Tal día como hoy, hace
cuatro años, yo trabajaba en el desarrollo de la web del Ministerio de Igualdad
(¿ministerio de qué?). Era enero, uno de los peores meses del año para mi ánimo, por aquello del frío y la falta de sol. Sin embargo, estaba feliz. Mucho.
Porque era inminente la llamada. LA LLAMADA. Estábamos a punto de que nos
asignarán un niño o niña etíope. Así que cada día me levantaba con una enorme
ilusión, sin importarme nada el invierno, la cuesta de enero, las facturas, los
malos rollos de la oficina y esas pequeñeces del día a día.
Me metí en una reunión
sobre las 12:30. Con el móvil encendido y en silencio. Sobre las 13:00 horas
sonó, es decir, vibró. Era Ramón. Cogí el teléfono y en bajito le dije: "¿es
importante? Porque estoy reunida". No recuerdo sus palabras exactas. Sólo que
salí de la reunión cuando él me dijo algo así como: "bueno, es que tenemos que
ir a Mundiadopta hoy, porque nos ¡HAN ASIGNADOOOOOOOO!" Guau, de repente me
entraron unas ganas irrefrenables de saltar, gritar, bailar... Todas las personas
que había en la oficina me miraron asombradas. Suelo pasar inadvertida, no me
gusta llamar la atención, así que muchos de mis compañeros de entonces quizá se
dieron cuenta de mi presencia justo en ese momento.
Tuve que volver a la
reunión, y lo conté de forma apresurada y nerviosa a quienes estaban allí
conmigo, en medio de frases como “si hacemos este cambio vamos a tener que
retrasar la entrega” o “esta tarea es mucho más complicada de lo que parece”.
Mi mente, of course, ya no estaba en esa reunión. Estaba en Etiopía. Estaba en
la nube, esa nube del viaje adoptivo que compartí con tantas otras familias
adoptantes.
No pude quedarme más
tiempo en la oficina. Pedí permiso y me fui rauda y veloz a casa. De allí
fuimos al cole a por L. Y todos juntos nos presentamos en la ecai a eso de
las 16:30. Qué nervios.
Carmen nos recibió en una
salita. L se quedó con Elena jugando. Nos dijo que era una niña, que tenía
un nombre precioso, y que contaba con sólo tres meses de edad. Nos dio la foto en la que
aparecía durmiendo en posición fetal, con la cabeza un poco hacia arriba. Tan
mona, tan pequeñita, tan frágil, tan achuchable. Empecé a llorar de la emoción,
los nervios, la alegría, el miedo, no podía olvidar que la niña aún no era
nuestra hija porque nos faltaba el juicio…
Hoy hace cuatro años de
aquel mágico día. No me creo que ya haya pasado tanto tiempo, más que el tiempo
eterno de la espera. L.E. ya lleva tanto con nosotros que a veces me
da la sensación de que siempre ha estado ahí, incluso desde antes de nacer.
Te
quiero mi niña. Te queremos mucho. No lo olvides nunca. Muachhhhhhh.
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