miércoles, 28 de diciembre de 2016

Viaje a Italia: Pisa




Todo estaba listo para comenzar de nuevo el viaje hasta La Spezia, una localidad costera al Noroeste de Italia, región de Liguria. El GPS hablaba por fin nuestro idioma y nos comentó alegremente que llegaríamos a destino en unas dos horas y media (224 km). El camino se hace un poco largo si pones la radio, porque la música suele ser toda similar a las baladas de Eros Ramazzoti. Amore y amore por todas partes, que llega a perjudicarte los tímpanos y los nervios a la par, y para lo que sólo hay dos salidas dignas: apagar la radio o tener Spotify, de pago.

Nos perdimos, como siempre se pierde uno en una ciudad desconocida, sobre todo si lleva sistema de navegación en el coche. Los GPS se burlan de los turistas y juegan con nuestra paciencia y capacidad de resiliencia. Esto es así. 

Con un sol que nos miraba desde lo alto, malvado, inmisericorde, nos vimos arrastrando maletas por cuestas inesperadas. La Residencia Levante estaba escondida entre callejuelas estrechas y antiguas, cerca de la ladera de la montaña, entre dos vias de tren. Ya está, pensé decepcionada. Venimos a un verdadero tugurio. Me han vuelto a engañar con las fotos y los comentarios. La recepción estaba vacía, como si fuera una recepción a tiempo parcial. Llamé a uno de los teléfonos que venían impresos en una tarjeta.

Enseguida llegó un chico joven, simpático a pesar de no sonreír, con muchas ganas de agradar y facilitarnos las cosas. Respiré aliviada. Nos condujo hasta la primera planta y abrió la puerta de nuestro apartamento. Fantástico, lleno de luz, todo recién reformado, muebles nuevos, limpísimo, baño con ventana, cocina con ventana, terraza. Bien, al final no ha habido mentiras. Aquí estaremos a gusto. 

El chico acompañó a Ramón a por el coche y le condujo hasta el garaje, enorme y gratuito. Y allí nos quedamos unos diez minutos, sintiendo el fresquito del aire acondicionado en la cara. Inmediatamente después salimos hacia Pisa, con la intención de comer allí, ver la ciudad y partir hacia Lucca. En plan viaje organizado.

La cosa empezó bien porque encontramos sitio para aparcar muy pronto, en zona azul, gratuita al ser domingo. Lo malo que estábamos a unos tres kilómetros del centro y nos pegamos un buen paseo entre las tres y las cuatro de la tarde, buscando algún lugar para comer. La ciudad estaba desierta, en esa parte al menos, como si todo el mundo se concentrara en la Piazza dei Miracoli y sus aledaños.

Comimos en una trattoria que da a una plaza pequeña, cuyo nombre no recuerdo, pasta, pizza, cerveza, agua. Era un sitio estrecho y oscuro, con poca gente, entiendo que por las horas, con precios más o menos asequibles para ser Italia. Y con terraza, eso era fundamental. Allí repusimos fuerzas para seguir hasta la Torre inclinada. Teníamos además una importante misión, comprar pan y tomates para complementar el jamón ibérico que nos esperaba en el apartamento para cenar.

Paseamos sin rumbo hacia lo que creíamos que sería el sitio del Duomo pero nos equivocamos, íbamos por la orilla incorrecta del río Arno. Nos encontramos, eso sí, con el bonito Palazzo Blue e incluso vimos un casa inclinada al otro lado del río. Volvimos hacia atrás y pasamos por el puente Mezzo y anduvimos por Borgo Stretto hacia la parte más fotografiada de Pisa, donde la gente es capaz de hacer las cosas más estúpidas por conseguir una foto "original" con la famosa torre.

De camino, nuestra habitual parada para degustar un delicioso café italiano. Siempre en la barra para evitar desembolsos desmesurados. El precio de un café puede ser el triple si te sientas tranquilamente en una terraza a esperar que un camarero te lo sirva.

Por fin alcanzamos nuestro destino. Impresionante la Torre, la Catedral, el Baptisterio y el Camposanto, aunque este último apenas lo vislumbramos por dentro. La entrada a los cuatro monumentos era bastante cara para los cuatro, así que elegimos uno de ellos, el Baptisterio. La entrada a la catedral es gratuita pero a partir de las siete de la tarde, hora a la que queríamos estar de vuelta. Hacía un calor terrible a las cinco de la tarde. 

El Baptisterio impresiona, sobre todo cuando de repente un señor empieza a cantar y comprobamos las cualidades acústicas de la sala. Es el más grande de Italia, de origen románico (1152) y está dedicado a San Juan Bautista.

Tras las fotos chorras de rigor, fuimos paseando de nuevo hacia el coche. El calor nos había robado las fuerzas y la idea de ir esa tarde a Lucca desapareció de nuestra lista de cosas por hacer en ese día. Tomamos unos helados, compramos el pan y los tomates en una tienda regentada por indios y tardamos una eternidad en llegar al aparcamiento.

Me hubiera gustado dedicarle un poco más de tiempo a Pisa, pues estoy segura de que es mucho más que lo que vimos apresuradamente. Otra vez será.

A la vuelta nos perdimos y llegamos a casa mucho más tarde de lo esperado, sobre las nueve. Hechos polvo, hambrientos, acalorados. Así que el bocata y la ducha nos supieron de lujo. Al día siguiente, las Cinque Terre.




jueves, 8 de diciembre de 2016

Tengo 8 años y no paro de hacer deberes


Tengo ocho años y desde que tenía cinco, desde infantil, tengo deberes. Mi madre dice que eso es mucho tiempo, yo creo que eso es siempre.

En tercero de infantil fue cuando las cosas empezaron a cambiar. La profe quería que aprendiéramos a leer muy deprisa, porque decía que al año siguiente, dentro de un montonazo de tiempo, todo el cole iba a ser en inglés y que si no lo hacíamos así, íbamos a suspender. Yo entonces no sabía qué significaba esa palabra que todo el mundo decía. Mi padre, mi madre, la seño, mis compañeros. Todos hablaban de suspender y aunque no sabía lo que era, tenía que ser algo muy malo, como romperse los pantalones o gritarle a mi hermana. 

"¿Qué vais a hacer con esta niña? es que con ella no hay manera, va muy por detrás del resto"

Cada día nuestra maestra nos enseñaba un montón de páginas de letrilandia. Yo no podía ir tan rápido como mis compañeros. Me quedaba siempre la última y eso me hacía sentir muy mal. Mi madre se enfadaba, y a veces me gritaba porque cuando leíamos una frase de un libro varias veces yo seguía sin enterarme de lo que ponía en ese libro. Las letras se me parecían todas. Era un lío bastante grande. Mi madre luego me pedía perdón por haberme gritado. Yo lloraba un poco.

