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jueves, 17 de diciembre de 2015

Es Navidad de nuevo


La Navidad es ese periodo del año que va llegando antes conforme cumples lustros. Parece increíble cuando tienes siete años que 365 días se pasen tan deprisa cuando llegas a los cuarenta.

Te levantas una mañana de enero con el roscón de Reyes, almuerzas con la Semana Santa, comes una paella en la playa, meriendas con la vuelta al cole y cenas turrón de Jijona. Y así una y otra vez.

La vida es como una gran bola gigante en la que vamos dentro, rodando sin parar de pasar por el mismo sitio del calendario (de adviento).

Quitando el vértigo que da saberse preso del tiempo y del espacio, este viaje sin retorno tiene su puntito. Ya que no podemos, de momento, ser Marty McFly y retornar al pasado, al menos podemos revivir sensaciones, emociones, pensamientos, incluso experiencias ya vividas, con la paz mental que aporta el hecho de regresar a lo conocido.

Ya hemos pasado por aquí, ergo ya tenemos parte del camino hecho y somos capaces de mejorarlo. Y de empeorarlo, también somos muy capaces de eso los humanos.

¿Cuándo ha sido la primera vez que este año has visto, olido, escuchado o comido algo navideño

Seré honesta si digo que esta vez no lo recuerdo con exactitud. Dicen que el estrés es mal amigo de la memoria y en eso andamos. Aunque si rebobino mi biblioteca mental un pelín, enseguida me aparecen en el cerebro imágenes... El día que voy a Carrefour y veo que ya están puestas, sin enceder, las luces en el parking. O en Mercadona empiezan a vender pandoros. El catálogo de Juguetes de El Corte Inglés aparece de repente en mi casa. Y un correo de alguien de la oficina me recuerda que el día tantos del mes tengo que pagar mi décimo de Navidad si quiero que me toque el Gordo.

Y qué chulo cuando sales del túnel de Plaza de Castilla una noche, mientras vas pensando en el super atasco que te espera a la salida y, de repente, encuentras la Castellana llena de luces bonitas. 

La Carta a los Reyes de las niñas, que cada vez tiene que ser escrita antes para aprovechar los cupones descuento de las grandes superficies. El encargo de vender lotería Abay, la que siempre toca. La cenas y comidas con compañeros del curro, esta vez adelantadas a noviembre, para evitar los abusos de los restaurantes de diciembre. Poner el árbol navideño y el Belén en el puente de la Inmaculada. Hacer planes para ir a Murcia con la familia. "Qué ganas mamá de que lleguen las vacaciones", tan necesarias ya a estas alturas del partido.


Los pasillos de mi oficina se parecen bastante a alguna escenas de The Walking Dead en estos días previos a las fiestas. No exagero. Las ojeras, los ojos vidriosos, las caras avinagradas, las ganas de meterle un bocao en la yugular a más de uno... La gente ama trabajar. Pero se cansa. Esto es así.

Las redes sociales se llenan de mensajes de felicidad y amor por doquier. Lo mismo que los medios de antaño multiplicado por ene millones. ¿Hará esto que el amor, por ser tantas veces deseado, aunque sea con fines comerciales, llegue de verdad a algún sitio decente? El optimismo me invade.


Sin embargo yo no he venido aquí desprestigiar la dulce Navidad, lanzar dardos contra el consumismo desmesurado o sacar los colores a nadie que disfrute de estas "entrañables" fechas mientras en el mundo sigue habiendo tercer mundo, refugiados sirios y gente que hace cola en Cáritas.

Mi idea era más bien la contraria. Reivindicar lo que mola de estos momentos, que no digo yo que sean muchos los instantes que de verdad de verdad de la buena molen. Ni que no empachen. Más de uno llegamos al día siete de enero con pruritos alérgicos desarrollados sobre la corteza cerebral y tic nerviosos provocados al escuchar esos "benditos" villancicos.

Porque regalar y que te regalen, comer cosas ricas, vestirse bien, brindar, bailar, ver las luces, visitar los mercadillos, decir a la gente que sea feliz, tener ilusión por el Gordo, no madrugar, los reencuentros familiares, el roscón, el vino, las uvas....las caras de felicidad de tus hijos, sobre todo sus caras, todo eso es un gustazo.

