convertirse en un bolsillo roto.






viernes, 21 de noviembre de 2014

¿Cuánto ganaría de haber nacido hombre?

Las mujeres españolas cobramos de media alrededor de un 20% menos que los hombres. Las cifras varían dependiendo de si lo cuenta la Comisión Europea (17%), un sindicato como UGT (23%) o la Universidad Complutense (20%). También cambian cuando hablamos de directivos, donde la brecha salarial aumenta hasta el 33% y disminuye cuando se trata de empleos no cualificados (11%).

Y esto me da rabia. Mucha.

No son sólo cifras que leo en los medios. Son números que he visto con mis propios ojos. He pasado por muchas empresas y en todas ellas siempre te acabas enterando, por algún error de alguien, de lo que le pagan a este u otro compañero. Y ahí es cuando te llevas las manos a la cabeza, y deseas gritar con todas tus fuerzas: ¡esto es tremendamente injusto!

¿Por qué regla de tres se produce este fenómeno en el mundo entero? 

¿Será que los hombres son más competentes? ¿Más cualificados? ¿Más eficientes? ¿Más rentables para la empresa?

¿Será que las mujeres nos embarazamos y nos convertimos en idiotas por el hecho de ser madres? Muchos creen que perdemos nuestras capacidades profesionales y nos convertirnos en una MADRE con mayúsculas que sólo piensa en sus retoños en su entorno laboral. 

Pero no cuela. Esto no es así por mucha caradura que haya que se escude en su maternidad para no dar palo al agua (las he visto) y, además la brecha, o más bien diría falla, se da en mujeres de cualquier edad y condición.

Ayer fui a un evento donde la mayoría de asistentes eran hombres, donde todos los ponentes eran hombres. Era un entorno de IT, donde la mayoría de trabajadores son del sexo masculino.

Uno de los ponentes contó la siguiente anécdota para comparar las empresas con los consumidores. Decía este señor, excelente comunicador por cierto, que la mayoría de las empresas hoy día se comporta como la mente de un hombre, que está llena de cajas sin conexión entre sí: trabajo, pareja, hijos, deporte, ocio, la nada... Como los departamentos estanco de las empresas que no interactúan ni trabajan en común. En cambio el consumidor es como la de una mujer: llena de cables donde todas las cajas están hiperconectadas. Cualquier cosa alrededor de una marca es tenida en cuenta por el consumidor a la hora de decidir su compra: la promoción, la información en el punto de venta, la atención al cliente, la postventa. Así como una mujer es capaz de interconectar todos los aspectos de su vida sin descuidar ni uno (sin ser perfecta tampoco, cierto, pero sin descuidarlos).

A priori parece que esas mentes conectadas de todas nosotras valen tanto o más que la de un hombre.
¿No te parece? 

Asi que no entiendo por qué los sueldos varían de manera tan escandalosa por el hecho de pertenecer a uno u otro género.

El machismo y la desigualdad campan a sus anchas y lo triste es que lo del sueldo es lo menos malo de todo lo que sucede.

No escucharás a tus compañeros de trabajo hablar sobre el aspecto físico de tus compañeras o de ti misma. O al menos no será habitual porque no está bien visto. Pero si pudieras escucharles hablando entre ellos sin que te vieran te llevarías tremendas (y muy desagradables) sorpresas.


domingo, 9 de noviembre de 2014

Inside: todo lo que llevamos dentro


Esta semana pude hacer por fin algo más aparte de trabajar cuando voy a París.

A pesar de la lluvia, que caía fuerte y rápida, a pesar de que a las 18:30 ya era noche cerrada...me armé de paraguas, botas y enorme decisión y me eché a la calle parisina camino del Palais de Tokyo. Un centro de arte contemporáneo en la Ciudad de la Luz que abre hasta la medianoche.

Iba con la alta expectactiva de disfrutar de un poco de arte, además de las fantásticas vistas desde el piso superior, pero esto último no pudo ser porque había un evento privado o algo similar. Tuve que conformarme con adentrarme en el inquietante, a la par que estimulante, terreno de su exposición temporal Inside.

No tenía ni idea de lo que me iba a encontar, aunque los túneles con forma de telaraña, hechos únicamente con papel celo (45 km de papel celo), donde reptaban estruendosamente cuerpos en silencio, presagiaban un paseo cuanto menos, extraño.