En primero de primaria, como ya eramos mayores, la nueva profesora decía a mis papás que teníamos que ponernos las pilas, que éramos muy infantiles y que ya no podíamos serlo porque estábamos en primaria. Mi madre repetía que sólo tenía 5 años y que no podía ser que nos pusieran tantos deberes todos los días. Empecé a tener exámenes. Tampoco sabía lo que era hasta que tuve que quedarme en silencio absoluto durante una hora y responder a unas preguntas muy difíciles de inglés. 

"Es que tu hija necesita más disciplina, no hace caso a nadie, se levanta y se va al baño como si estuviera en infantil, tenéis que ponerle normas"

Me daban ya las notas y algunas no eran buenas. Creo que si es menos de un cinco es fatal y si es más es mejor. Nunca he sacado un 9 ni un 10 como mi amiga. Sé que mis padres se pondrían super contentos si lo hiciera. Pero por más que lo intento y me esfuerzo, no me sale. Mi madre me dice que si es un 6 ó 7 es genial, aunque sé lo que dice sólo para que yo me sienta mejor. 

"Se trae juguetes a clase y los saca mientras estoy explicando"

Logré pasar a segundo y allí conocí a una profe genial. Era muy buena con todos los niños y no me regañaba como otras de antes. Ella entendía que yo fuera un poco diferente a los demás, porque me muevo mucho y soy un poco más loca. Y si me salía mal un examen, me lo repetía para dejarme sacar una nota mejor. Ella nos contaba historias y nos hacía reír. Era muy divertido aprender así. Lo que pasa que mis padres me llevaron a Kumon, y entre hacer la ficha de todos los días más algunos deberes y exámenes que tenía, pues tampoco pude jugar mucho ese curso. Es que si no me daba tiempo a terminar en clase los ejercicios, pues los tenía que hacer en casa. Un rollo. Menos mal que ya no voy a Kumon porque mis padres decían que no nos daba la vida. Echo un montonazo enorme de menos a mi profesora del año pasado. 

"Ella es genial, muy alegre y divertida, ha mejorado un montón, aunque le gusta mucho hablar, la he sentado junto a la niña que va mejor en clase para ver si la ayuda"

Y ahora, muchísisisimo tiempo después, estoy en tercero, un curso super importante y mucho más difícil. Ni mi madre ni mi padre se saben a veces las cosas que estudiamos. Porque ellos me tiene que explicar los temas en casa. En clase no los entiendo, o sí los entiendo pero se me olvidan. Si son en inglés es peor, porque no me entero de nada. No lo puedo evitar, mi memoria es mala. Mis padres dicen que es porque me cuesta concentrarme, que no sé muy bien ni qué es. 

Mis profes dicen que es porque en clase no les escucho y hablo con otros niños, y llevo juguetitos que saco allí delante mientras explican y eso está prohibido. Ellos no saben que esos juguetes me hacen sentir mejor, porque a veces creo que no valgo, que soy tonta, o que tengo algo malo porque me adoptaron, porque tengo otros papás muy lejos que me dejaron para que otros papás me cogieran, mis papis de ahora. Hace poco me castigaron en el cole y me sentaron al lado de la profesora porque dijeron que no tenían más remedio, que era la única forma de que me portara bien. Y yo quería llorar pero le dije a la profe que no me importaba. A mi madre no se lo quise contar por si se enfadaba. No me gusta que mi madre me regañe, tengo miedo de que me deje de querer.

Ahora intento apuntar en la agenda todo lo que me piden cada día, para no olvidarme de nada y que no me pongan mala nota. Y todos todos los días, estudio y hago las tareas, lo prometo, con papá o mamá porque sin ellos no puedo hacerlas bien. Quiero que ellos se pongan contentos de mí. Ellos me dicen que me quieren mucho, incluso si me regañan, aunque a veces me siento triste y me enfado mucho porque no estoy segura.

Porque lo malo es que suspendo mucho, la última vez he sacado un 1,8 en un examen de sosial sallens y mi madre ahí sí que se ha puesto muy enfadada. Estuve estudiando con ella toda la tarde y me lo sabía, pero al día siguiente se me olvidó. Ella dice que no entiende que pasó. Yo tampoco. ¿Qué puedo hacer para acordarme? los Reyes a lo mejor no me traen nada o me traen carbón. No paro de pensar en eso.

Como todos los años le pedimos deseos al año nuevo, los escribimos en unos papeles que pegamos en el árbol, este año le voy a pedir que me haga más lista para sacar mejores notas y que nadie se ría de mí. Y que mis padres sientan esa cosa que se llama orgullo, que mi madre dice que a veces es bueno y otras es malo. No sé por qué.

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"Los niños de adopción internacional se encuentran ante múltiples factores de riesgo relacionados con una mayor probabilidad de haber sufrido complicaciones relacionadas con causas prenatales, enfermedades víricas de la madre, deficiencias nutricionales durante el embarazo, consumo de alcohol, tabaco, drogas, durante la gestación (...) Todas estas situaciones dejan secuelas neurológicas sutiles que no son fácilmente detectables en el consultorio del neurólogo, pero que se observarán en la inmadurez de la autoregulación de las emociones y del comportamiento, la incapacidad para concentrarse y estar atento, en la fatiga durante el esfuerzo mental, la tensión nerviosa y la disminución de la capacidad de memorizar."

AFADA, Asociación de Familias Adoptantes de Aragón.

"Un exceso de deberes supone una gran frustración para un niño que quiere concluir el trabajo asignado y ve cómo éste le sobrepasa y el cansancio no le permite seguir estudiando. El rendimiento de los niños empeora si a la jornada escolar se añade un exceso de tiempo para los deberes.
Un niño que dedica un tiempo excesivo a las tareas escolares (según la OCDE la media española es de 6,5 horas semanales en la ESO, pero hay niños que ya en primaria superan esa media)  puede llegar a presentar síntomas de ansiedad y necesitar asistencia psicológica."
"Necesitamos un sistema educativo práctico, actual, serio, estable y que no exija tanta burocracia cambiante cada pocos años y se centre en lo que de verdad importa, los alumnos, y que así nos permita dedicar el tiempo a la verdadera base de nuestra sociedad: los niños y adolescentes. Firmemos para pedir a nuestros políticos que nuestro sistema educativo deje de ser moneda de cambio y que pase a ser elaborado junto con quienes han pasado años en las aulas, con quienes conocen la realidad social desde dentro de la escuela, quienes tienen como único interés enseñar y motivar hacia el aprendizaje para que quienes ahora empiezan a rodar en la sociedad sean capaces de hacer un mundo mejor"






miércoles, 2 de noviembre de 2016

Las voces que no escucho

Que vuelvan los sonidos de antes.

