En realidad, si lo pienso bien, a lo largo de las 24 horas del día me (nos) pasan montones de cosas, multitud de situaciones, conversaciones, noticias, visiones, eventos varios, gestos que vemos en los demás incluso, que pueden implicar un cambio en tu vida. Muchas veces pasa inadvertido porque no le doy importancia a priori. Sin embargo, si me pongo a analizar el pasado reciente, es increíble comprobar cómo mi vida va cambiando poco a poco, conforme voy asimilando cosas nuevas, aprendiendo, descubriendo, experimentando. Unas veces de forma positiva, otras no tanto.
Al igual que digo esto, pienso que sucede de forma parecida en sentido inverso. A veces ocurre algo inesperado y que calificamos de importante o muy importante, y con el tiempo compruebas que tampoco ha sido para tanto. Como cuando mi padre me pillaba haciendo algo malo en público, por ejemplo haciendo manitas con el novio de jovencita, y esperaba que al llegar a casa me iba a caer una bronca y castigo monumentales. Qué mal lo pasaba hasta llegar a casa pensando en ese " ya hablaremos" categórico y amenazante. Para después ver cómo, sorprendentemente, mi padre decidía dejarlo pasar.
A lo largo de esta semana me han ocurrido muchas cositas, unas aparentemente triviales y otras aparentemente importantes. Unas aparentemente buenas y otras aparentemente feas. Aquí hago una lista resumida:
1. Saber que mis compañeros de trabajo, de forma anónima y en el contexto de un taller de comunicación, piensan de mi que soy: responsable, convincente, imaginativa, inteligente y tranquila, entre otras cosas. Me encanta lo de inteligente e imaginativa. Lo de tranquila no sé cómo interpretarlo.
2. Conocer el modelo de comunicación de la ventana de Johari, el cual, según la Wikipedia, " es un modelo de análisis que ilustra el proceso de comunicación y analiza la dinámica de las relaciones personales. Intenta explicar el flujo de información desde dos puntos de vista, la exposición y la realimentación, lo cual ilustra la existencia de dos fuentes: los «otros», y el «yo»".
Tenemos la zona libre que es la que nosotros conocemos y los demás conocen de nosotros. La zona privada, que nosotros conocemos sobre nosotros y los demás no. La ciega, que nosotros no conocemos y los otros sí, o sea, eso que piensan de nosotros ( en este punto creo que la opinión que no conocemos sobre nosotros no tiene por qué coincidir con lo que somos de verdad). Y la más inquitante, la desconocida, nadie la conoce, ni yo ni los demás. Lo que me gustó de todo esto es darme cuenta de que escribir este blog me hace cada vez más libre.
3. Indignarme y enfadarme mucho con el caso de los sobres y demás mierda política.
4. Descubrir que en mi nueva pelu no son muy profesionales depilando las cejas y que me volvieron a timar con la subrepticia pregunta de "¿mascarilla o crema?".
5. Perder a mi jefa. De repente la cambian de departamento, sin previo aviso, y su equipo se queda con un palmo de narices, entre los que me encuentro yo. Se abre un periodo raro, incierto, no si para mejor o peor. Ella se merecía este ascenso sin duda, y me alegro por ella. Sin embargo siento una especie de desamparo, como cuando acabas octavo de EGB y te despides para siempre de una o dos profesoras geniales que te hacían currar de lo lindo pero al mismo tiempo se preocupaban por ti y procuraban hacerte la vida un poco más fácil.
6. Enterarme de que mi hija es "abrochadora" de abrigos y "peluquista" con sus amigos del cole, según sus propias palabras.
7. Asumir que voy a ser incapaz de aprenderme todos los nombres de las iglesias y demás edificios de los 1000 años que se cuentan en la asignatura de Historia del Arte de la que me tengo que examinar el día 12.
Pues eso.
¡Qué suerte tienes! Yo este curso (para mí la vida va por cursos), lo único que voy a aprender es la palabra PACIENCIA en su grado máximo. Entre lo de la adopción, y una joyita en particular que tengo en el aula, no aspiro a mucho más.
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