Inside reúne el trabajo de multitud de artistas contemporáneos venidos de todas partes del mundo. Con formas diferentes de entender el arte, con técnicas y discursos distintos, y una historia en común que contar a la humanidad. Se trata de un viaje por el interior de nosotros mismos. Un viaje de descubrimiento, donde sale a la luz nuestra parte más mezquina y oscura, nuestro lado más oculto que a menudo tratamos de esconder tras falsas sonrisas de felicidad enlatada.



Según se lee en el folleto de la muestra, el espacio sufre una metamorfosis a través de los artistas, de tal manera que, de una instalación a la otra, el espectador se siente dentro de las obras, algunas de ellas creadas a propósito para la exposición. Cada una de ellas nos lleva a lo más profundo de nuestro ser, a ahondar en nuestros secretos y miedos más profundos. Es un viaje físico y a la vez mental, que va de lo psicológico a lo experimental. Inside apela a las emociones que nos convierten en humanos: alegría, preocupación, miedo, horror, deseo...

Me impactó asistir a la desolación que se respiraba en cada una de las instalaciones. La lucha entre el bien y el mal que vivimos cada uno de nosotros, la desidia que nos invade y nos impide darnos cuenta de cómo somos realmente, la parte fea de nuestro yo que nos resistimos a aceptar. 

Me dejó una huella especial un vídeo dónde se veía a una familia en su casa mientras poco a poco empezaba a arder, pero ellos se quedaban imperturbables, ajenos a la realidad, y continuaban leyendo el periódico y otras cosas cotidianas, sin darse cuenta del peligro que les acecha. Representa esa ceguera que nos impide enfrentarnos a nuestros verdaderos deseos y emociones. Mientras dejamos la vida pasar y nos vamos quemando.

En una parada anterior a la casa en llamas, el espectador se encuentra con la sorpresa de ver a uno de los artistas en pleno acto creativo. Asaru Sato, artista japonés, dibuja en una pared en blanco su universo particular, plagado de rojos, órganos vitales y hombres y mujeres vistos desde el interior. Ojos, corazones, venas y penes, muchos de ellos, configuran una personal manera de mostrarse al mundo. Curioso ver al artista creando su obra en el interior de un museo.


Un espejo que te invita a pasar al otro lado, una habitación llamada Génesis, plagada de pintarrajos a lápiz que representan el momento en el que no había nada, antes de la creación del mundo, un bosque de peculiares árboles blancos, un vídeo sobre un gusano dentro de su capullo que muestra la angustia de la vida encerrada en un minúsculo espacio antes de ver la luz, fotos de unas adolescentes con máscaras de muerte que dan miedo, representando el mismo miedo de esas niñas que dejan de serlo para convertirse en adultas, un muro y montones de piedras alrededor que simbolizan las condenas por lapidación, una casa en la que llueve en el interior... El corazón en un puño y el alma acongojada a cada paso.


No sé si llegué a comprender todas las obras. Sólo sé que todas ellas me hiceron reflexionar y me dejaron con una sensación de desolación y tristeza importante. 

Y con muchas ganas de salir al mundo a demostrar que puedo con todos esos miedos y todas esas emociones ocultas.


A veces necesito tropezarme con arte de este tipo para sacudirme por dentro y por fuera, ¿tú no?











sábado, 1 de noviembre de 2014

La grande se hace mayor

No puedo creer que ya cumplas once años. Once años desde que aquel Día de Todos los Santos en el que España se levantó con la noticia de que una periodista iba a ser reina. Sin imaginar siquiera que la noticia realmente importante era que tú llegabas al mundo.

En aquel frío quirófano, unos médicos hablaban de fútbol y de sus cotilleos de hospital, mientras a la vez me abrían el cuerpo para traerte a la vida. No pudo ser el parto que yo quería, contigo encima de mí y tu padre a mi lado, todos llorando de emoción. Fui yo sola llorando de emoción y con mis ganas de abrazarte contenidas por una hora más.

Allí estaban todos tus abuelos esperando a conocerte y papá nerviosito perdido, como en las películas de antaño pero sin fumar.

Y llegaste tú. Con tu carita redonda y rosada y tu maraña de pelo oscuro. Con esa ropita minúscula que preparé para ti. El gorrito, los guantes. Eras un regalito envuelto en papel de colores. El mejor.