Las voces al otro lado del teléfono.

El ring de una llamada de número desconocido.

Las conversaciones entre dos personas que tienen algo que decirse, o quizá nada.

Cuando marcábamos con cierta vergüenza, por si no lo cogía él o ella y nos apuñalaban con un "no está, ¿quieres dejar un recado?"

Que vuelva la luz parpadeando en el contestador y el "tiene tres mensajes nuevos", que era mejor que pusieran en la radio tu canción, o las natillas caseras con galleta maría.

Que vuelvan las tardes enteras tomando un café en el centro. Los paseos mañaneros para hablar por hablar. Las ganas de verse y los abrazos. Los besos que suenan. Las risas que suenan. Las lágrimas que se ven y se oyen.

Que vuelva todo eso que alguien se llevó en un bolsillo, donde cree que guarda toda su vida, mientras ésta, sin mirarle pasa. Y pasa.

lunes, 10 de octubre de 2016

No seré

No seré la más alegre del lugar, ni la más simpática, ni la que tiene siempre la palabra perfecta en cada momento.

No seré las más cariñosa, ni la más enrollada, ni esa persona tan molona que a todos nos cae tan bien.
No seré la primera en ser invitada a la fiesta ni la que echen de menos si no va, tampoco te contará el chiste que te haga reír en un día de mierden.

Soy, sin embargo, más tirando a callada, cuando hablo a veces es a gritos, me indigno con facilidad con las injusticias (incluidas las domésticas) y la paciencia es un bien del que ando escasa.

Sé, no obstante, escuchar y comprender. Ponerme en la piel del otro y sentir lo que siente el otro. Ser capaz de dar consuelo, esperanza, energía, amor. Soy buena persona, sincera (quizá demasiado), honesta, con ganas de solucionar los problemas , de hacerles frente y seguir hacia delante, para disfrutar de lo bueno de la vida.

Me doy cuenta cada vez con más claridad de que no tenemos mucho tiempo en este mundo, por lo que las cosas que merecen la pena se reducen a las personas (unas pocas), los libros , los viajes, el jamón y la cerveza.

Tengo la manía de ponerme en el lugar del otro y lo paso bastante chungo. la empatía está sobrevalorada, no tengo duda.

Sufro, la verdad, y bastante, por la gente y sus historias. Por los que tengo cerca y por los que están lejos. Claro que también me pasa al contrario, que me alegro de verdad de la buena por todo lo grande que sucede a mi alrededor. ¿Y qué hago con lo malo? Pues me lo pongo delante de los ojos y busco la manera de atacarle hasta vencerle. Que me ha costado mucho llegar hasta aquí para que llegue ahora el azar, el destino o el mismísimo Dios a tocarme las orejas.

Y dicho todo lo cual, el día que cumplo 43 ha sido genial, no se si tanto como los colegas en Facebook o Whatsapp te desean...qué coño, ha sido mejor aún. Creo que la energía de tanta peña deseando felicidad a una persona tiene que producir un efecto cósmico imprevisible de carácter directamente proporcional al número de amigos en las redes sociales. No quiero ni imaginar como se sienten los que acumulan cientos y miles de amigos en el mundo 2.0.

Yo me siento de madre y me sentiré mucho mejor si el universo ese sigue conspirando a mi favor y al de los míos.

Muchas gracias a todos los que me habéis felicitado por aquí, o con vuestras voces, llamando de lugares muy lejanos incluso, con canciones, wasap, Instagram, etc. Sois la caña, cada uno por su lado, porque si no, no estaríais por aquí.

Muchos besos, y muy especiales a los recientes novios para los que posamos en esta foto :)

martes, 9 de agosto de 2016

El viaje (a Italia) de nuestra vida (II): Milán


Aquel sábado de junio nos levantamos de noche y no nos importó. Sabíamos que todo era porque comenzaba nuestro viaje. Así que a las niñas no les costó nada salir de la cama a aquella hora indecente del fin de semana.

Fuimos en nuestro coche, el viejo, y contratamos uno de esos parkings low cost que invaden Google, serviparking.com. El día anterior lo reservé y pague: 60 euros por 10 días, con recogida y devolución en el aeropuerto, y lavado gratis. Todo muy barato y cómodo, con la excepción de que lo del lavado no es cierto, a pesar de que lo anuncian a bombo y platillo en el buscador. 



Tras pasar el control y el embarque sin sobresaltos, por fin estábamos en el avión. "Mami, ¿qué significa esto?" dice mi hija pequeña mientras me señala las horribles ilustraciones sobre seguridad que Ryanair exhibe en los reposacabezas. "¿Vamos a bajar en tobogán?". La verdad es que esta aerolínea no se anda con tonterías, te planta ahí los dibujos delante sobre qué hacer en caso de catástrofe y hala, a pasar un buen vuelo mientras tratas de poner los ojos en blanco para no ver los detalles.

Aterrizamos en Bérgamo, Milán, sobre las doce de la mañana. Para recoger el coche del alquiler, teníamos primero que ir al mostrador de la compañía, que fue Hertz. Y ahí ya tuvimos la primera sorpresa del viaje. Siempre que se planifican los gastos de un viaje, hay que dejar espacio para las sorpresas.

La reserva que hice por internet incluía GPS por unos 3 euros el día. Allí me dijeron que los gastos de devolución del cacharro serían 50 euros, ya que dejaría el vehículo en Florencia. Tras quejarme convenientemente y comprobar que eso no estaba escrito en ninguna parte en el contrato, me dieron un coche con GPS incorporado, un Volvo V60 que no estaba nada mal. Aunque a cambio, aquí llegó la segunda sorpresa, tuvimos que pagar el seguro a todo riesgo, unos 35 euros la jornada, porque la franquicia es de 2.000 eurazos.

Cuando ya teníamos las llaves, faltaba llegar al parking, para lo cual había que montar en un autobús con sillones tapizados, 60 personas con maletas y un calor de mil demonios. Lo bueno es que el trayecto sólo dura 5 minutos y que ese tiempo no da para una deshidratación en condiciones.

