Érase una vez una infancia sin veranos en la playa. Sin paseos a la orilla del mar. Sin mañanas construyendo castillos de arena. Sin tardes de helados de cucurucho que llenan la cara de chocolate.
Érase una casa veinte años más tarde. Miraba incansable al mar, pasaba los días balanceándose al ritmo lento de agosto. Para apagarse en septiembre. Fue el contrapunto a las rutinas, a los inviernos. Se llenó de perezas y nostalgias, de conversaciones de sobremesa y partidas de cartas. Se metió en todas las fotos sin darse cuenta.
2002 Luna de miel, primeros días antes de partir de Crucero por Las Islas Griegas. Desayunos en la terraza. Noches de estrellas y olor a mar.
2003 L. estaba allí, todavía protegida en la tripa de mamá. Pasamos la Semana Santa con P. y A. con P. en la tripa de su mamá también. Celebramos el 30 cumpleaños de papá.
Me mimaban. Todos me mimaban porque estaba embarazada.
2004 El primer verano de L. Su primer baño en la playa, sus atardeceres por el paseo marítimo. Descubre la arena y no le gusta.
Dejamos de fumar. Hacemos miles de fotos.
2005 L. Ya camina, corre, vuela, habla. Sus primeros castillos, su primer flotador.
Nos escapamos al Festival del Cante de las Minas. Como si fuéramos novios.
2006 L. Es toda una personita. Va al cine por primera vez y ve Bambi II.
A L. le encanta salir a pasear por la noche con el abuelo.
2007 L. Está a punto de empezar el cole de mayores. Pregunta a todo por qué.
Mi Paca pasa unos días con nosotros. Como cada verano desde que tenemos la casa.
2008 Noches de estrellas fugaces. Cenas de mantel de tela y marisco. Aquellos buenos tiempos que ya no volverán.
Los vecinos celebran verbenas que duran toda la noche.
2009 El primer verano con L.E. Uno de los mejores veranos de nuestra vida. Baja maternal. Tiempo. Felicidad. La familia completa.
2010 La playa es un respiro tras un año duro por culpa de la crisis. Único lugar donde olvidarnos de todo un poco. L.E. Ya camina, corre, vuela. Aún no habla.
2011 Las hermanas empiezan a jugar solas en la arena mientras sus padres leen revistas y libros.
Esto es vida.
2012 La casa está en venta. La vida nos da unos cuantos reveses económicos. La puta crisis al final se lleva por delante todo lo que mi padre tanto tardó en construir. Pierde el dinero junto a la esperanza y los nervios. Todo se ve difícil, negro, áspero, injusto. La luz al final del túnel no se ve ni se intuye.
Las vacaciones saben a últimas.
Y son las primeras de mi sobri. Tan mona.
2013 No lo sabemos pero ya no habrá más veranos en esta casa. Ya no estaremos todos juntos. Ya no pondremos la mesa para diez. Ya no regañaremos a las niñas por comer tantos helados. Ya no veremos la lluvia de estrellas desde la hamaca ni desayunaremos horchata y magdalenas ni haremos barbacoa ni iremos a ver el barco después de cenar ni las niñas irán a jugar a casa de sus amigas. Ni tomaremos café en El Faro o pasearemos por el puerto o visitaremos el mercadillo los domingos.
Ahora lo harán ellos. Y supongo, serán felices.
Jo que penica me ha dado leer esto, lo peor es haber perdido el punto de encuentro, eramos muchos, en algún momento nos agobiábamos mutuamente, pero estábamos juntos, una semana al año, no era mucho pero era algo, ahora nos toca ver cómo lo hacemos para mantener el encuentro, aunque nuestro punto ya no sea fijo, lo tenemos que hacer por las niñas, por nosotros y más que nada por los abuelos.
ResponderEliminarSiiiii, por favor, yo lo creo tan necesario por todos. Una semana al año, cinco días, un tiempo para estar juntos y convivir unos pocos días y que nuestras hijas mantengan recuerdos de su infancia en familia. A mí ya sabes que me da mucha penica haber perdido la casa...sobre todo porque creo que hemos perdido esa oportunidad de estar juntos, que no sea así. Un beso! Nos vemos en un rato :)
ResponderEliminarBego... precioso y triste a la vez. Me recuerda cuando mi papá vendió la casa de la playa. No tenía vista al mar ni era tan bella como la de ustedes pero encierra el secreto de mis primeras vacaciones y las siguientes hasta 2006. Tantos recuerdos. Risas guardadas en cada habitación, en cada rincón. Su olor particular. Su historia: mi nono paterno la levantó con sus propias manos. Y mi papá conoció el mar gracias a esa casa... todxs lo hicimos...
ResponderEliminarTe abrazo emocionada con cada línea. Ánimo, amiga! ♥ Ya volverán los buenos tiempos
cuando nos casamos teníamos una casa pequeña que odiábamos, pero el día q la dejamos no pudimos evitar soltar unas lágrimas, como si los buenos ratos pasados allí - que los hubo - no pudieran mudarse con nosotros.
ResponderEliminarpor suerte, se colaron en una caja, son astutos.
Qué lástima da. Un sitio lleno de recuerdos y vivencias...
ResponderEliminarBegoooo... espero que pronto encontréis el puesto donde comprar las horchatas del futuro y descubráis nuevos lugares desde los que contemplar las estrellas... o incluso nuevas estrella. Lo siento. :-(
ResponderEliminarEn mi otra vida (me refiero a hace 12 años) viví en una casita de madera rodeada de arrozales en un país muuuuy lejano. Cuando volví para enseñarsela a mi hija... ya no existía. En su lugar había un parking ridículo para cuatro coches. Me quedé a cuadros. A cuadros tristones...
Mi padre nos amenaza cada año con vender nuestra casa de la infancia, donde veraneamos y él vive todo el año, porque es demasiado grande para mantenerla él solo, porque preferiría un apartamentito... en fin, que en mi caso es gracias a la crisis que no la vende para no perder dinero, pero estoy viendo que cualquier día me veo como tú y nos quedamos sin ella.
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