Lo otro, las compras, las colas, los atascos, los precios, las disputas, la decepción de no ganar ni el reintegro, los mensajes edulcorados, la invasión publicitaria, la resaca...todo eso es un coñazo. Y las ausencias, sobre todo esas ausencias que nos hacen desear meternos en un agujero y no salir hasta la primavera.

Quiero quedarme con lo primero. Prometo intentar disfrutar de todo lo bueno y no dejar que lo otro me boicotee el ánimo.

Sobre todo por ellas. Tengo claro que las Navidades son para ellos, los niños. Para los que criamos y también, para los que llevamos dentro.

La Navidad es para mí un recuerdo de la tarde que pasaba con mi abuela y mi prima poniendo el Belén.

No os perdáis esta versión de Jingle Bell...¡Feliz Navidad!











sábado, 4 de enero de 2014

Sábado de sensaciones: Madrid, 1 de enero


Por primera vez en nuestra vida pasamos un día 1 de enero solos los cuatro, a nuestro aire.

Por un parte morriña por no estar con el resto. Por otra...esa sensación de felicidad que da la libertad poder hacer lo que quieras.

Fuimos a pasear por el centro de Madrid, uno de mis pasatiempos favoritos. Como era la fecha que era y además llovía, apenas había gente. Así que, nos encantó.

Aquí van algunas de las fotos que nos regaló aquel día.

Gentes



Urbana


Urbana





viernes, 3 de enero de 2014

Queridos Reyes Magos


Estimadas Majestades de Oriente,

Estoy a punto de tener una conversación con mi hija mayor que no quiero tener. En breve le desvelaré la dramática realidad sobre su existencia, la de ustedes, y no duermo de pensarlo. 

Antes de ser madre, creía que lo que más trabajo me costaría sería explicarle de dónde vienen los niños o por qué morimos. Pues no. Estaba completamente equivocada. La revelación de este secreto es, hasta el momento, la más dura conversación a la que me he enfrentado, o más bien diré, me voy a enfrentar. Me está matando.

Verán ustedes, por una parte pienso que será un alivio, pues ya no tendré que andar ocultándome para conseguir los regalos, ni guardando las cartas en lugares recónditos, ni respondiendo a frases del tipo: "puedo pedir lo que quiera porque los reyes lo traen todo" o ”¿cómo suben los camellos a casa?. Ni sufriendo envolviendo los regalos en el baño con el pestillo puesto la noche del 5 de enero. 

Ah, no, calla, tendré que seguir pues tengo otra hija de cinco años.

Me asusta pensar en su reacción. En que me suelte algo como: "entonces, me has engañado" y ver su cara de decepción. Me da palo que se le escape y arrebate a su hermana la ilusión que ha disfrutado ella todos estos años. Y, sobre todo, me da mucha pena el cambio que supone para ella y para mí. El dejar de ser una niña pequeña, mi niña pequeña, para empezar a convertirse, poco a poco, en mujer.

Desde que cumplió los diez años la veo distinta. Se nota mucho el cambio, tanto físico como intelectual. Ella se enfada cuando le decimos que está haciéndose mayor y dice que no quiere cambiar, que quiere seguir siendo niña y que por favor no la dejemos pasar la edad del pavo, como si tal cosa se pudiera dependiera de mi voluntad o mi autoridad (?!) de madre. A mí eso me encanta. Me gusta saber que adora ser niña, que sigue jugando con cosas de niñas y que no tiene prisa por crecer. Pero es ley de vida y ahora comienza otra etapa. Ni mejor ni peor. Diferente. Y tenemos que intentar ver el lado positivo de todo ello.

¿Existiría alguna manera, al menos, de paliar el shock que será para ella el saber la verdad? En el fondo muy fondo quisiera que ya lo supiera y que estuviera tan sólo fingiendo para no hacernos sentir mal.