Tal era el sofoco que llevábamos encima que nos pusimos en marcha sin comprobar el idioma del GPS, cuyo último cliente debió ser oriundo de un país aún por descubrir. Nos perdimos varias veces y por consiguiente perdimos, además, los nervios. Sí, los viajes son una gozada y, además, no son todo lo que sale en Instagram. Se viven también momentos de tensión que hay que saber cortar cuanto antes. Así que pusimos la música a tope y cantamos baladas italianas hasta que no pudimos más, diez minutos después.

El viaje a Milán dura una hora más o menos y por supuesto hay que pagar. Italia está llena de autopistas de peaje y la gasolina es algo más cara que en España. Así que hay que aprovechar y hacer fotos a todo lo que parece diferente y vivir el viaje pensando que a la vuelta te va a tocar la lotería y todo te saldrá gratis.

Nuestro hotel estaba a las afueras de Milán, en el Sesto San Giovanni. El Grand Hotel Duca di Mantova, muy cerca de la línea de metro que te deja directamente en la Piazza del Duomo, o sea, la Plaza de la Catedral. Un hotel de cuatro estrellas con una habitación enorme tipo suite y desayuno buffet para los cuatro por 89 euros la noche. Además hay un centro comercial al lado, Vulcano, lleno de las típicas franquicias, donde comimos el primer día un menú de McDonalds. No hubo manera de convencer a cierta señorita de comer algo un poco más italiano. 

“Milán es una ciudad que no tiene nada, excepto la catedral”.

Esta frase, que tuvimos que oír varias veces antes de poner un pie en la ciudad, retumbó en mi mente toda la tarde.   


Mientras paseaba por la Galería Vittorio Emanuele II y admiraba, catalejo en mano, la belleza de sus frescos en lo alto, simbolizando cuatro continentes: Europa, América, Asia y África.



O soñaba con entrar cual japonesa en Prada y calzarme unos taconazos del escaparate, para después hacerme con un Louis Vuitton y lucirlo en la terraza del Campari y en el Savini más tarde, degustando una deliciosa cena.



Cuando tomamos un delicioso café junto a la famosa Scala.

Al admirar el Duomo por fuera y por dentro, a pesar de que tuve que comprar un bata de esas de peluquería para no ofender a Dios con mis tirantes. Una pena que no llegamos a tiempo de subir a la terraza.

Durante nuestro agradable paseo por la Vía del Mercanti y la Vía Dante hacia el Castillo Sforzesco. El primer helado cayó en ese paseo, en el Mercanti Cafe. Uno de los helados más ricos que tomamos, aunque bastante caro, unos 4 euros por un cono de una bola.

También resonaba en mí la frase sobre la falta de interés de Milano cuando llegamos al castillo y descansamos junto a la fuente mientras nos salpicaba el agua.


Y ya, por último, cuando caminamos hasta llegar a la zona de las Columnas de San Lorenzo, ruinas romanas que no tienen un atractivo enorme, sin embargo, a su alrededor, los italianos se juntan sobre las siete y media a tomar el famoso aperitivi. 

Y nosotros, como si fuéramos como ellos, siendo como éramos tan guiris como cuando ellos vienen a vernos, nos sentamos en una terraza y pedimos nuestra bebida acompañada de costrinis y verduras con salsas. No creo que fuera el mejor local de la zona, pero qué rico sabe todo cuando estás de vacaciones, no tienes prisa, y la cerveza está bien fría.

Nos quedó tanto por hacer…sobre todo visitar la enorme tienda outlet de ¡golosinas! que nos encontramos de vuelta al hotel. No, en serio, nos quedamos con muchas ganas de ver La última cena de Leonardo Da Vinci, en el convento de Santa Maria delle Grazie. Hay que reservar con mucha antelación para conseguir entradas y yo no estuve atenta. Además me quedé con enormes ganas de caminar por el barrio de los canales, los Navigli, que fueron construidos a partir de un diseño del mismo Leonardo para transportar el mármol que se usó para hacer la catedral.

Milán es mucho más que el Duomo y la Galería y que todo lo que nosotros vivimos y lo que no.




Así que tenemos pendiente volver a esta fabulosa ciudad llena de cosas por hacer, ver, oler, tocar, escuchar, degustar y sentir. Como hicimos un poco el guiri, aparte de hacernos los italianos, acabamos pisando las partes nobles del torino de la Galería Vittorio Emanuele y girando tres veces sobre nosotros mismos. Y con eso dicen que tienes la vuelta asegurada. Aparte de un mareo bestial.



Próxima parada...la Spezia.








domingo, 31 de julio de 2016

El viaje (a Italia) de nuestra vida (I)

Manarola, Cinque Terre
Todo comenzó en otro viaje por carretera. No recuerdo si íbamos o veníamos. Supongo que lo primero, porque es el momento de más entusiasmo, cuando la excitación por lo que está por venir, hace galopar la mente a otros miles de lugares pendientes de visitar.

"En dos años iremos a Italia todos juntos"

Escuché gritos de alegría procedentes del asiento de atrás. Entonces tenían diez y cinco años. ¿Como en tan poco tiempo han cambiado tanto?

Fantaseando con la idea de ir en nuestro hipotético nuevo coche, hicimos noche mental en Salou y Marsella, para terminar llegando a Italia el tercer día, pisando primero Milán y su Duomo.

Tras ciento cincuenta y cinco vueltas en cierta cabeza conocida, llegamos a la conclusión de que era mucho mejor olvidarse del coche e ir en avión, para evitar cuatro noches de paso y un montón de kilómetros con las manos en el volante.

Así que en noviembre del año pasado, un mes y pico antes de lo previsto, no pude resistir la tentación de buscar el precio de los vuelos por internet, sólo para hacerme una idea. Acabé unas horas después con cuatro billetes virtuales a la ciudad de la moda y 300 euros menos en la cuenta bancaria. Ya no había marcha atrás para viajar en fechas distintas. Sería por diez días y sería a finales de junio, y con Ryanair. Por primera vez unas vacaciones que empezaban justo a la vez que las escolares.

Ahora solo quedaba pensar en la ruta, buscar los hoteles y alquilar el coche. Me  llevó unas cien horas, minuto arriba minuto abajo, en intervalos de unas cinco horas seguidas cada vez. El 90% de ellas se destinó a la búsqueda de las gangas de alojamiento que jamás encontré.

Mi idea inicial era comenzar en Milano para después ir rumbo a la idílica Toscana, parando con seguridad en Florencia alguna noche. Después iríamos a Venecia y de camino podíamos parar en Bolonia.

Todo cambió el día en que conté mi plan a una compañera de trabajo que había pasado un año de Erasmus en Italia.

