jueves, 18 de julio de 2013

La cita



Las 9 en punto. Bien, tengo tiempo de sobra para relajarme. Ahora entro, me acerco al maitre y le digo que tengo una reserva para dos. Hey, casi no me doy cuenta y abro la puerta con la izquierda. Menos mal que he rectificado a tiempo. Ya he tenido bastante con el gato negro de antes.

En cuanto pida algo para beber, me acercaré al baño a retocarme el pelo. La dependienta me dijo que esta gomina era la mejor, pero no me fío. Era muy barata.

-       Buenas noches.
-       Buenas noches, tengo una mesa reservada, la que hay junto a la cortina blanca.
-       Sí, señor. ¿Su nombre?
-      

Qué bien huele este sitio, me recuerda a la cocina de mamá. Gracias señorita, muy amable. Me encantan las camareras de uniforme, con ese delantal a modo de falda de noche, el pelo limpio y alejado de la cara, tan elegantes y serviciales.

Fantástico, el papel de la carta es grueso y beige. Las letras son granate. La  combinación ideal.  Ya temía que me pasara como la vez anterior. Pero no, esta noche, todo está perfecto. La mejor ubicación, la iluminación en su punto justo, la temperatura agradable, el mantel impecable, la cristalería de lujo, las velas sin aroma y las flores alejadas de mí. Una de las cosas que más me gustan de este sitio es que no hacen preguntas. Cuando les recité mi lista de deseos al hacer la reserva, anotaron todo sin extrañeza y siguieron tratándome como si fuera una persona importante. Sí, señor, cómo no. Todo estará a su gusto la noche de su visita.

Las 9 y 10. Ojalá que no llegue antes de tiempo porque tengo que ir al baño y no quiero que piense que no estoy. Claro que digo yo que preguntará en la puerta. Sí, es lo más lógico, y le dirán que esta es la mesa y que puede esperar sentada a que regrese. Le ofrecerán algo de beber, con esa exquisita educación que caracteriza a este local, y ella pedirá seguramente agua mientras observa los detalles de la estancia. Los grandes cuadros del siglo XVIII, las lámparas de cristal tallado, las sillas estilo francés, la chimenea de mármol rosáceo, los altos techos con refinadas molduras. Es como la sala de baile del palacio de los cuentos. Quiero que se sienta como una princesa.

Una, dos y tres. Me levanto. Ay va, la hemos fastidiado, pero cómo puedo ser tan torpe,  ¡Dios mío!. No, ahora no, que está a punto de llegar.  Cuanto lo siento señor, ¿puedo ayudarle?, no se preocupe, ahora mismo lo limpio todo. El camarero se apresura nervioso a retirar los restos de la copa que acabo de tirar al suelo al enganchar mi chaqueta con la silla. Afortunadamente aún no había ningún líquido dentro.

Voy hacia el baño, o mejor dicho “les toilettes”, con mi frasco de gomina en el bolsillo interior de la chaqueta. Por el camino me fijo en la cocina, que se descubre nítidamente a través de un cristal. El chef dirige con sabiduría a su equipo, que trabaja con destreza y precisión cada uno de los platos. Es lo menos que esperaría de ellos teniendo en cuenta la cifra a la que ascenderá mi cuenta al final de la noche.

Los azulejos del baño relucen. Las toallas, perfectamente dobladas y colocadas sobre una cesta de mimbre, dejan en el aire restos de agua de lavanda. El jabón es fresco e hidratante. Mi pelo está en su sitio. No necesito utilizar el fijador. Ya son y cuarto. Falta poco para que aparezca.

De camino a la mesa se suceden en mi cabeza pensamientos horribles: ¿y si no aparece? ¿y si no le gusta el restaurante? . Me tomaré una de esas pastillas mágicas para tranquilizarme un poco. Es el peor momento para ponerme negativo.

Esa señora que acaba de entrar usa Chanel nº 5, un clásico, aunque quizá demasiado. Espero que ella lleve algo más discreto y moderno. La imagino vestida de traje de chaqueta de falda tubo hasta poco más de la rodilla, de un color oscuro, con camisa blanca y sin grandes joyas. Con el pelo recogido, como esa chica que acaba de entrar con su padre del brazo. Con poco maquillaje. Con tacones negros altos y bolso tipo cartera.