De momento, señores majestades, voy a contarle una bonita historia que un día leí y que me encantó, es un pelín cursi, vaaaaaaleeeee, lo reconozco. Con todo y con eso me gusta. Me ayudó a mí misma a reconciliarme con mi propia infancia y con ese duro momento en el que alguien en el cole me dijo que los reyes no eran ustedes. Que eran otros que estaban en mi propia casa. 

Puede que la modifique un poco, para adaptarla  a su edad (y para quitarle un poco de sensiblería, sólo un pelín), y que la envíe por correo postal, como he leído que otros padres han hecho con éxito.

En cualquier caso, esta carta que ahora escribo, más allá de servir para contar mis penas, es para daros las GRACIAS. 

Las gracias por todos los años que de niña viví emocionada toda la Navidad esperando vuestra llegada. Y las gracias por toda la ilusión que he visto en mis hijas todo este tiempo, sus caritas de asombro, sus preciosas cartas, la ilusión con la que ponen las galletas y el agua cada noche del cinco de enero junto el árbol. Junto a uno de sus zapatos. Un año, el más difícil para marío y para mí, L. dejó su cámara de fotos para ver si el rey Melchor "se hacía una foto con ella" y se la dejaba de recuerdo. Uf, si queríamos arroz, nos llegó un saco entero.

Yo, a mis cuarenta, sigo esperando nerviosa a abrir mis regalos el día de Reyes, aunque los haya envuelto yo misma. Y escribo crédula mis deseos para colgarlos del abeto navideño con la firme convicción de que alguno de cumplirá. Sigo creyendo que ustedes existen, digan lo que digan. Si no, ¿qué hago ahora escribiéndoles esta carta? Sería de locos.

Lo siento señor Santa Claus, usted nunca nos ha llenado lo suficiente. Disculpe que le utilicemos de excusa para adelantar los regalos de Reyes cuando estamos en Murcia. Es la única forma de que los regalos de abuelos y tíos no les lleguen en Semana Santa. Esto es así.

Y sin más, me despido de ustedes, pidiéndoles sólo una pequeña cosa para este año. Que la mágica inocencia de la infancia permanezca siempre cerca de mis hijas, aunque tengan 60 años y odien en algún momento de sus vidas la Navidad.



Carta extraída del blog Planes con hijos


Cuando el Niño Jesús nació, tres Reyes que venían de Oriente guiados por una gran estrella se acercaron al portal para adorarle. Le llevaron regalos en prueba de amor y respeto, y el Niño se puso tan contento y parecía tan feliz que el más anciano de los Reyes, Melchor, dijo:
— ¡Es maravilloso ver tan feliz a un niño! Deberíamos llevar regalos a todos los niños del mundo y ver lo felices que serían.
— ¡Oh, sí! —exclamó Gaspar—. Es una buena idea, pero es muy difícil de hacer. No seremos capaces de poder llevar regalos a tantos millones de niños como hay en el mundo.
Baltasar, el tercero de los Reyes, que estaba escuchando a sus dos compañeros con cara de alegría, comentó:
— Es verdad que sería fantástico, pero Gaspar tiene razón y, aunque somos magos, ya somos ancianos y nos resultaría muy difícil poder recorrer el mundo entero entregando regalos a todos los niños. Pero sería tan bonito.
Los tres Reyes se pusieron muy tristes al pensar que no podrían realizar su deseo. Y el Niño Jesús, que desde su pobre cunita parecía escucharles muy atento, sonrió y su voz se escuchó en el portal:
— Sois muy buenos, queridos Reyes Magos, y os agradezco vuestros regalos. Voy a ayudaros a realizar vuestro hermoso deseo. Decidme: ¿qué necesitáis para poder llevar regalos a todos los niños?
— ¡Oh! necesitaríamos millones y millones de pajes, casi uno para cada niño que pudieran llevar al mismo tiempo a cada casa nuestros regalos, pero no podemos tener tantos pajes, no existen tantos.
— No os preocupéis por eso –dijo el Niño–. Yo os voy a dar no uno, sino dos pajes para cada niño que hay en el mundo.
— ¡Sería fantástico! Pero, ¿cómo es posible?—, dijeron a la vez los tres Reyes Magos con cara de sorpresa y admiración.
— Decidme, ¿no es verdad que los pajes que os gustaría tener deben querer mucho a los niños?
— Sí, claro, eso es fundamental—, asintieron los tres Reyes.
— Y, ¿verdad que esos pajes deberían conocer muy bien los deseos de los niños?
— Sí, sí. Eso es lo que exigiríamos a un paje— respondieron cada vez más entusiasmados los tres.
— Pues decidme, queridos Reyes: ¿hay alguien que quiera más a los niños y los conozca mejor que sus propios padres?
Los tres Reyes se miraron asintiendo y empezando a comprender lo que el Niño Jesús estaba planeando, cuando su voz de nuevo se volvió a oír:
— Puesto que así lo habéis querido y para que en nombre de los Tres Reyes Magos de Oriente todos los niños del mundo reciban algunos regalos, yo ordeno que en Navidad, conmemorando estos momentos, todos los padres se conviertan en vuestros pajes, y que en vuestro nombre, y de vuestra parte regalen a sus hijos los regalos que deseen. También ordeno que, mientras los niños sean pequeños, la entrega de regalos se haga como si la hicieran los propios Reyes Magos. Pero cuando los niños sean suficientemente mayores para entender esto, los padres les contarán esta historia y recordarán que gracias a los Tres Reyes Magos todos son más felices.