Te abracé enseguida, temiendo espachurrarte. Eras tan pequeña y frágil. Contemplaba con horror cómo te zarandeaba la matrona, queriendo ponerla contra la pared como en las películas de mafiosos.  Y respirando tranquila cuando te dejaba.

Intenté alimentarte de forma natural, pero mi inexperiencia, mi desconocimiento y la falta de ayuda me impidieron hacerlo. Algún comentario poco afortunado de una enfermera, mi pequeña depre post parto. Todo se complicó. Siempre me quedaré con esa espinita hija. Si yo hubiera sabido tantas cosas que ahora sé.

En aquella habitación de hospital empezó nuestra vida juntos los tres. Los recuerdo con mucho cariño a pesar de la cesárea que me impedía andar al principio, de las noches sin pegar ojo, de la comida...había flores, bombones, muchos buenos deseos de quienes nos venían a ver, muchos besos, muchos abrazos, muchas fotos, mucho amor.

Quería escribir un post hablando de todo lo que eres, de lo maravillosa que eres, y se me está yendo por otros derroteros. El día que naciste fue muy grande y no puedo evitar hablar de ello hoy. El día que hace once años de aquello.

Tendría tanto que decir de ti, tantas cosas han pasado, hemos pasado juntas todo este tiempo.

Pero no las voy a decir, tranquila, no voy a contar por aquí tu vida.

Sólo quiero desearte un muy feliz día de cumpleaños preciosa. Rogando para que sigas siendo la niña buena que has sido siempre, con tu inteligencia tranquila, tu reconfortante empatía, tu amor por las cosas bonitas, tu creatividad a raudales, tu enorme sensibilidad.

Mi niña bonita. Siempre estaré aquí para ti, no lo olvides. Acompañándote en tu camino.
,

jueves, 30 de octubre de 2014

Hola Bego, soy tu endometriosis, ¿me recibes?

Querida Bego

Al final has tenido la razón. Soy yo y no otra la que te ha estado jodiendo la vida (con perdón) desde hace ya once años (¿once ya? cómo pasa el tiempo). 

Sí, lo sé, me odias, sobre todo por mi tendencia a ocultarme en lo más recóndito para no ser reconocida. En realidad no lo hago a propósito. Tú sabes que siempre estuve ahí. El problema es que esos médicos ignorantes y desconsiderados no supieron ni quisieron verme. Y lo peor, no te creyeron.

¿Cómo te atreves siquiera a sugerir a un doctor la posible causa de tus dolores? Sabes tan bien como yo que esas cosas no les gustan y que sólo por ello van a dejar de escucharte en esos cinco o diez minutos de consulta, donde ellos son los reyes y reinas y tú una pobre súbdita que tiene que rendirles pleitesía.

Tras todos estos años a tu lado, tras todos estos días y noches juntas, más de 4.000, me alegro de que por fin nos hayan presentado formalmente. Te he cogido cariño, esa es la verdad. Porque reconozco que soy mala sí, pero el roce ya sabes. Hay días que hasta me siento rara por ser tan puñetera con tu cuerpo.

Si lo piensas bien, estoy aquí gracias a que fuiste madre y eso, reconócelo, es algo que no cambiarías por nada del mundo. ¿Que es verdad que quizá se podía haber evitado si no te hubieran practicando una cesárea? pues sí mira, lo reconozco. Tu ginecólogo tuvo mucha prisa porque dieras a luz. No era el momento, aunque nadie te asegura que yo no te hubiera elegido como compañera de vida de haber tenido un parto natural. Soy misteriosa y escurridiza, no lo puedo evitar.

Como te decía, ayer me dio subidón cuando la doctora pronunció mi nombre y a ti casi te da un pasmo. Me dio cosilla verte ahí, tan sola, tan indefensa, en medio de aquella sala donde necesitabas tanto un abrazo. Y a la vez me dio gusto de que por fin me pusieras cara.

