Al pasar por su cuarto vi la puerta entreabierta y un par de
sandalias pequeñas tiradas en el suelo con despreocupación. Había visto su
calzado desperdigado por las distintas estancias de la casa en infinidad de
ocasiones. Aquella mañana, sin embargo, mis ojos se quedaron clavados en esa
imagen mientras algo muy parecido a la nostalgia empezaba a invadirme sin
compasión.
Veía sus pies del treinta y su cuerpo, el más pequeño de la
casa, a pesar de que su magnitud supera
todos los percentiles del mundo blanco. Tiene cuatro años ya, casi cinco. O
cuatro años todavía, según se mire. Si echo la vista atrás soy consciente de que
un día fue diminuta, aunque yo sólo pueda intuirlo pues la conocí cuando ya era
una criatura que llevaba, más o menos, cinco meses en el mundo. Me voy a
remirar las fotos y descubro que un día no tuvo pelo o sólo tenía unas escuetas
anillas que prometían una poblada melena ensortijada. Que tomaba bibes y
llevaba chupete. Que sus pies eran de un número 16 ó 17. Que llevaba ropa de 6 a
9 meses. Que iba conmigo apretujada en el foulard que un día me regalaron mis
amigos y que tanta ilusión me hizo. Que pronto empezó a crecer mucho más rápido
que cualquier niño de su edad y la ropa heredada de su hermana le quedaba
estrecha y corta.
El tiempo vuela.
Mi hija mayor está cerca de cumplir una década y se acerca a
esa adolescencia que tanto temo. Aún tengo la suerte de disfrutar de su
inocencia y su mente infantil, pero sé que el tiempo se está agotando. Si me
retrotraigo a la época en la que era un bebé, se me pone un nudo en el estómago
aún mayor.
No sé muy bien por qué me sucede esto ya que en estos
momentos me siento feliz por recuperar parte de mis espacios de libertad perdidos
con la maternidad y que tanto ansiaba volver a disfrutar.
Es como echarlas de menos antes de tiempo. Una especie de
nostalgia del futuro. Empiezo a darme cuenta de que voy a añorar tanto a mis niñas
que no sé si seré capaz de soportarlo. Sus voces infantiles, sus risas
descontroladas, sus preguntas, sus juegos y hasta sus llantos cuando se caen o
se han hecho una de esas heridas que se curan con una tirita de animales.
Poco a poco la ropa del armario va cambiando de talla.
Mientras su infancia se desdibuja.
Y esa imagen que ahora veo cada mañana de los zapatos de
L.E. se borrará de mi vista como lo hizo la de los zapatos de L.
Esa será la señal de que su infancia se ha ido para no
volver.
Deseo con todas mis fuerzas que en un rincón de sus cuerpecitos
sigan manteniendo para siempre un hueco para las niñas que, todavía, son.
Bego... Siempre consigues hacerme llorar. Qué ternura desprendes, qué maravilla... Y qué angustia me has hecho vivir con tus palabras, son tantas las veces que he sentido lo mismo... Y mira que la mía aún es bebé! Te diría lo que me dicen todos: que vivas a tope cada uno de los momentos, que los absorbas... Pero sé que lo haces, y sé que por mucho que te digan, esa nostalgia siempre estará.
ResponderEliminarL.E tiene una suerte inmensa de tenerte, de haberse cruzado en tu camino. Y tú también tienes suerte, porque tienes dos bellezones que van creciendo felices... Enhorabuena a las tres!!!
No sabes còmo te entiendo....miedo? No, pavor. A ese momento en q ya no me necesiten, en q ya no sean mis niños....es ley de vida, si, pero por un lado pienso que quiza sea ya el momento de buscarme un nuevo hueco, un espacio mio que complete eso que un dia ya no podré/tendré que hacer de la misma manera.
ResponderEliminarAunque se es madre para siempre, la òptica, la manera, el papel que tienes, cambia, no?
Besos! Y disfrutemos que todavia falta mucho....espero.
Ay Bego...
ResponderEliminarCómo te entiendo y me alegro, entre comillas, porque veo que todas pasamos por ello, no soy una madre obsesionada... El tiempo vuela y anoche sin ir más lejos escribía sobre ello para un post que lanzaré el lunes. Se va y no vuelve. Crecen a la velocidad de la luz,y nosotras también, nos van saliendo esas marcas de expresión que son el reflejo de lo vivido.
Miro a mi hijo de seis y pienso que me han robado su infancia. Las responsabilidades, las obligaciones... Y mentiría si dijera que a veces no echo de menos mi espacio, el mío, para mí, son una mezcla de sentimientos encontrados...
Cómo comprendo lo que cuentas...
Hoy precisamente ha sido un día de esos en se se echa de menos el tener todo el tiempo para ti misma. Ese espacio de silencio sin fecha de caducidad, que lo mismo dura 10min que 4h. Pero que con niños es imposible disfrutar. Pero luego llega la madrugada, por fin duerme, y lees este post y sabes que te describe perfectamente. Y que hoy solo ha sido un día un poco más cansado y que lo importante es el tiempo pasado juntos. A pesar de los mordiscos y arañazos.
ResponderEliminarUn beso
Bego... sólo puedo decirte una cosa: ¡eres ESCRITORA! En mayusculas. Disfruto leyéndote como sólo me ha pasado con unos cuantos libros que puedo contar con los dedos de la mano. Por favor, nunca dejes de escribir. Y cuando tengas tiempo, haz algo grande, Bego. Porque te sobra talento para ello.
ResponderEliminarRespecto a tus hijas... Deseando estoy conocerlas...
Un besazo guapa
Y yo suscribo a mi gemela 2.0. palabra por palabra... Y de hecho el otro día escribí sobre eso mismo, de ti (ya lo verás).
ResponderEliminarLa piel de gallina... Porque esa nostalgia me ha desatado, como sabes, el deseo de ser madre de nuevo, de trucar el paso del tiempo y revivir la bebelescencia... Aunque también hay que aprender a disfrutar de lo que tenemos ahora, a ilusionarse con lo venidero, a aceptar y a vivir esa nostalgia como lo que es: añoranza de tiempos felices que hemos tenido el privilegio de vivir.
Un besazo, cielo!!
a mi me pasa lo mismo y la mía tiene 5, pero hay que disfrutar de esos momentos y tú al tener dos supongo que ves las diferentes fases, un besazo y cuidalas
ResponderEliminarNo me pasa todavía porque es muy pequeña pero cuando llegue el momento (que llegará) muy probablemente sienta lo mismo que describes; si es que llegan los últimos a nuestras vidas pero las invaden de tal manera que uno se olvida de que Gibraltar era español.
ResponderEliminarQué precioso, Bego. NO soy madre, ya sabes, pero te diría que disfrutes con ellas cada minuto, porque para ellas todos son importantes (en la adolescencia más, aunque no lo vean en el momento). Besos fuertes para la familia!
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