Editado: han pasado dos años desde que escribí este post. No tuve valor de contarle nada, ni de escribirle la carta. Ella no preguntó y yo preferí seguir con la "magia". No sé si hice bien o mal. Sólo sé que hace unos días, cuando por fin encontré el momento adecuado, ella se resistía a saber la verdad. "Nooooooo, mamá, sí que existen, no me digas eso". Hija, yo sé que tú sabías todo desde hace tiempo. "Siempre quise creer que todos los demás estaban equivocados y que sólo yo sabía la verdad, que los reyes existen". 

Pues sigue creyendo pequeña, sigue creyendo porque, hasta yo misma creo que de alguna forma, existen y que la magia no debe terminar nunca.




miércoles, 25 de diciembre de 2013

Navidades olvidables

Aquel año la Navidad iba a ser muy diferente. El Gobierno había decidido modificar un poco la tradición, siempre con la loable intención de velar por la salud de la economía. De esta manera, decían, se evitaba el despilfarro de días no productivos que abundaban al comienzo del invierno y de paso, se promovía el consumo en otra época del año distinta. La balanza se equilibraba.

Así, Nochebuena pasaba a ser el 24 de julio, decisión animada por la genial idea de hacer coincidir la Navidad con el Día de Santiago. No sólo se unían dos festivos en uno, sino que se conseguía que la fiesta del patrón de España fuera nacional, algo que no sucedía desde hacía muchos años.



La gente ni protestó. Al principio lo intentaron en Twitter. #Dejadlanavidadcomoestá fue trending topic unos días. Sin embargo, a la semana, cada uno volvió a sus cosas y se olvidó del asunto.

La Nochevieja no se atrevieron a tocarla, aunque hubo algún político que quiso intentarlo, modificando incluso el orden de los meses. Así evitarían que las presentadoras de las uvas se congelaran de frío con esos vestidos de noche. No le dejaron por considerar que su propuesta nos alejaba de Europa.

Hubo que tirar a la basura todas esas imágenes típicas navideñas, con su nieve y sus trineos y su Papá Noel embutido en barbas, e idear un nuevo concepto de la Navidad que tuviera sentido en pleno verano. Se convocó un concurso público y se presentaron 1.093 candidaturas. Como el Ministerio de Economía, que fue el encargado del proyecto, no disponía de personal suficiente para valorar cada una de las propuestas, llamaron a sus compañeros del Ministerio de Cultura, por entender que tendrían conocimientos adecuados para enjuiciar el valor artístico de cada candidato.

Durante dos meses estuvieron escuchando, tomando notas, preguntando, valorando y jugando con el móvil algunos, haciendo como que atendían asuntos de gran importancia. Tanto tardaron que, aunque escogieron finalmente el nuevo logo y el nuevo aspecto de Papá Noel, no les dio tiempo a imprimirlo en los Christmas, ni siquiera los chinos pudieron fabricar los disfraces ni los motivos veraniegos para el árbol. 