Sé que te cayeron como una losa todos esos duros momentos pasados. Tu deambular por los hospitales y consultas, tus ingresos, tus visitas a urgencias, las decenas de pruebas realizadas en mi busca sin encontrar ni rastro de la causa de tu enorme dolor. Electromiogramas (2) resonancias de la columna, caderas, cuello (10?), colonoscopias (4), TACs, gammagrafías (3), análisis de sangre de todo tipo, pruebas con contraste y sin... Los diagnósticos erróneos: fibromialgia (ese saco donde van a parar muchas veces todas las enfermedades que los médicos nos saben reconocer y que no son fibromialgia), sacroíleitis, trocanteritis, posible celiaquía, etc, etc. Las diferentes especialidades médicas que te han escudriñado: medicina interna, traumatólogos, urólogos, reumatólogos, neurocirujanos, de digestivo y, cómo no, varios ginecólogos que nunca hicieron un amago de buscar más allá de la simple eco de rutina. Todos los medicamentos consumidos: desde anti depresivos hasta opiáceos (sin resultados). Todas las visitas al fisio. Todos las partes de tu cuerpo que he ido poco a poco conquistando: el sacro, la cadera, la pierna, el ovario, el intestino, el glúteo...

Todas las lágrimas. Todas las noche sin dormir. Todas las quejas que callaste por no parecer enferma, por querer llevar una vida normal, sin días de baja, sin victimismos. Toda la desesperación.

Todo eso se precipitó de golpe sobre ti ayer, mientras la doctora dibujaba tu mal en un folio en blanco con su boli azul.

O pastillas o extirpar todo. Esas son las dos soluciones que te ofrecieron. Sí, soy una cabrona, no me ando con medias tintas. Además no te puedo prometer que esas píldoras tengan algún efecto sobre mí. A veces son como tomar agua. 

No quiero quitarte la ilusión, ¿eh? No creas, sólo te aviso para que luego no me digas que no lo hice.

Eso sí, no pienso largarme de aquí. Puede que deje de hacerte daño (habrá que verlo) pero jamás me ire de tu lado. Ni siquiera cuando te llegue la menopausia, pues las partes que ya he dañado seguirán estando ahí, a no ser que al final decidas cortar por lo sano.

Buena suerte

Atentamente

Tu endometriosis

martes, 21 de octubre de 2014

La pequeña se hace grande


En unas horas entraré a tu cuarto sigilosa y te despertaré con una canción de felicitación del You Tube, como viene siendo tradición.

Sé que sonreirás aún sin abrir los ojos. Porque sonríes siempre antes de nada. Lo primero que vi de ti al conocerte en Addis Abeba fue tu sonrisa eterna. Y se me quedó clavada para siempre, como tu forma de agarrarme del hombro o de darme palmaditas en la espalda. Lo hacías con cinco meses y lo sigues haciendo ahora con seis años.

Seis años ya amore. Seis. 

Si ya eres nerviosa de normal, cómo no ibas a estarlo hoy sabiendo que mañana es tu cumple. Lo que te gusta que te llame la gente para felicitarte. Los regalos de casa. Te hemos preparado algo para que practiques tu vocaciön de cocinera. Esperamos que te guste. Y lo que te encanta llevar al cole cositas, como los aspitos y batidos de chocolate que tenemos ya preparados. Las alergias no nos dejan llevar otra cosa.

Tendrás que esperar aún mucho para que sea tu gran celebración con tus amigos del cole. ¿Aguantarás? ¿Lo haré yo escuchando cada día tus preguntas sobre cuánto falta?

Mañana, al ser martes, no podremos estar juntas ni pasar un día fabuloso en familia. Hay que ir al cole como cada día. Incluso tienes tu primer examen. No pasa nada. Porque a la tarde vamos a hacer ese salami de nutella tan rico que te he prometido y vamos a cenar esas alitas de pollo que tanto de gustan. Sí, con patatas fritas.

"Qué llena de alegría está esta niña" nos dijo ayer una señora mayor que nos cruzamos en el ascensor. Pues sí, es tu mayor virtud. Tu alegría y tu capacidad de contagiarla a los que están cerca de ti.

Cumples seis años, "pero parece que tengo ocho o nueve" dices tú adelantándote a los comentarios que siempre suceden cuando la gente se entera de tu edad. Sí, eres grande en tamaño pero chiquita a la vez. Porque eres eso, una niña de seis años, con toda la inocencia y todas las ganas de jugar y de moverte que puede tener una niña de esta edad. Bueno, toda y alguna más. Porque inquieta y movida eres un rato. Tanto que a tu padre y a mí nos cuesta muchas veces entenderte. A veces no tenemos la paciencia que te mereces, y levantamos la voz para que nos hagas caso mientras tú parece que no nos oyes y sigues saltando, cantando, persiguiendo a tu hermana por el pasillo. Y si nosotros olvidamos a veces cómo eres y cómo motivarte mejor a hacer algo, que no le pasará a otros, como tu nueva profe de este año.