"No puedes dejar de visitar las Cinque Terre"

Sólo la sonoridad del nombre invitaba a quedarse allí una temporada.

Tracé tres diferentes opciones de rutas en un excel, tomándome el viaje tan en serio como un plan de proyecto de ingeniería, y me puse a buscar alojamientos buenos, bonitos y baratos.

Tras investigar el tema como si estuviera en un capítulo de CSI, acabé reservando hoteles y apartamentos en cuatro plataformas diferentes: Booking, AirBNB, Hoteles.com y Venere.com. La simplicidad no es mi fuerte.

Cuando voy a viajar suelo reservar con mucho tiempo el alojamiento con política de cancelación gratis, y cuando se acerca la fecha vuelvo a mirar en busca de chollos de última hora que nunca aparecen.

El viaje definitivo quedó así:
Milán - La Spezia, visitando Pisa y Cinque Terre - Lucca - Florencia - Venecia - Verona - Milán

Otro tema fue la reserva del coche. Debido a que en Florencia no merece la pena,  y en Venecia directamente no se puede, decidí reservarlo por etapas. Los primeros cuatro días, dejándolo en Florencia al llegar, cogiéndolo de nuevo para ir a Venecia sólo por un día y de nuevo cogerlo en Venecia para volver a Milán.

Sí, suena a rollazo puro, pero te ahorras un dineral y no es para tanto. El único cambio fue que, al final, decidimos ir en tren a Venecia, pues sale mucho más barato teniendo en cuenta el precio del seguro del coche a todo riesgo, gasto no previsto inicialmente.

El último paso de la preparación fue reservar las entradas para los sitios que sí o sí visitaríamos: La Academia y la Galería Uffizi en Florencia y la Basílica de San Marcos en Venecia. Lo intentamos para La última Cena de Leonardo en Milán pero imposible. Hay que reservar con mucha antelación.

Una cosa que me arrepentí de no haber hecho es haber comprado la Firenze Card. Por 72 euros puedes ver todos los museos e iglesias de Florencia y los niños no pagan nada, hasta los 18 años. Teniendo en cuenta el precio de cada sitio allí, sale muy rentable.

Por último, sólo quedaba pasar por el súper para comprar provisiones. Viajando con niños lo mejor es hacerse con cosas para picar entre horas para aguantar, como frutos secos, chupa chups, jamón y chicles. Mis "imprescindibles".

Y hacer las maletas claro, a ser posible evitando tener que facturar. Nosotros llevamos 3 maletas de cabina y una mochila.


Sábado 24 de junio de 2016. La aventura comienza...
(Continuará)

miércoles, 20 de abril de 2016

¿De verdad hay necesidad de tantos deberes?


Mi hija ha tenido más de 30 exámenes desde que empezó el curso. Incluyendo valores éticos, educación física y arte.

Ha leído unos 8 libros obligatorios para clase, aparte de los libros de texto.

Ha hecho varios trabajos en diferentes asignaturas. Algunos en grupo.

Ha estudiado los romanos y las guerras púnicas, las ecuaciones de varias incógnitas, cientos de palabras nuevas en inglés, los ecosistemas, las células y varios procesos vitales. Le français aussi.

La miro y me veo a mi cuando estudiaba en el instituto, incluso me atrevería a decir que cuando iba a tercero de BUP.

Ella tiene doce años y estudia primero de la ESO.

A veces llora porque tiene mucho estrés. Otras veces se queja de que no puede leer los libros que en realidad le gustan por falta de tiempo. Ni hacer sus manualidades, que le encantan. O dibujar, lo que para ella es muy importante. O jugar, pues aún juega, le sigue gustando hacerlo, incluso con las cosas con las que jugaba hace varios años. 

No sé qué opinas, pero a mí me duele verla así. Creo que es un sinsentido. Que les están exigiendo un nivel de trabajo muy por encima de lo aconsejable para su edad. Que si siguen por ese camino, ¿que pasará en bachillerato? Los que lleguen y sigan queriendo estudiar, porque esa es otra. Querer seguir estudiando cuando llevas un ritmo descomunal durante cuatro años, sin tiempo más que para ir al instituto y volcarse en los libros... de texto. Creo que la nueva ley LOMCE no va a conseguir reducir el fracaso escolar, más al contrario, porque aumentará la desmotivación y las renuncias de muchos niños. Ojalá me equivoque. 

Y en esas andaba yo, que le comenté al jefe de estudios mi preocupación por mi hija y le comenté que quería que se quedara en casa la semana que sus compis se iban a esquiar, pues mi niña no fue por motivos que no vienen al caso. "Mire, que he pensado que mejor se queda en casa descansando (y dibujando, por ejemplo)". 

Pues mire usted - me dijo el amable jefe de estudios y profe de mates-, es que por ley no puede, aunque como madre, puede elegir lo que prefiera.

Como si una madre fuera realmente libre para decidir. Si a ti te dicen: su hija puede no venir a clase, no hay problema, pero sus notas pueden verse perjudicadas, ¿tú qué haces, como madre? Elijas lo que elijas, la decisión no es fácil, ni diría que libre, pues se ve condicionada por la NORMA.

Total que aproveché la ocasión para comunicarle mi opinión acerca del exceso de trabajo que llevaban los niños este curso. Que son 11 profesores, y cada uno de ellos manda multitud de tareas y que la niña estaba estresada y cansada, y todo eso que he comentado antes. Que por favor lo tuvieran en cuenta de cara al futuro.

Me pidió todo esto por escrito, para tratarlo en el consejo, con la firma de más padres y madres a ser posible. Para que no fuera una opinión personal mía, lo cual me parece muy lógico.

Allá que me fui al grupo de wasap del instituto a exponer los hechos y a pedir apoyo. Y me quedé bastante sorprendida de que muy pocos estuvieron de acuerdo conmigo. Algunos opinaban que no tenían tantos deberes, otros muchos no dijeron nada y también hubo quienes, estando de acuerdo en un principio, prefirieron no aparecer con su nombre en el escrito.

Mientras, leía en las noticias que los niños españoles se sienten presionados por los deberes según la OMS. Y que según la OCDE los niños de 15 años en España dedican una media de 6,5 horas semanales a los deberes frente a las 4,8 del resto de países industrializados. Mi hija dedica más de 10 horas por semana, si contamos como deberes también los trabajos de clase, los libros obligatorios y los ejercicios y estudios.

A pesar del escaso apoyo recibido por este grupo de padres y madres, sólo nueve personas de un total de más de 80 alumnos en tres grupos, envié la carta.