Decidieron dejar tal y como estaban a los personajes de los nacimientos y belenes, pues total, iban vestidos con ropas ligeras, propias del clima de la zona y de la pobreza de sus habitantes. También fue porque no consiguieron convencer al Papa para vestir a María de minifalda. No lograron siquiera reunirse con él, pues el Pontífice andaba muy ocupado en diferentes asuntos que le impedían, sintiéndolo sobremanera, recibir al presidente español.

Papá Noel hizo la operación bikini, se quitó la chaqueta y se quedó en camiseta de tirantes, previa depilación para no asustar a los niños. Se afeitó la barba y se dejó perilla, se puso un sombrero de paja en lugar de su particular gorro y cambió el pantalón por bermudas y las botas con chanclas. En lugar de trineo, venía en moto de agua. En fin, que no era ni la sombra de lo que fue. Los niños se hicieron un lío, sobre todo los que le habían conocido de su anterior época y le perdieron todo el respeto. Además, ¿cómo iba a traerles los regalos en una moto de agua? Todo el mundo sabía que el trineo de Santa podía volar pero a ver quién iba a creerse que también podía una moto de agua, ja.

Y llegó el mes de junio. La Nueva Navidad estaba a la vuelta de la esquina.

Pero... los recortes en el consumo de luz provocados por el tarifazo eléctrico impidieron que los comercios pudieran animar las compras. 

Muchos se olvidaron de la fecha y de preparar su despensa para la ocasión. 

Las empresas, las pocas que aún lo hacían, aprovecharon la coyuntura para suprimir las cestas entre sus empleados. 

Los niños, como no tenían cole, no pudieron preparar su festival de Navidad ni cantar villancicos para deleite de sus padres. 

A los centros comerciales no les dio tiempo de actualizar sus catálogos ni a las empresas jugueteras a preparar sus anuncios. Así que los niños no sabían qué regalos pedir. Muchos ni se enteraron de que era Navidad porque estaban de vacaciones en el extranjero.

La gente dejó de quejarse por la Navidad y dejó de estar triste y nostálgica. 

La gente olvidó desear lo mejor a la familia y amigos y reunirse en torno a la mesa por Nochebuena. Olvidó hacer fotomontajes con los niños, enviar chistes por whatsapp, criticar al rey por su discurso, y pedir el aguinaldo.

Fueron las Navidades más sosas, aburridas y ruinosas de todos los tiempos. Sin luces, sin regalos, sin cenas y sin buenos deseos. 

Unas Navidades "olvidables".




sábado, 21 de diciembre de 2013

Sábado de sensaciones: París también/Momento musical: Navidad

Esta semana he tenido que viajar a París por trabajo. He visto la puntita de la Torre Eiffel desde un taxi porque la mayoría del tiempo lo he pasado en mi oficina sentada around the table.

Tuve la oportunidad, sin embargo, de tirar unas pocas fotos curiosas, que una vez en mi cámara pensé:"no están mal para un sábado de sensaciones". Así que me atrevo a mostrarlas aquí, a pesar de que la gran maga de este carnaval, Bea mamá de dos, nos ha regalado muchas instantáneas de la ciudad que dejan sin aliento y que deberían retractarme de mostrar las mías por ese sentido del ridículo que me gasto. Pero, como la misma Bea dice, se trata de un carnaval de sensaciones y no de arte así que me voy a guardar mi séptimo sentido bajo el abrigo.

Editado: tras publicar este post, he visto que mis compis de carnaval unían en una sola entrada la participación en los dos carnavales que coinciden hoy. El Sábado de Sensaciones de Bea Mamá de dos, y el Momento musical de Isabel y la Isla de la Música. Ambos están "amadrinados" por La Morada de Nieves.

Así que voy a hacer lo mismo y, antes de las fotos, os dejo con un tema navideño que me encanta, All I want for Christmas is you, de Mariah Carey, interpretada por tres pedazo de artistas amantes de la música y de gran talento que, si por mí fuera, deberían ser todos ellos reconocidos. Hace unos años decidieron unir su afición en Navidades para deleitar a todos sus amigos con una felicitaciñon navideña sonora. Me encanta recibirla y disfrutar del espíritu navideño a través de sus voces. Dan muy buen rollo.