A veces quisiera poder ir contigo al cole, y estar ahí cuando te sientas sola, o disgustada o triste, si es que alguna vez te sientes así. Me gustaría ir a hablar con cada uno de los profesores, y los padres y madres, y los niños. Contarles cómo eres, para que, al conocerte, todos fueran capaces de quererte y ninguno se atreviera jamás a hacerte daño. Estas cosas las pensamos la mayoría de las madres alguna vez. Es absurdo, pues no es posible, sin embargo lo pensamos. 

No quiero que te vean como la niña más grande de primero de primaria, la negrita de primero de primaria, la niña a la que le cuesta leer de primero de primaria, la niña a la que le cuesta hablar inglés, la niña que fue adoptada en Etiopía, la niña que no para un momento, la niña un poco rara porque sus padres son blancos y su hermana también.

Quiero que te vean como la niña con un corazón gigante que es capaz de ponerse en el lugar del otro en cada momento y que quiere a las personas de verdad. Quiero que te vean como la niña simpática y sonriente que eres, la niña cariñosa, la niña sensible, la niña con ansias de aprender, la niña a la que le encanta bromear. La niña con piel y pelo preciosos a la que le sientan bien todos los colores. La niña que se muere de ganas porque la quieran sus amigos y que les quiere hasta el infinito y más allá. La niña curiosa y preguntona que empiezas a ser, preocupada por los enigmas más antiguos de la humanidad así como porque todo el mundo esté contento. La niña que colorea sus dibujos con las mezclas de tonos más alegres del mundo. 

Mi niña. Mi pequeña. Muchas felicidades princesa. Te quiero mucho y recuerda que te querría aunque fueras un dinosaurio.




viernes, 10 de octubre de 2014

También tengo miedo

Tengo miedo.


Mucho.

Sé que es mucho porque se cuela en mis noches y me martillea los sueños.

Miedo al imaginar el miedo de una mujer que lucha por su vida en un hospital mientras puede leer que algunos ya la han incinerado. Por pensarla ahí sola, sin recibir un abrazo, sin ni siquiera recibir una mirada de aliento de quienes la atienden, pues los ojos se esconden tras el protocolo. 

Miedo por creerla llorando la muerte de su amigo del alma. Miedo por su pareja, su familia, sus amigos. Miedo por todas esas personas en observación. Personas que llevan también sus miedos a cuestas. Personas que tienen a otras personas que las quieren y también sienten miedo.

El miedo en la ciudad ha sufrido un brusco incremento en los últimos días de un mil por ciento, aunque la cifra no se conoce con exactitud. El miedo en el país, en el continente, en el mundo occidental está a punto de desbordar todas las previsiones.

¿Qué decir del miedo en el corazón de la epidemia? El miedo de todas esas madres, el miedo de todos esos niños. Huérfanos. El miedo de los médicos, que lo esconden como si los enfermos fueran sus propios hijos.

Miedo por ver una sociedad cada vez más deshumanizada. Que vive asustada por el miedo al contagio, por el miedo a que el mundo se convierta en una suerte de ensayo sobre la ceguera.

Miedo de que África sea visto como un continente tan lejano como Marte y tan poco importante como un islote sin descubrir en medio del Pacífico. Miedo porque el miedo a los africanos que implica el racismo aumente exponencialmente. Otro motivo más para aumentar el odio al diferente.

Y también tengo, no voy a mentir, el miedo que tenemos todos. A que este virus maldito haya venido para quedarse a vivir por aquí mucho tiempo mientras destroza todo a su paso. 

Miedo a morir o que otros mueran.

Tengo miedo a que mis hijas perciban todos mis miedos. 

Tengo miedo cada vez que mis hijas me dicen que tienen miedo. 

Mejor dicho, no tengo miedo, tengo pánico.


domingo, 28 de septiembre de 2014

Soy feminista


Sí, soy FEMINISTA, así en letras grandes. Entre otras muchas cosas que ya sugiere el título de mi blog.

Eso significa también muchas otras. La fundamental es que creo en la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. No en la superioridad de nadie sobre nadie más. No en la igualdad así a secas, sino en la de derechos y oportunidades. Eso quiere decir que SÉ que no somos iguales, eso es obvio, se ve a simple vista.