Fue antes de Semana Santa. Y justo hace una semana mi hija me comentó que todos los profes han empezado a preguntarles si sienten que tienen muchos deberes, a lo que la mayoría, siempre según la versión de mi hija, han respondido que sí. Además han empezado a escribir en la pizarra la lista de tareas del día, de manera que pueden ver qué carga de trabajo tienen y pueden equilibrar un poco las cosas. Esto fue una sugerencia incluída en mi carta, a propuesta de una madre del grupo de wasap.

Son pequeños pasos muy positivos que me hacen ser optimista ante el futuro por dos motivos: porque parece que los profesores se han dado cuenta de esta realidad y tratan de mejorarla y porque una vez más se demuestra que el decir las cosas, el expresar las opiniones de forma respetuosa, el alzar la voz, tiene resultados. Y todo ello, finalmente, va a repercutir de forma beneficiosa en los niños, que es lo que realmente todos queremos.

Sin embargo, más allá de todo esto, del tema deberes sí, deberes no, está el hecho de que el sistema educativo en sí mismo no es el mejor. El objetivo es conseguir niños con notas excelentes en ciertas materias, en perjuicio de otras, para alcanzar buenos resultados en los informes PISA. Intentando cumplir unos programas plagados de contenidos que obligan a ir a toda velocidad, dejando para casa tareas que no da tiempo a terminar en clase. Y dejando por el camino a muchos niños que no entran dentro de lo que el sistema considera "estandar", si es que un niño puede ser considerado "estandar".

Somos muchos los que creemos que las cosas pueden (y deben) hacerse mejor. Más allá del partido de turno, empeñado en salvar la educación con una nueva ley que acaba por ser peor que su predecesora.

Ayer llegó a mis ojos este vídeo de más abajo que circula por internet, en el que algunos famosos ponen voz a esa necesidad de cambio. Un cambio hecho en conjunto por profesores, padres, madres y alumnos. Un giro que tenga en cuenta todo lo que debería tenerse en cuenta para conseguir una educación de calidad, para ayudar a formar a las nuevas generaciones. Nuevas generaciones preparadas para hacer de este mundo un mundo mejor. ¿Utopía? Posiblemente. Nadie dijo que fuera fácil.

No dejéis de leer tampoco este post de mi amiga Noni Medina, donde expresa muy bien ese cambio posible y necesario.




Yo quiero ese cambio y creo en el cambio. ¿Y tú?





lunes, 21 de marzo de 2016

Hay, sin embargo, días (Día Mundial de la Poesía)

Hoy es el Día Mundial de la Poesía y por ello quiero publicar este poema que escribí para un consurso de poesía al que me presenté y no gané :)

Hay días que quiero romperme
Sentir cómo me convierto en pedacitos
Que vuelan y salen de mí hacia otros
Dispersos en la finitud de mi mundo

Posarme en los muebles y en el vino
Sobre los rayos empolvados que traen las ventanas
Encima de las sonrisas forzadas
Donde el tiempo quiso pararse a mirarme un rato

Y aunque rota, viva
Ser capaz de mantener el pensamiento intacto
Mientras por fin me libero del cuerpo y los espejos
De los años, de los kilos, de las formas, de los ruidos


Flotar en miles de partículas inciertas 
Que son más verdad de lo que nunca fue la muerte
Olvidar mi rostro y la terca angustia que me pierde

Sentirme en paz
Tranquila, lejos de los muros que me atrapan
De mi feminidad, de la de otras
De los ojos de ellos, de las palabras de todos

Hay días que quiero chillarme
Decirme a la cara lo que pienso
Lo que no me atrevo a decir ni para dentro
Palabras que parecen no estar
Mientras con todas sus letras me van comiendo

Ponerme los puntos y las comas
Arrancarme los pretéritos imperfectos que me adornan
Recitarme los versos que se esconden cobardes
En las manos, en las ingles, en los huesos, en la boca

Mirarme a los ojos mientras clamo
A voz en grito lo que mi mente escupe
Lo que no quiero oír ni necesito
Para sobrevivir en este teatro loco




Hay días que quiero encerrarme y tirar la llave
Hacer como que nunca estuve
Eliminar las pruebas
Mi nombre, los de ellos
Mis cosas, los recuerdos

Hay, sí, esos otros días
Que medio quebrada consigo parecer como los otras
Con sus frases coherentes
Su buena educación
Su hacer lo correcto
Su rutina de besos de madre e informes al management

Disfrazada de esa que no eres 
Detrás de lo previsible
Sin romperte, sin hacerte añicos, 
Mientras por dentro las rajas empiezan a extenderse 
Inaudibles, inconscientes, impasibles

Hay, sin embargo, otros días en los que me miro a los ojos
A ver quién aguanta más
Y salgo ganando
Me sonrío, me acuno, me abrazo
Empiezo a caminar
Con la cabeza alta
Pisando la mierda que me retuerce el alma
Poniendo luz en lo turbio
Velando lo que falsamente encandila


Parece que nada debo, que nadie me reclama 


Parece que la vida se torna fácil y mis pasos van a mi encuentro
Como en ese cuento que mamá se olvidó de contar.





sábado, 5 de marzo de 2016

Mira el lado positivo

Hace unos meses, en uno de mis viajes de vuelta a casa desde la oficina, me encontré de repente en un atasco inesperado. Un camión en prácticas era la causa. Y la cosa no mejoró cuando una grúa de pequeñas dimensiones se sumó a la caravana. No tenía una especial prisa. Sin embargo, el hecho de tener que ir a veinte por hora me hizo ponerme nerviosa. Noté mi corazón acelerado, empecé a resoplar y se me escapó algún que otro insulto en voz alta, desde el anonimato que mi coche me proporcionaba.

Tardé el doble de tiempo en llegar a casa. Eso, aparte de estar a punto de provocarme un ataque de ansiedad, me permitió lo siguiente:

1. Escuchar en la radio información sobre un curso de escritura creativa gratuito que iba a comenzar en breve cerca de mi casa. Era algo que llevaba tiempo queriendo hacer, así que en cuanto aparqué, lo busqué en el móvil, rellené un pequeño formulario (sí, con mucha dificultad) y empecé a ir a las clases hace unas semanas.

2. Parar en el paso de peatones y dejar cruzar a una chica que era clavada a una antigua compañera de estudios. La típica persona con la que te llevabas muy bien y con la que perdiste el contacto por esas cosas de la vida. Eso me hizo aceptar la invitación a una cena de antiguos alumnos del instituto que me llegó por Facebook a los pocos días. Aún no sé si esto es bueno o malo. Lo contaré cuando vuelva de la cena.

