lunes, 9 de junio de 2014

Madre, ¿cómo se te ocurre trabajar fuera de casa?


Cuando nació mi hija mayor, el mismo día que lo hizo y al siguiente recibí muchas llamadas de felicitación. Lo que entonces me parecieron miles de personas se pasaron a verme al hospital, momento en el que perdí totalmente mi imagen de mujer modernigante (moderna a la par que elegante) como me llama mi hija. Me convertí en esa mujer recién parida con ojeras y pelo hecho unos zorros que pululan en la vida real, más allá de esas fotos de las famosas recién salidas del paritorio y con cara de que el niño es de atrezo pues si no nadie se explica esos pitillos y esa cara película.

Entre las muchas llamadas que recibí en esos primeros días, esos en los que las hormonas parece que van subidas en el Dragon Khan, recuerdo especialmente la de una tía mía. Tras las felicitaciones de rigor me dijo esto: "y ahora qué vas a hacer con el trabajo, ¿no pensarás dejarla en la guardería cuando cumpla cuatro meses, no?". Por aquel entonces yo trabajaba en aquella empresa que me contrató embarazada, experiencia que conté aquí hace un tiempo.

Pues sí, pensaba volver al trabajo. Siempre he querido trabajar y ganarme el pan por mí misma. No depender de nadie. Durante muchos años mi padre me mantuvo y me costeó los gastos de una carrera fuera de mi ciudad, con mucho esfuerzo y sacrificio. Y todo ese tiempo yo soñaba con ganar un sueldo para que él no tuviera que seguir financiándome. 

Me costó mucho llegar a una empresa con un puesto y sueldo decentes. Antes pasé por compañías explotadoras, con horarios infernales, sueldos misérrimos y/o jefes acosadores. Después resulta que me metí en medio de la burbuja punto com y fui pasando de una a otra, huyendo de las sucesivas crisis que las cerraron, hasta recalar en la que estaba cuando recibí esa llamada de mi tía, con mi bebé de un día a mi lado, la cual finalmente también acusó la crisis.

Cuando una mujer tiene un hijo, un amplio espectro social pasa automáticamente a etiquetarla de MADRE y ya. Da igual que hayas estudiado una carrera, sepas idiomas, trabajes, te guste escribir, pintar o viajar o hagas deporte, incluso de competición, seas política, defensora de los derechos de los animales o colabores en una ONG en Africa. 

La palabra que destaca como un letrero de neón en una carretera americana: MADRE. Y nos ciega para ver otra que suele ir unida, no siempre, a esta otra: Padre.

Lo vemos a diario en los medios de comunicación, incluso en esos medios que se declaran defensores de la mujer, cuando le preguntan a las directivas eso de "cómo compaginas tu vida personal y familiar con el trabajo" olvidando siempre preguntarlo a los hombres. 

Lo vemos en twitter, con casos como el de Sara Carbonero en el Mundial de Brasil. Qué cómo es capaz de dejar a su bebé tanto tiempo, que vaya madre, que es muy pequeño y bla bla. A ver señores y señoras, qué manía tenemos todos de meternos en la vida del prójimo para hacer sangre. Estoy segura de que ella, como cualquier madre, quiere lo mejor para su niño y le adora. Si no se lo lleva al trabajo, a pesar de tener dinero para ello, tendrá sus motivos. Se me ocurre por ejemplo pensar que Brasil es un país donde la violencia es alta y las posibilidades de que te secuestren y/o algo peor son muchas. Máxime siendo quién es. Se me ocurre también que un viaje de más de once horas en avión no es muy recomendable para un bebé. 

Y, lo que clama al cielo, es que la gente no se plantee en meter en la ecuación al padre. ¿Acaso los hijos son responsabilidad únicamente de las madres? ¿Acaso somos nosotras las que debemos renunciar a nuestra profesión o a ascender en la misma por ellos? ¿Acaso debemos continuamente dar explicaciones de los motivos que nos hacen elegir seguir trabajando?

Sé que hay muchas mujeres (y hombres?) que preferirían no tener que trabajar para disfrutar de sus hijos todo el tiempo y que si no lo hacen es por necesidad económica. Lo respeto. También los hay que quieren y lo pueden hacer. Lo respeto también. Pero también sé que a otras muchas, entre las que me encuentro, nos gusta trabajar fuera de casa (que no es lo mismo que nos guste nuestro trabajo) y preferimos llevar esta vida de locos para arriba y para abajo, aunque haya días que prefiriríamos que nos cortaran un pie.

Y no, no es porque nos guste "salir de casa" y "arreglarnos". Ni por supuesto tiene nada que ver con el grado de amor hacia nuestros hijos. No somos peores o mejores por ello. Simplemente, en mi caso, es porque necesito ese mundo que va más allá de la casa y la familia. Ese mundo donde consigo cosas por mí misma, aprendo día a día, me frustro y me cabreo cuando las cosas salen mal y me emociono y me siento orgullosa de mí misma cuando salen bien. Ese mundo que mueve la economía, la del mundo y la mía propia. Ese mundo que antes, y no hace tanto, era sólo de hombres. Ese mundo que mis antepasadas consiguieron abrir al género feménino y al que sólo "renunciaría" para dedicarme a mi verdadera vocación, la escritura. Otro tema, para otro post.

Cuanto me gustaría que mis hijas no tuvieran que pasar por esto en unos años. Que verdaderamente existiera esa cosa que llaman igualdad. Que pudieran ser libres de elegir lo que quisieran sin que nadie las demonizara por ello. Que fueran mucho más de lo que se supone que pueden o deben ser por el hecho de ser mujeres. Que lograran romper ese famoso techo de cristal, que dejaran de leer críticas desaforadas como las de Sara. Que vieran normal que los hombres se pidan excendencias o bajas paternales. Que disfrutaran de un mundo, en definitiva, más sensato y más justo.

7 comentarios:

  1. se puede decir más alto, pero no más claro ù.ú

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  2. Bego, tienes toda la razón del mundo. Lo explicas clarísimo!! Es un tema que me genera tanta controversia interna que nunca me he atrevido a escribir de ello. Tengo miedo d mirar en mi interior y encontrar un millón de prejuicios

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    1. Me encanta lo sincera que eres en tus comentarios, sin miedo a hablar del miedo ;-) me encanta que digas que lo explico clarísimo, jeje, después de lo que dijo Nuria.

      Besos!

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  3. Ya te digo yo que por lo menos en mi entorno nadie esperaría que un hombre dejase su trabajo para cuidar de los churumbeles y respecto a la mujer ¡todo lo que hagas es malo! Si te dedicas a criar al bebé en exclusiva eres una mantenida y una aprovechada. Si decides continuar con tu vida laboral, eres una mala madre, una materialista y una despegada. Como yo perdí el trabajo tras la baja de maternidad, me encuentro en el primer grupo, pero vamos que si estuviese en el segundo me criticarían igual. En este asunto nos queda mucho que avanzar.

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  4. Pues eso mismo. Ojalá se pudiera elegir qué hacer y en qué momento. Pero de momento, seguimos llenos de clichés y etiquetas, si haces una cosa, porque la haces, y si haces la contraria, idem.

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