martes, 9 de mayo de 2017

Sí, mi hija es negra

Era primero de mayo, día del trabajo en el que nadie trabaja. Aun así la peluquera nos dió cita porque ella dice que trabaja siempre, da igual la fiesta que sea.
Ella se levantó de un salto a pesar de que le encanta dormir y eran las 8 de la mañana de un festivo. Por fin la llevaba a hacerle las trenzas que tanto quería. Tantas veces soñando  con poder mover su pelo afro, que tiene esa manía de quedarse siempre hacia arriba. Qué ilusión tenía.
Cogimos el metro. Apenas había gente en el vagón. Nos miraron más tiempo del que se puede considerar normal. Yo sabía que estaban pensando. Una niña negra y una madre blanca. ¿El padre será negro o será adoptada? ¿De qué país? Tras tantos años escuchando esas preguntas en los ojos de la gente, incluso de sus labios, ya una se lo sabe. Es una cara entre la curiosidad y la extrañeza. Algunos mueven la boca un poco, con una media sonrisa arrepentida. Luego hacen como que nos les importa, porque en el fondo ellos son gente buena y nada racista, a la que el color de la piel le da igual.
Ya no nos dicen cosas tan a menudo. La niña tiene 8 años y aparenta 11. Ya se ha acabado el tiempo en el que le decían monerías como a los niños pequeños. Qué mona, qué rica o qué guapa. Ya no lo dicen tanto y casi es mejor.
El camino es largo hasta llegar a Lavapiés. La peluquera es africana, de Senegal, y su compañera también. Esperaba un interrogatorio sobre su procedencia pero no sucede. Menos mal. Ellas piensan, seguro, muchas cosas, pero ni dicen ni mú. Y yo respiro aliviada.
De pronto llega un señor, también negro. Y se pone a hablar en francés con la peluquera. Y mi hija le dice algo y entonces le dicen que el señor ha dicho que ella es muy guapa y que se quiere casar con ella. A pesar del tono de broma, no puedo evitar tragar saliva y pensar en que esa conversación podía estar pasando de verdad si esto no fuera España y mi hija no hubiera llegado a mi vida.
Prefiero obviarlo. El señor se va y viene otro, también hablando francés, y de repente se pone a hablarme a mi, a contarme como una española quiere contratarle 10 horas al día, no se muy bien para qué, pagándole 300 euros al mes. Gano más con el subsidio, me dice. Pues sí, pienso, pero no digo nada. Me siento que soy yo esa española explotadora y que en cualquier momento me van a echar de allí.
Llega entonces otra mujer negra, dominicana. Habla mucho, muy alto. Se queja de que en España le dicen que se vaya a su país y de otras actitudes racistas. Mi hija creo que no está escuchando esto. O sí, y prefiere callar como yo.
Me siento como dentro de una fiesta a la que no me han invitado. Casi les pido perdón por estar ahí, usurpando su mundo. Nadie me pregunta nada, y yo en el fondo pienso que piensan como la chica del metro. ¿Será negro el marido?
Cuando ya casi las trenzas están acabadas, la dominicana me mira y me dice: "es igual a ti, tu blanca y ella negra, pero iguales". Entonces entiendo que todo el tiempo ni se han planteado que yo adoptara a mi hija y siento una especie de alivio y de culpa. No me van a juzgar por haber ido a África a adoptar una niña, porque no lo saben ni yo se lo voy a decir. ¿Para qué? Eso me llevaría a tener que responder una retahíla de preguntas que no quiero ni me apetecen en ese momento ni lugar.
Así que le digo que sí, que es clavadita a mi.
La niña queda guapísima y feliz. Yo también. Pago y nos vamos.
De nuevo las miradas en la calle y en el metro.
¿De dónde es el padre? De España, contesto y él no se lo cree, y se ríe con su enorme boca llena de dientes blancos que resaltan en su tez oscura. Su piel color carne, como la mía.

7 comentarios:

  1. Un bonito texto para reflexionar.
    Un besazo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias! Me alegra que te guste, un besazo para ti también

      Eliminar
  2. Buf, qué difícil todo, pero cuánto estás aprendiendo en el camino y cuánto nos estás enseñando.

    Por otro lado, me alegro muchísimo de que ya pueda mover el pelo, también es mi sueño pero tengo poco pelo como para ponerme trencitas!

    ah, y desde que las vi en foto también las vi iguales... ¿será que son familia desde otra vida?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias mil! Que bonito lo que me has dicho de que pudiéramos ser familia desde otra vida... Gracias de verdad. Besos

      Eliminar
  3. Menuda mañana
    Espero que Lola no escuchara muchas de las cosas que dijeron.
    Un besazo

    ResponderEliminar
  4. Pues debo ser rara yo, porque de verdad que no me planteo tantas cosas cuando veo familias como la tuya. Hoy en día y en una ciudad como Madrid hay muchos niños asiáticos y de raza negra con padres blancos. No lo veo como para quedarse mirando, ni comentar, ni siquiera pensar si son adoptados o uno de los progenitores es de esa raza. Sinceramente, qué más da.
    Creo que hay mucha más gente como yo en ese sentido, que del otro tipo, pero igual hacen más ruido y los notas más. En serio, creo que la mayoría no le damos ninguna importancia al tema.

    Preciosas trenzas, por cierto.
    Un beso

    ResponderEliminar

Me encanta que leas mi blog y si encima vas y me dejas un pequeño comentario me haces la mar de feliz ¡Mil gracias!