Sentía los ojos de todos clavados en ella y quería que la tragara la tierra. Quería decir tantas cosas a tanta gente. Quería decir cosas que hicieran reír o cosas que hicieran que todas sus "amigas" la quisieran como ella las quería. Quería gritar pero el sonido no salía de sus labios, ni de sus dedos. Sólo salía cuando escribía en privado sus cuentos, poemas y pequeñas historias.
Algo no encajaba. O era ella o era el mundo. O era todo a la vez. No sabía que había más mundos aparte de aquel en el que se movía. No lo supo hasta mucho más tarde, cuando tienes esa edad indeterminada en la que la gente no sabe cuántos años tienes, pero sabe que ya no eres joven. Hasta entonces dió tumbos en busca de un lugar donde ser, un lugar donde estar, un hueco donde permanecer tranquila, a salvo de las miradas incómodas, a resguardo de quienes no quisieron escuchar o comprender.
Supo que ese mundo suyo no estaba ahí, donde incansable lo había buscado. Sintiéndose siempre ese ser pequeñito y sin importancia. A lo mejor resultaba que sí era importante. Al menos lo era para cinco personas en el mundo y eso, parece que no, ya es todo un universo.
Y se decidió a dar el paso para llegar a la senda correcta. Aunque para ello tuviera que desprenderse de un montón de equipaje, de lo superfluo, de lo que duele, de lo que no significa, de lo que no le permite ser.
Parece mentira, un pequeño paso para algunas personas, supone todo un camino para otras. Lo bueno es que algunas si tienen la valentía de dar ese paso.
ResponderEliminarBesos especiales.