Y como la canción que os pongo es la del año pasado, os dejo a continuación la de este año que tampoco os dejará indiferentes.

Felicitación 2012

   

Felicitación 2013

 


Voilà...

Urbana

La Defense, esa zona llena de edificios de cristales donde miles de ejecutivos manejan los destinos de la economía francesa.


Urbana

La otra cara de París, no tan bonita como la que sale en las postales y revistas de los aviones. Toda ciudad tiene su lado o sus lados oscuros. Uno de los más oscuros de París en su sistema de trenes de cercanías RAR. No sólo por la fealdad de su paisaje, sino por la mala calidad del servicio que a punto estuvo de hacerme perder mi vuelo.


Momentos

La entrada a la sede central de mi empresa, plagada de árboles de Navidad, luces y color. La foto enseña sólo una pequeña parte de lo que había.




Feliz sábado de sensaciones y Feliz Navidad





jueves, 20 de diciembre de 2012

El NO Festival de Navidad del cole


A estas horas, tal día como hoy, debería estar en el cole de mis hijas como atenta y orgullosa espectadora de su función infantil. Debería estar pasando un calor insoportable, y un ligero dolor de pies, al no haber encontrado silla, pues como siempre, se nos hubiera hecho un pelín tarde. Estaría con la cámara de vídeo o con mi iphone, haciendo fotos sin parar al escenario, que luego jamás revelaría. Sufriendo al ver que el disfraz de L., como cada año, le quedaba un poco pequeño o un poco grande, o no tenía el mismo porte que el de sus compañeras, cosido a mano por sus queridas abuelas o sus hacendosas madres. Nunca se me han dado bien las manualidades, es mi asignatura pendiente. Quizá estaría nerviosa porque L.E. no paraba de moverse en el escenario y de saludar a las cámaras como si estuviera en un teatro y ella fuera la protagonista de la obra, ninguneando a la mismísima Virgen María y al Niño. Estaría con la lagrimilla que si sí que si no cuando las oyera cantar su villancico en inglés. Y ellas, felices, buscándonos a su padre y a mí con la mirada para comprobar que estábamos ahí. Que no somos como esos padres americanos de las pelis que se pierden los festivales de sus hijos o el partido de beisbol porque tienen muchas cosas que hacer en su ajetreada vida peliculera. Estaría rezando para que acabase pronto para volver a la oficina o a trabajar desde casa, para que nadie pudiera acusarme de tener mucho morro por escaquearme ese día del curro. Es que ya se sabe cómo somos las madres.

Pero hoy estoy aquí, delante de mi portátil, como un día cualquiera más. Este año no hay festival de Navidad. Los profesores han decidido que no va a haber ningún tipo de fiesta que les suponga hacer horas extra. Es su forma de protestar contra los recortes en Educación. Están en su derecho, claro que sí. Pero yo me quedo sin mis fotos y sin mis emociones navideñas maternales. Y me da pena, no os lo voy a negar.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Navidad

Después de 3 comidas/cenas festivas este fin de semana tengo varias cosas bastante claras:

1/ Es Navidad. Valga la redundancia.
2/ NO puedo usar tacones de aguja. ¿Por qué me sigo empeñando?
3/ Es más difícil dejar de beber alcohol cuando estás a dieta que dejar de comer dulces.

Ha sido un fin de semana redondo, por eso hoy es más lunes que otros. Cuesta mucho más empezar a funcionar. La buena noticia es que el viernes, siempre y cuando el mundo siga existiendo, me voy de vacaciones hasta 2013.

A mucha gente la Navidad no les gusta. Dicen que no les va el rollo consumista o se ponen tristes por la gente querida que ya no está. Antes yo pensaba algo parecido. Hasta que llegó Lucía y volví a tener ganas de Navidad. Una de las mejores cosas de ser madre es que vuelves a ser niña. Vuelves a jugar por el suelo, a disfrazarte con trapos y a esperar con ilusión a los Reyes Magos.