lunes, 22 de abril de 2013

Mucho que decirse

Hacia varias infancias que no se veían. La suya la vivieron tan de cerca que parecían vivir sólo una y la gente intercambiaba sus nombres no porque se confundieran, sino porque realmente las veían como una única persona. Tal era su poder mimético.

Vestían igual, calzaban igual, hablaban igual, los Reyes Magos les traían las mismas cosas. Todo el mundo pensaba que la mayor cuidaba de la pequeña cuando era justo al revés. Compartieron hastas las madres, los padres, los hermanos, en una especie de doble familia perfecta donde la felicidad era sólo una forma de cubrir las apariencias.

Cuando la inocencia mutó en recelo, todo empezó a pudrirse por efecto de la mezquindad y la envidia. Nuevas personas entraron en escena y todo se convirtió en un circo grostesco de comparaciones y celos.

No obstante, la costumbre hizo de las suyas y prolongó el contacto más allá de lo saludable. 

Hoy, tras muchos años de silencio, están en la misma calle a punto de cruzarse sin saberlo. Tienen tantos gritos que lanzarse. Sin embargo, una de las dos ha cambiado de ruta en el último momento, desviándose por una calle paralela, echando a perder el encuentro. Tenían tanto que decirse.

Y sin embargo, no se dijeron nada.

1 comentario:

  1. Quizá ninguna se perdonó haber decepcionado a la otra, y el arrepentimiento y la vergüenza o la culpa son poderosos enemigos de la amistad y el amor. Una historia que tristemente es muy frecuente y de la que tendríamos que aprender que los sentimientos solo son auténticos cuando están por encima de los errores de los otros. Si te quieren de verdad los caminos nunca se bifurcan, quizá se hacen más angostos pero siempre acaban cruzándose hacia esa meta común. Felicidades por el post, hace reflexionar sobre uno de esos porqués que seguramente todos nos hemos formulado alguna vez. Un beso!

    ResponderEliminar

Me encanta que leas mi blog y si encima vas y me dejas un pequeño comentario me haces la mar de feliz ¡Mil gracias!