Leo esto en El Mundo y enseguida la mente se me va automáticamente a otros muros. Los interiores, esos muros que hacen falta previamente para ser capaces de construir aquellos escalofriantes muros de hormigón o de acero o con espinas que pueblan la Tierra.
Porque, ¿qué si no puede explicar que seamos capaces de levantar enormes paredes para separar a personas? Personas que, en principio son antagónicas, según quienes deciden construir las barreras, separando a africanos de europeos (Ceuta y Melilla), protestantes de católicos (Belfast), la "ciudad" de las favelas (Brasil), o Norteamérica de America del Sur.
La mayoría de las veces son muros separando a los ricos de los pobres. A los que viven una vida digna, de quienes tuvieron la mala suerte de nacer en el lugar equivocado. A los buenos de los malos. A los blancos de los negros. A los negros, de los aún mas negros.
Muros edificados mezclando el miedo al diferente con la ignorancia. El odio con la intolerancia. La hipocresía con la desigualdad. La tiranía con la falsa protección de nuestros intereses nacionales y, sobre todo, comerciales.
Muros que empiezan a crecer dentro de nosotros cuando, desde niños, vamos colocando ladrillos en nuestra mente para no querer saber nada (o lo que es peor, para mofarnos de su condición) de ese nuevo compañero con discapacidad que llega a clase, o que viene de un país desconocido, o que tiene la piel más oscura, o que es raro porque es chico y sabe bailar o que es chica y juega al fútbol.
Muros que se van haciendo más altos conforme crecemos y pasamos, por ejemplo, de conocer a nuestros propios vecinos porque estamos demasiado ocupados. O renunciamos a hablar de política, religión o fútbol para no liarla. O nos ponemos una venda en los ojos cuando las noticias escupen sus historias de intransigencia y rencor hacia los otros.
Yo no estoy libre de haberme creado mis propios muros. Aunque es cierto que desde que decidí ser mamá adoptiva, muchos de ellos se cayeron, como el de Berlín. Sin embargo otros quedan ahí y sé que me costará derribarlos.
El miedo al que dirán unido lo difícil que resulta renunciar a la comodidad mental que impera en nuestras vidas del otro lado del muro, son poderosas armas de contrucción masiva (de muros).
Creo que inconscientemente la mayor parte del tiempo, nos levantamos muros, por nuestras experiencias, nuestro caracter... Muchos caerán a lo largo de los años. Con amigos, con pareja... Y otros se mantendrán, como una coraza al corazón.
ResponderEliminarLo que hay que intentar es no tener ningún muro a nuestro alrededor que no nos permita ver por encima.