jueves, 26 de febrero de 2015

Qué peligro tiene esta abuela


Estaba una mañana Peligros buscando el puchero para poner el cocido de los domingos cuando se dio cuenta de que se le había ido. La olla.

Y pensó, "pues hago unos huevos fritos con patatas" y de pronto, mientras echaba mano del cuchillo que mejor iba para tal menester, pues en su casa no entró jamás un pelador, sintió como si flotara.

Bueno, como si flotara no, en realidad lo hacía, y oye, tan a gusto. Qué sensación de ingravidez tan placentera. Era como cuando era joven y buceaba desnuda en la piscina. Incluso mejor.

Y ya que estaba en el aire se dijo: "anda, pues voy a bajar a la tienda a por el pan, ya que las piernas parece que no me duelen". Y entonces se le ocurrió la idea loca de probar a salir sin abrir la puerta. Y lo hizo.

Peligros no se inmutó. Pareciera que llevaba toda la vida siendo un ente flotante que atravesaba paredes y puertas. Y así, en un santiamén llegó al chino de la esquina, que sorprendentemente iba vestido con el disfraz de chino que le compró a su nieto, aunque la tela era buena y no tenía pinta de ser de la misma tienda. Eso ella lo notaba nada más verlo, que para eso estuvo de aprendiz de la Encarna, la modista, un montón de veranos. 

El señor chino le dijo en su idioma que tenían mercancía nueva que seguro a ella le iba a gustar. Que se pasara con él por el almacén y se lo enseñaba. "Es que tengo prisa, me vienen los hijos y los nietos a comer y lo tengo todo patas por hombro", pensó, pero no lo dijo. En lugar de eso, se teletransportó a la trastienda y allí se maravilló de lo que sus ojos veían.

Vestidos de seda y trajes de chaqueta estilo chanel, collares de oro amarillo y blanco, con diamantes y otras piedras engastadas, zapatos de tacón como los que llevaban las estrellas de jólibu.

Todo eso llamaba la atención de cualquiera, menos de Peligros.

Resulta que, aparte de la falta que hacía pasar el trapo por aquella estancia, ella se dió cuenta de que al fondo a la derecha no estaba el baño sino una pantallón enorme como los del cine, donde emitían a todo volumen una película que la dejó muerta.

"Va a ser que me he muerto de verdad y que estoy a punto de reunirme con San Pedro" pensó la mujer al contemplar ni más ni menos que la película de su vida.

Era una peli de esas hechas a trozos, donde aparecían unos segundos de cada uno de los momentos estelares de su vida. El día que nació, su madre sosteniéndola en brazos con cara de felicidad, tan joven y tan guapa.  El día en que su padre la vió dar sus primeros pasos. Sus primeras palabras. La mañana en la que empezó el cole, con aquel uniforme horroroso que odiaba llevar puesto.

Y en esas estaba, extasiada ante la pantalla, con el chino al lado mostrando una especie de media sonrisa, cuando empezó a sonar la canción de Enrique Iglesias. "Quiero bailar contigo, vivir contigo..." Era su móvil, en concreto era su hija la mayor llamándola, quien no pensaba colgar hasta conseguir que lo cogiera. 

Y así tuvo que salir corriendo de allí para empezar a preparar la comida, pues encima venían dos acoplados más, quedándose con las ganas de terminar de ver la peli.

Antes de salir de allí buscó al chino con los ojos, pero en su lugar encontró una señora bajita, arrugadísima y con una especie de antena encima de la cabeza.

"Toma este sobre. Dentro hallarás la película completa y la misión que se te ha encomendado".

"¿Misión?, ¿qué misión?"

Pero ya no había nadie allí para responderle.

Cuando llegó a su cocina encontró la comida preparada, cocido y huevos fritos, lo cual iba a resultar un poco fuerte para todos, aunque con lo que comía su gente, estaba segura de que no se iban a quejar.

"¿Qué tal mamá?, te noto buena cara hoy, ¿cómo te ha ido la semana, alguna novedad?"

"Qué va hija, nada, la rutina de siempre. De mi casa a la de tu hermana a recoger al crío, y por la tarde al cole a por el otro y así todos los días, nada extraordinario".

"Pues mira, mientras que no pase nada extraordinario, todo va bien".

"Sí, en eso tienes razón. Ya lo digo yo siempre, virgencita que me quede como estoy". Mientras hablaba, se hacía la señal de la cruz mirando al techo, muy digna ella.

¿Continuará? 

6 comentarios:

  1. Ooooooh!!!! Begooo, que continúe, porfaaa!!!
    Me encantan todos tus registros pero cuando te pones surrealista haces que me rinda a tus pies!!! :-D

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  2. Eso... Que quiero conocer la misión de la abuela...

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  3. Jajajaj, muy bueno, habrá continuación??

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  4. que continúe! y que la autora le saqué el "ver más" a sus posts para que me los pueda leer en cualquier parte, hombre yaaaaaa ¬¬

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