Bajo a la cocina y veo con desilusión que no queda café de ayer y me toca poner la cafetera. Esfuerzo sobrehumano. No me apetece. Pero la acabo poniendo cuando me doy cuenta de que estoy dormida de pie. Tirar el café usado, limpiar el filtro y rellenarlo con nuevo café se me aparecen como tareas que requieren una alta sobrecarga intelectual.
Desayuno tranquilamente en la terraza mientras leo revistas del año 2011. Es lo que tiene la crisis que ya ni al kiosko vamos. A pesar de que ya he leído los artículos varias veces, me regodeo en ellos porque no me apetece levantarme para ponerme en marcha. Reviso whatsapp, twitter, facebook...El País, El Mundo y las estadísticas de Blogger. Van siendo más de las 9 y el sol empieza a picar un poco. Sólo de pensar lo que me espera se me quitan las ganas de tener ganas.
Me armo de valor, me pongo las gafas de sol y me enchufo los auriculares. Venga, que luego te vas a sentir mejor. Un poco de automotivación.
Una hora y unos cuantos especímenes playeros después regreso a casa.
Es el momento ideal para relajarse en la playa. Si no fuera por la pereza que me da cambiarme de ropa, recopilar todos los bártulos, preparar a las niñas, echarnos la crema solar, beber agua y todos esos menesteres pre playa tan amenos y que tanto me gustan.
Por fin estamos frente al mar. Tengo un libro en la bolsa esperándome. Primero voy a tomar el sol un rato y si acaso ya luego. El agua está buena, me dicen. Aún así me hago la remolona. Acabaré remojándome a punto de irnos. Cojo el móvil de nuevo, reviso el correo. Todo promociones. Venga va. Voy a abrir el libro. Las niñas juegan entre risas y construyen volcanes y muros, castillos y naves. El tiempo pasa al ritmo de las olas que repiten su canción sin aburrirse.
Qué pocas ganas de volver a casa. Otra vez a recoger todo. Otra vez a quitarse la arena y la sal.
¿Qué dices? ¿Qué hay que ir a comprar? Ay mija, qué perezón. Pues me voy así, tal cual, con estos pelos y estas pintas.
Volvemos. Me entra la gran duda entre tumbarme en el sofá o en la cama. Tal vez me siente de nuevo en la terraza. Tal vez vuelva a intentarlo con el libro o mejor, voy a revisar el móvil.
Llega la hora de poner la mesa. Comer. Otra vez.
Luego recoger y fregar. Qué sueño.
Nos vamos a echar un siesta para recuperar fuerzas. Cómo me gusta esa sensación de cerrar los ojos mientras el libro se me cae encima.
Al despertar, paseíto cerca del mar o charleta familiar o juego de cartas. Qué estrés. Qué mala vida.
Tras una cena frugal, de nuevo un paseo tranquilo. O tal vez no.
Qué el día ha sido duro.
Mañana Dios dirá.
Dame de esa pereza uno o dos meses más... Rozando los últimos días de vacaciones y empezando a sufrir por la vuelta,pensando que esa pereza que tú muy bien describes, no se dará en unos cuantos meses.
ResponderEliminarUn abrazo guapa! Disfruta!
voy a ponerme al día, q tu blog solo lo puedo comentar desde la compu, así podré participar en la parte de "estadísticas" en tu rutina perezosa, no soy de playa yo pero ME ENCANTA cómo la has descrito ^^
ResponderEliminarNo está mal tu pereza si consigues un artículo tan largo. El día que te pille con ganas ...
ResponderEliminarJuanjo
Yo estoy igual. Pulso periférico es lo que tengo. Y poco más. Espero que sea una sabia técnica del cuerpo de cargar energía para el invierno. Vuelvo a trabajar el lunes que viene... ya veremos lo que me dura!
ResponderEliminarBesos!
La verdad es que es duro hacer el café y recopilar todo lo necesario para bajar a la playa,estoy de acuerdo, incluso preparar el hielo, el limón, vino y gaseosa para hacer el tinto de verano, es duro releer por enésima vez la revista Mujer Hoy de 2011; es duro andar con la arena de la playa en los pies hasta la casa y mucho más tener que ducharte en la terraza por no manchar. Es duro vivir sin horarios y tener que dejar un rato de hacer auto-definidos porque marea, poner la tele y que el aire acondicionado te dé de frente, hasta el punto de tener que taparte con cojines, es cierto, es muy duro, pero no sé por qué, llámame masoca, pero podría estar así toda la vida.
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