3. Descubrir que han abierto un nuevo restaurante en mi barrio.

4. Recibir una de esas llamadas de spam de un comercial de seguros y tener que colgar porque estaba conduciendo y necesito toda la concentración del mundo al conducir.

Lo que a priori parecía una contrariedad, el atasco, se convirtió en algo positivo. Y sin tener que hacer el esfuerzo de “tomármelo” como algo positivo. Que es precisamente lo que más cuesta cuando estás enfrascado en un momento negativo cien por cien. Porque entre tú y yo, ¿no te sienta como un pinchazo en el cuello cuando alguien te suelta eso de “mira el lado positivo”? Porque vamos a ver, esta frase ya se usa para todo. Da igual que estés contando que se te ha roto la plancha o que te has descubierto un bulto sospechoso.

¡¿Cómo que mire el lado positivo?!


Que sí, estamos de acuerdo en que no se puede ir por la vida con cara de limón pocho y soltando exabruptos sobre cualquier cosa a la primera de cambio. Pero de ahí al rollo positivismo por encima de todo va un abismo.

La queja y la lamentación están de capa caída en esta sociedad. A no ser que uses Twitter para decirle a una de esas operadoras móviles que te han timado con la factura. O Facebook para gritar que los lunes son una mierda.

Hay que estar felices. Ser felices. Con nuestros cuerpos, trabajos, familia, casa, amigos, salud, cuenta bancaria. Hay que ser positivos. Con todo lo que nos pase. Ya sea que nos despidan del curro o que nos pisemos una caca de perro en la calle. Y si queremos llorar o quejarnos, tenemos que hacerlo de puertas adentro, a ser posible sólo un rato por la noche y, si es en privado escribiendo todo en una libreta de papel, mejor que mejor. Te sirve de desahogo y no molestas a nadie con tus malos rollos.
Una buena opción es llorar en los atascos, nadie te ve, a excepción del coche de delante, al que tú no ves, con lo cual ¿a quién le importa? O en la ducha, para evitarte la rojez esa horrible de la nariz y los ojos.

Reír en cambio lo puedes hacer en cualquier parte, a todas horas, porque a todo el mundo le agrada. Puedes ir riendo sólo por la calle, que ya no te toman por loco como antaño. Más que poder, debes reír a todas horas. La risa, la sonrisa y la carcajada mueven no sé cuantos músculos de la cara a la vez, y eso es bueno. No recuerdo bien para qué es bueno, el caso es que lo es porque lo leí en alguna parte. 

Sonríe al despertar cada día y agradece al universo todo lo que te ha dado. Sonríe a tu familia en el desayuno aunque ellos te respondan con una mueca y un ojo medio cerrado. Sonríe a tus vecinos en el ascensor, aunque vayan fumando. Sonríe al dar los buenos días en la oficina, aunque algunos hagan como que no te ven para no saludar. Ríe sin parar mientras trabajas para estimular las hormonas de la felicidad y atraer las buenas energías. Envía el emoticono de la “risa hasta las lágrimas” a todos tus grupos, al menos una vez a lo largo del día. Mejor si pones muchos seguidos. Sonríe en el super, no sólo a la cajera o cajero sino a todo el que te encuentres por los pasillos, como si el super fuera tu pueblo. Ríe mucho con tus hijos mientras haces los deberes a la vez que pones la lavadora y le echas una sonrisa a tu perro. Y tras la cena, friega los platos con alegría. Por último, no te vayas a la cama sin haber visto algún programa o serie de humor en la tele o haber leído algún post tontorrón, como éste, que te haga olvidar los momentos amargos de la vida.

La vida son dos días y uno lo pasamos durmiendo no, ¿o era medio? Que no me entere yo que desperdicias otro medio con cosas negativas que no llevan a ninguna parte.

lunes, 15 de febrero de 2016

¿Por qué has adoptado si podías tener hijos biológicos?

Red Thread Legend Series, Beili Liu

Hace unos días encontré en mi muro de Facebook una pregunta lanzada al aire por una madre de dos niños que llegaron a su vida mediante la adopción.

La pregunta iba a destinada a las personas que, como es mi caso, tenemos hijos mediante la adopción y, además, mediante la biología.

¿Cuáles son las motivaciones, planteaba ella, para elegir las dos vías a la vez? 

Comentaba que su motivación para adoptar, en lugar de elegir la vía biológica, era principalmente el evitar traer nuevos niños al mundo cuando ya existen otros muchos que necesitan una familia. Por ello, le parecían vías contradictorias. 

Yo soy madre. Y lo soy por los dos caminos, el adoptivo y el biológico.

Mi concepto de formar una familia ha ido variando a lo largo de los años. Desde cuando jugaba a las Nancys con mis amigas y tenía una cuqui parejita de bebés blancos. Pasando por la etapa en la que renegaba de esos mocosos locos bajitos, sin olvidar cuando decía que yo iba a ser madre a toda costa, con o sin pareja. Hasta llegar a mi preciosa familia actual. Hubo un época que hasta quise ser madre de familia numerosa. Cielo santo.

Ser una madre como yo suscita muchos interrogantes en la sociedad. Y lo entiendo. Si yo misma me paso la vida cuestionándome todo, cómo no iba el resto del mundo a hacer lo mismo. 

La mayoría de esta gente que se pregunta cosas sobre mi familia, no ha llegado nunca a decírmelo abiertamente. Gente que nos ve por la calle o en los restaurantes, familias del cole, amigos de amigos que nos encontramos una primera (y única) vez, familiares lejanos. 

Otros, los menos, sí que lo han hecho. Gente que, como los de arriba, nos ve por la calle, amigos de amigos que no nos han visto nunca, familiares cercanos y lejanos, peluqueras, profesores, estudiantes, solteros, casados, con hijos y sin ellos, niños de cinco años y ya no recuerdo quién... La curiosidad no conoce fronteras. 

Estas son más o menos las formas de plantear sus dudas:

Preguntas a bocajarro y sin mucho tacto (*):


¿Por qué has adoptado si podías tener hijos tuyos?

Y si podías tener hijos propios, ¿por qué elegiste la adopción?

¿Es que ya no pudiste tener más hijos por ti misma que tuviste que adoptar?

(*) Respuestas posibles al final del post.

Preguntas prudentes y educadas


¿Qué te llevó a pensar en la adopción

¿Era algo que ya pensabas de antes de ser madre por primera vez?