Feminista es una palabra llena de connotaciones negativas para muchos y muchas. Se cree en ciertos círculos que ser feminista es igual a ser machista pero en mujer. Se asocia a mujeres radicales, incluso violentas, a veces masculinizadas. 

Ni feminismo es lo opuesto a machismo ni tiene nada que ver con mujeres andróginas, vehementes o autoritarias.

Hubo un tiempo que, ilusa de mí, creí que todas las mujeres lo éramos. Que todas, desde nuestra posición de ser la parte de la sociedad que aún no ha logrado la igualdad en muchos aspectos (salarios, puestos de responsabilidad, etc) estábamos comprometidas con la causa. Que todas, por afinidad, empatía y solidaridad con esas otras mujeres de otros mundos donde son consideradas  directamente seres inferiores, donde están obligadas a llevar velo, o a ejercer la prostitución, o tiene prohibido trabajar y conducir, estábamos ligadas intrínsicamente con el movimiento. 

Después de verme metida en varias conversaciones que acabaron en discusión, o de simplemente escuchar a mujeres de todo tipo desmarcándose de la palabra y de todo lo que ella implica, me di cuenta de que ser feminista no está bien visto y que mejor no decirlo si querías evitar un conflicto. ¿Mejor no decirlo? Pues no, creo que es mejor siempre sentirse orgullosa de tus creencias, ya seas religiosas, políticas, futbolísticas o sobre género, como en este caso.

Soy feminista porque soy mujer. Si fuera hombre, me gustaría ser feminista también. El feminismo no es sólo cosa de mujeres, no debería ser sólo cosa de mujeres. Como muy bien nos ha explicado la fantástica Emma Watson en su discurso en la ONU la semana pasada dentro de la campaña #HeforShe, en la que se trata de involucrar a todos, hombres y mujeres por la igualdad.

Recuerdo algunas charlas sobre liderazgo femenino a las que he asistido en las que mujeres de éxito hablaban de su experiencia, de sus dificultades, de sus estrategias para superarlas. En instaban a luchar por la igualdad, a crear redes de mujeres, a creernos que somos capaces, a luchar por nuestros sueños. Pero miraba a mi alrededor y no veía a ningún hombre en la sala o casi ninguno. Recuerdo que eso me hacía pensar que a veces sólo gritábamos hacia nosotras mismas. Que toda esa energía y entusiasmo al final no tendría mucho resultado práctico si los hombres no se involucraban y nos facilitaban ese camino. Porque no nos engañemos, no podemos hacerlo solas, necesitamos que los hombres estén de nuestro lado en esto y nos apoyen activamente.

Por ejemplo, ¿alguna vez has trabajado mucho en un proyecto que tu jefe, hombre, ha presentado como propio? Necesitamos que esos jefes nos dejen ser visibles y necesitamos sentirnos fuertes para hablar delante de un montón de hombres sin que nos tiemble el pulso, por poner un ejemplo. 

Yo ahora tengo la suerte de que mi jefe me deja hacer, presentar mi propio trabajo, lucirme o meter la pata. A veces me veo desde fuera en esas reuniones donde hay doce hombres y tres mujeres y sólo hablo yo y no me creo que sea cierto. Es cierto que lo paso mal, que me pongo nerviosa y necesito ensayar antes. Sin embargo, nunca se me ha pasado por la cabeza decir que no. 

El otro día una compañera de trabajo me contaba el vértigo que sintió cuando le ofrecieron un puesto de directora hace unos años: "sentí que tenía que decir SÍ, no podía decir que no, no sólo por mí, sino por todas las mujeres. Si decía que no, corría el riesgo de que no ofrecieran ese puesto a ninguna otra mujer después".

Reproduzco aquí varios trozos del discurso de Emma Watson. El discurso completo lo puedes ver aquí.

"Si seguís odiando la palabra, no es la palabra lo que es importante. Es la idea y la ambición que hay detrás de ello, porque no todas las mujeres han recibido los mismos derechos que yo. De hecho, estadísticamente, muy pocas lo han conseguido.