Me pregunto si el señor de la mesa del fondo esperará a alguien. Ya estaba aquí cuando yo llegué y sigue leyendo el periódico sin pedir ningún plato. Tampoco le han servido bebida alguna. Posiblemente haya quedado con un cliente. No sé por qué pero algo me dice que su intención es firmar esta noche un acuerdo importante. Lleva maletín y portátil. Y ese traje, a pesar de su corrección, no parece el más apropiado para una cita.

Y aquella mujer, parece que acaba de salir de la oficina y sin pasar por casa se ha presentado aquí. No deberían dejar pasar a las personas que no prestan un mínimo de atención a su imagen. Este sitio merece un poco más de respeto. Si no hubiera quedado con quien he quedado, iría a quejarme ahora mismo.

La pareja que tengo a lado lleva años casada, seguro. No se hablan. No se miran a los ojos. Él tendrá una amante probablemente. Ella dejó de trabajar para cuidar a los hijos y ahora no sabe como acabar con la farsa de su matrimonio, sin que peligre su cómoda y atareada vida de mantenida con tarjeta de crédito ilimitado.

Las 9 y media. A partir de ahora puede entrar en cualquier momento. Por fin. Llevo tanto tiempo esperando este encuentro. Podría ser el principio de una nueva vida, la que llevo tantos años persiguiendo.

La puerta suena. Unos tacones se oyen sobre la moqueta. Deber ser ella.

Es increíble. La miro y la remiro y cada vez me convenzo más de que he tenido una gran suerte. Así la había imaginado siempre. La madre de sus nietos, la esposa de su único hijo. A mí los niños no me van mucho pero es el deseo más grande de mamá desde que cumplí los treinta. Y no puedo negárselo. Sí, estoy seguro de que mamá la imaginaba así, tal cual es. Joven, discreta, bonita y dulce. Estoy deseando que se conozcan para confirmarlo. No puedo fallar de nuevo. Esta vez será la definitiva.

13 comentarios:

  1. Bego, es tan descriptivo de la mente de este hombre que da un poco de miedo......

    Estupenda entrada!!!

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    1. Eso quería, que diera miedo o al menos inquietud, me alegro de haberlo conseguido.

      Gracias!!

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  2. Bego!!
    Precioso relato, me has tenido enganchada todo el tiempo!!!
    Me ha gustado micho'n

    Un beso

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    1. Mil gracias, cómo me alegro de que te haya enganchado ;-)

      Un besote

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  3. Bego!!! Genial... leía el relato y me imaginaba a Antony Perkins y su Norman Bates antes de convertirse en lo que fue... la descripción minuciosa y meticulosa como el personaje... un psicópata en potencia... genera clima y sorpresa...

    Me encantó... Besotes

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    1. Cómo me gustan tus comentarios!! Siempre dices algo realmente por encima de lo que merezco, aunque me mola, jejeje.

      Un besazo amiga

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  4. Qué buena eres, desde luego con cada relato que publicas llegas un poquito más lejos. Me encanta.

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    1. Muchas gracias amore!!

      Lo que tengo que hacer es ponerme las pilas y escribir algo nuevo, ya sabes que todo esto tiene un tiempito.

      Un besazo!

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  5. Bego me ha jalado la narración, si querías que imaginara a un pusilánime, bastante neurótico y faldero, lo has conseguido. No me da miedo como comentó alguien más arriba, me da aburrimiento (no el cuento, el personaje). El final, me dejo un poco enojada, siento que te apresuraste, llevas un ritmo perfecto y siento que el último párrafo me "cortó la nota".

    Dime que no te caigo mal por decirte estas cosas... si lo hago, dime y me meto mi escuela de crítica literaria por donde mejor me quepa.

    Un beso

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    1. Para nada me caes mal, ya te lo dije una vez, prefiero que alguien me meta caña ver mis lagunas y para mejorar ;-)

      Es muy difícil cerrar una historia y bordarla, soy consciente. Esto era un ejercicio de clase sin más.

      Prometo esforzarme más para el siguiente!! XD

      Un beso y mil gracias

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