Preguntas infantiles


¿Por qué tienes una hija blanca y otra negra

Preguntas de certificado de idoneidad


¿Por qué queréis adoptar teniendo ya una hija biológica?

Todas estas preguntas no son cómodas. Ni siquiera si te las hace alguien de mucha confianza. Siempre te quedas con la sensación de que esa persona va a juzgarte, digas lo que digas. Te sientes obligado a responder, a dar unas explicaciones que no tienes por qué dar, o simplemente no te apetece dar en absoluto.

Y en ese sentirte obligado, sumado a que no quieres entrar en muchos detalles de tu vida, acabas diciendo algo que en realidad no es la respuesta que quisieras dar y que no llega a transmitir la complejidad del asunto. 

"La vida es más compleja que el eslogan de una pegatina" (Zootrópolis). 

Conozco familias monomarentales de madres biológicas y también de madres adoptivas. No conozco a ningún padre en solitario, aunque me consta que los hay. Conozco familias que sólo tienen hijos biológicos (la mayoría) y otras que sólo tienen hijos adoptados. Conozco familias sin hijos y sin perro. Otras sin hijos y con perro. Y finalmente conozco familias como la mía. Con hijos bio y de adopción (y perro, sí, también perro, y para más inri, no adoptado). 

Dentro de cada una de ellas, a su vez puede haber más intrígulis por tratarse de segundos matrimonios o arrejuntamientos. O terceros. O también si la pareja, cuando la hay, es de personas del mismo sexo.

El paisaje familiar es variopinto. Y voy más allá, las motivaciones de cada uno para decidir adoptar y/o tener hijos mediante la inseminación, natural o no, también pueden ser muy distintas.

Lo que tengo claro es que la gran mayoría de estos padres y madres del mundo, los que voluntariamente decidieron serlo, dirían que quisieron entrar en este grandioso viaje  de la maternidad y paternidad porque deseaban con todas sus fuerzas tener un hijo. Da igual si ese hijo salió de la tripa de su madre actual o de otra madre anterior que no pudo/supo/quiso hacerse cargo de ese hijo. 

La principal motivación es tener un hijo. Criarlo, quererlo, protegerlo. Con todo lo que eso conlleva.

Y esa ha sido, desde luego, mi principal motivación para ser madre. 

Después vienen los matices.

Muchas parejas llegan a la adopción como su última vía para ser padres. Cuando la vía natural no puede llevarse a cabo debido a infertilidad, esterilidad, enfermedad. Y me parece perfecto. Siempre y cuando sean capaces de comprender que la adopción no les hace padres o madres de segunda. Lo otro no sería perfecto, no porque a mí no me lo parezca, sino por lo que tiene de sufrimiento para ellos y para ese niño que será adoptado.

Otras parejas, como la que inspiró la redacción de este post, deciden ir directamente a adoptar porque consideran que es la mejor opción posible, dado que el mundo está lleno de niños desamparados. Y me parece también perfecto. Siempre que no consideren que tener hijos biológicos es un acto menos generoso que el tener hijos mediante la adopción.

Después tenemos a las personas que en soledad quieren tener un hijo, mayoría mujeres, y que adoptan porque prefieren esta vía a la de vivir un embarazo en soledad y/o sin saber nada del padre o por temas religiosos, o simplemente por los mismos motivos que en el caso anterior: mejor dar una familia a un niño que ya está en el mundo, que dar vida a otro niño más. Igual de respetable.

Luego tenemos a todos los que deciden que sólo serán madres y padres de niños biológicos, porque necesitan que el hijo tenga sus genes, porque necesitan vivir esa experiencia, porque es lo que han aprendido, porque es lo natural y lo más habitual y lo que lleva pasando toda la vida. Fenómeno. Siempre y cuando no nos miren a los que adoptamos como padres/madres de hijos que no son "propios". 

¿Creerá alguien que tus hijos son "tuyos" y te son "propios" por tener tu color de pelo?

Y luego estamos los demás. Los que hacemos las dos cosas a la vez. 

Quedarme embarazada implicaba experimentar en carne propia el milagro de la vida. El privilegio que los dioses decidieron conceder a la mujer en exclusiva. 

(Muchos años después me pregunto si esos dioses no concedieron aquel privilegio pensando en que sería un regalo o en que sería un castigo)

También era parte de la historia con mi pareja. Nos queremos, ergo tengamos un hijo resultado de ese quererse.

Por entonces necesitaba gestar un hijo y necesitaba parirlo.


Con el tiempo las cosas cambiaron. La adopción como opción para tener otro hijo, que rondaba por mi cabeza desde hacía tiempo, empezó poco a poco a tomar fuerza para pasar, poco después, a ocupar todos mis sentidos. 

Adoptar significaba dar una familia a un niño que no la tenía, un niño huérfano, creía yo al principio. Una de las muchas ideas preconcebidas sobre la adopción que en mi ignorancia de novata tenía. Una idea muy atractiva para alguien en busca de hacer algo bueno en el mundo, más allá de pagar la cuota anual de una ONG.

Dicen que no se debe tomar la adopción como una acción solidaria. Y yo estoy totalmente de acuerdo ahora. La adopción es otra cosa. No me gusta que la gente crea que soy buena persona por haber adoptado, ni que mi hija es un acto de solidaridad. No soy mejor persona que otras muchas personas que no han adoptado ni adoptarían jamás. No fui a por mi hija a Etiopía para colgarme la medalla de mejor persona del año. Simplemente quise ser madre de una niña que no tenía una familia que la protegiera, cuidara, quisiera y criara. 

Sin esperar a cambio nada más y nada menos que el privilegio de ser su madre y que ella sea mi hija. 

Y no, no es que no pudiera gestar más hijos. Es que ni siquiera lo intenté.

Cuando mi segunda hija llegó, sentí que mi familia estaba completa.

Hay montones de modelos de familia, todos igual de válidos, buenos, respetables.

Yo estoy encantada con la mía y muy agradecida.

Con mi hijas, nuestras hijas, que en realidad no son mías, ni nuestras, porque no nos pertenecen, ni son propiedad de nadie.







(*)Respuestas posibles a las preguntas indiscretas:


A/Pues mira verás, es que mi marido y yo dormimos en habitaciones separadas, ¿sabes? y ya no practicamos sexo.

B/Es que lo del embarazo y eso es un rollo, y no veas la lactancia, qué pereza. Mucho más fácil irse a África y traerse un nene de estos tan ricos.

C/Tengo una enfermedad mortal y muy contagiosa. Deja que te quite esa pestaña de la cara.