En 1997, Hillary Clinton hizo un famoso discurso en Pekín sobre los derechos de las mujeres. Desafortunadamente, muchas de las cosas que ella quería cambiar siguen existiendo hoy en día. Lo que me llamó la atención es que menos del 30% de la audiencia eran hombres. ¿Cómo podemos lograr el cambio en el mundo cuando sólo la mitad está invitada o se le recibe para participar en la conversación?
Hombres, me gustaría aprovechar esta oportunidad para extenderos una invitación formal. La igualdad de géneros es vuestra cuestión también. Porque hasta la fecha, he visto el papel de mi padre poco valorado por la sociedad. He visto a hombres jóvenes sufrir enfermedades mentales, siendo incapaces de pedir ayuda por miedo a que ello les haga menos hombres. De hecho, en el Reino Unido el suicidio es la mayor causa de muerte de los hombres entre 20 y 49 años, eclipsando los accidentes de tráfico, el cáncer y las enfermedades cardiovasculares. He visto a hombres sentirse frágiles e inseguros por lo que se considera éxito masculino. Los hombres tampoco tienen los beneficios de la igualdad.

No hablamos muy a menudo de los hombres siendo presos de estereotipos de géneros pero puedo ver que existen. Cuando sean libres, las cosas cambiarán para las mujeres como consecuencia natural. Si los hombres no necesitan ser agresivos para ser aceptados, las mujeres no se verán obligadas a ser sumisas. Si los hombres no necesitan controlar, las mujeres no tendrán que ser controladas.

Tanto los hombres como las mujeres deberían sentirse libres para ser sensibles. Tanto los hombres como las mujeres deberían sentirse libres para ser fuertes. Es hora de que veamos los géneros como un espectro en lugar de dos ideales opuestos. Deberíamos dejar de definirnos por lo que no somos y empezar a definirnos por lo que somos. Podemos ser más libres y esto es de lo que trata HeForShe. Es sobre la libertad. Quiero que los hombres acepten la tarea para que sus hijas, sus hermanas y sus madres puedan ser libres de prejuicios pero también que sus hijos tengan el permiso de ser vulnerables y humanos también que reclamen partes de ellos que habían abandonado, y con ello, sean una versión más verdadera y completa de ellos mismos."




jueves, 18 de septiembre de 2014

Reuniones de principio de curso

Este año voy a sacar las mejores notas de mi vida como buena madre que soy. Me lo he propuesto.

Para empezar, este curso llevo a mis hijas todos los días al cole a las nueve de la mañana, con puntualidad asombrosa (llegando incluso 15 minutos antes de que abran la puerta), cosa que antes hacía de vez en cuando, lo de llevarlas digo, y siempre sobre las ocho. Las dejaba en esa actividad conocida como Los primeros de la mañana. Imagino que le habrán puesto ese nombre de "Primeros" con la idea de edulcorar el hecho de que por culpa del trabajo tengas que levantar a tus hijas tremendamente pronto y dejarlas desde bien temprano en el cole. Algo negativo per se, porque además cuesta un ojo de la cara, se adorna con una palabra cargada de positivismo.  ¿Quién no ha querido alguna vez ser el primero en algo?

Tan aplicada estoy que incluso esta semana he asistido durante dos días seguidos a sendas reuniones con las maestras de mis hijas. A la una de la tarde, en pleno horario laboral. Por lo general no puedo asistir a estas reuniones, y menos durante dos días seguidos. Normalmente son a las 12:30, hora ideal para aquellos que curramos en oficinas de sol a sol. Pero este año me enfrento a dos importantes retos: la pequeña empieza primaria y la mayor la acaba, con sus correspondientes pruebas CDI y PET que son algo así, desde el punto de vista de la preparación y nervios previos, como la selectividad por partida doble.

Acojonada estoy.

Así que necesito involucrarme a tope en todo lo que tenga que ver con el cole para salir airosa de este curso. O eso o las vamos a pasar canutas.

A veces el trabajo me absorbe tanto que siento que paso por su vida escolar de puntillas. El año pasado, entre que tuve que contratar a alguien para que las recogiera y su padre las llevaba, más mis viajes y demás, me sentía como una de esas directivas (sin serlo) que curran tanto y envían a sus hijos a un internado. Sólo que con la cuenta pelada el dia 8 del mes.

Así que esto se ha acabado, este año mi prioridad number one son las niñas. En realidad siempre lo han sido, pero el curso pasado el nuevo trabajo, en el que ya llevo un año, me engullió de tal manera que todo sucedió sin darme cuenta y no, no quiero que esta situación se repita.

Y tras esta parrafada diré que yo vine aquí a hablar de las reuniones escolares. Bueno en realidad de la reunión a la que fui el martes de mi mayor. Sobre la otra nada que comentar, a excepción de que la profe me encantó, me dió buen rollo, aunque he de confesar que cuando vi que la otra posible profe era irlandesa me dio cosilla que no le hubiera tocado, por aquello de ser nativa. Van a un cole bilingüe. Sin embargo creo que nos va a ir bien con esta, lo intuyo y espero.

La reunión de la mayor fue una reunión de grupo, de los tres grupos de sexto del cole, con las tres maestras enfrente de los padres contándonos las novedades del curso. Hacía tantos años que no iba a las reuniones de L. que no sabía que ahora eran conjuntas.

Todo empezó con normalidad, comentando el tema de las pruebas de marras y demás. Y de repente escucho decir a una de las profes, no la de la mía: "y por favor todos los días duchados y con desodorante, que están hormonando". 

Fue como un bofetón de realidad mezclado con cierta estupefacción. De acuerdo que ya están en eso que se llama pubertad y que algunos niños, sobre todo niñas, están muy desarrollados, pero jo, cuesta hacerse a la idea de que tu niña está dejando la niñez para adentrarse en el peliguado mundo de las preadolescencia que después perderá la pre para relucir en todo su esplendor. Y lo siento pero no voy a poner desodorante a mi hija de diez años todavía.

La cosa podia haberse quedado ahi pero no. La misma profe, que por su edad intuyo no es madre o si los es, es reciente, insistió en meter el dedo en la llaga. "Llevad cuidado, que ya son adolescentes y se las saben todas, están revolucionados". O "Ya van a pasar a secundaria y deberían hacer esto y aquello solos, no pueden llegar al instituto de vuestra mano". Las palabras no son literales porque no las recuerdo exactamente, aunque se acercan mucho.

Lo que me dolió, y me consta que también a otros padres que me lo comentaron, fue esa ligereza de llamar a niños de 10 y 11 años adolescentes. Que el hecho de ser adolescente no es nada malo ojo. No estoy diciendo eso. Lo que me parece mal es esa manía de querer hacerles mayores antes de tiempo. El que ideó esta reforma de la educación, la de la ESO no tenía hijos o si los tenía le importaban poco o sufrió enajenación mental cuando su brillante pensamiento salió de su cabeza para convertirse en ley. Que un niño de 12 años deje el colegio para unirse al instituto con adolescentes de hasta 18 años me parece una aberración. Los niños, a esa edad, son aún eso, niños, preadolescentes si quieres, pero niños. En cambio ellos se creen mayores porque se unen al grupo de los mayores. Esto no me lo imagino, es que lo he visto con mis propios ojos en compañeros del cole de L.

Como los que fuimos a la EGB cuando con 14 llegábamos al insti y ya empezábamos a tontear con el tabaco y el alcohol y a salir con chicos. Tambien a maquillarnos y depilarnos. Recuerdo las peloteras con mi madre por este tema. Yo quería depilarme. Ella me compraba Andina. Ahora la entiendo. Y sólo de imaginar a mi niña el año que viene convertida en adolescente a la fuerza, imitando su comportamiento o sintiéndose fuera de lugar si no lo hace...se me ponen los pelos como escarpias.

Esto es algo que sólo las madres que han pasado por ello comprenden. Las que tienen niños más pequeños no lo entienden, lo cual es normal y no lo critico para nada. Lo que pasa es que joroba que la gente de tu alrededor suelte cosas como las de la profe de antes a la ligera. Sin tener en cuenta los sentimientos de nadie, ni de los padres ni de los hijos. L. llora cuando piensa que ella será adolescente y tendrá eso que llaman la edad del pavo, no quiere ni mentarlo. Sé que no le gusta nada que le digan que está mayor, sí, parece raro, cuando todos los niños a esas edades queríamos serlo. Me da que tiene un poquito de Peter Pan, sin ganas de crecer y vivir en un mundo de adultos para siempre. Y no me extraña. 

Así que desde aquí lanzo un mensaje en una botella por si llega a buen puerto.

Déjemos a los niños alargar su infancia lo máximo posible. Profesores, padres y madres, familiares, revistas, series de televisión, creadores de videojuegos y de juguetes en general, amigos...dejemos que cada cosa llegue a su tiempo, y llamemos a cada cosa por su nombre. No seamos nosotros quienes fomentemos esa revolución antes de lo que toca.

El lenguaje parece algo trivial e inocente pero las palabras las carga Miley Cirus, digo el diablo.

Ahí lo dejo.