Cuando te conviertes en madre nadie te avisa de muchas cosas. Eso de dormir a intervalos de dos horas, por ejemplo. Te prometo que a mí no me lo dijeron porque quienes me conocen saben que con lo dormilona que soy, me hubiera negado a ser mamá.
Conforme tu bebé va descubriendo el mundo, tú vas conociendo uno completamente nuevo, un lugar donde los olores, sabores, texturas y sonidos difieren muy mucho de tu despreocupada vida anterior.
Y piensas: "qué bien que ya come puré" y después "qué bien que ya come trocitos" y luego "qué bien que ya come sólo" y "ya va al baño solito" y "ya no lleva pañal por las noches" y de repente "ya se ha hecho mayor que va al cole"... El cole...ese lugar que nos cuesta tanto elegir y por el que sufrimos tanto antes de entrar. Le admitirán, no le admitirán. Ese lugar lleno de niños donde nuestros hijos han de pasar la mayor parte del día sin nosotros. Ese lugar lleno de ... ¡Otros padres!
Nadie me avisó de que tendría que relacionarme con otros padres. Yo, que cuando bajo al perro (muy pocas veces porque esta tarea la delego) parezco Javier Bardem con gorro y gafas de sol para evitar paparazzis. Y claro, puedes ir con gorro y gafas durante dos o tres años pero llega un día fatídico en el que tu hija recibe su primera invitación de cumpleaños y ahí ya no te escapas. Se acabó el ir de incógnito. Se terminó escudarse en el mogollón de la salida del cole para pasar inadvertido. Llega el día D y la hora H y ahí te ves, con tu niña en medio de una piscina de bolas con montones de críos chillando y montones de padres y madres que parecen conocerse de toda la vida. Y tú sin saber a donde mirar ni con quién hablar. Un cuadro. Y encima en estas fiestas primerizas no suele haber alcohol así que no hay forma de desinhibirse.
Me estoy dando cuenta de que yo vine aquí a hablar de las relaciones de mis hijas con otros de su misma condición/edad y no paro de hablar de mí. Va a ser porque este tema de la vida social de nuestros peques va unido irremediablemente a la nuestra propia. Sus amigos van a llevarnos a sus padres y madres y más vale que nos caigan bien. Del mismo modo, nuestros amigos les van a llevar a ellos a compartir juegos con sus hijos. Todo muy bonito hasta que un día cuando cumplen diez años te dicen que no aguantan a fulanito o menganito que precisamente es el hijo de uno de los que mejor te caen a ti. El mundo al revés.
Nadie me avisó de que la vida social de una niña de seis años puede ser más activa que la de Paris Hilton. Además, cuando eres primeriza, eres de esas madres petardas que se quedan siempre a los cumples, incluso a las tardes de juegos en casa de la muy mejor amiga de ese mes. Ahora, con más cumpleaños infantiles que Teresa Rabal a las espaldas, me temo que, a punto de que mi hija pequeña cumpla los seis, seré una de esas malasmadres que deja a la niña en la fiesta y aprovecha a hacerse la manicura, irse de compras o echarse una siesta.
Sin exagerar puedo decir que hemos tenido varios meses en que cada semana había un cumple, a veces incluso dos, con el correspondiente lío a la hora de comprar el regalo, anular planes de adultos y concienciarse de que ibas a pasar la tarde entre coca colas sin cafeína, sandwiches de nocilla y decibelios de niños excitados por sobredosis de azúcar.
Con el tiempo los padres aprendemos, sobre todo las madres, quienes solemos ser quienes nos encargamos de todos estos follones. Aprendemos a celebrar varios cumples a la vez, a poner cinco euros por niño y que sean los padres del cumpleañero quienes le compren el regalo, a que haya cerveza para los mayores que se quedan y a no quedarnos (casi) nunca.
Nadie nos avisó tampoco de que nosotros tendríamos que celebrar los cumples de nuestras hijas, más allá de aquellas fiestas de nuestra infancia con los primos y vecinos del barrio. Nadie nos preparó para las ludotecas, piscinas de bolas, parques temáticos, fiestas de Monster High o Princesas.
Cada año, cuando llega el mes de octubre me echo a temblar. Tengo dos fiestas seguidas que preparar porque sus cumples sólo tienen diez días de diferencia. Y me esperan montones de tarjetas de invitación de los amigos de siempre y de los nuevos que llegan cada curso.
Lo bueno es que gracias a esas fiestas que antes tanto temía he llegado a hacer muy buenos amigos. Y que ellas disfrutan de lo lindo y es cuando empiezan realmente a estrechar lazos con los que serán sus mejores amigos el día de mañana.
Mi hija mayor este año hará por fin una celebración en petit comité, sólo con sus amigas más cercanas. La pequeña en cambio querrá invitar a casi toda la clase. Y digo casi porque a pesar de su corta edad ya tiene sus preferencias. "Mamá a este no que siempre se mete conmigo". Pues no, ea.
"Hay vida después de los seis años" es una iniciativa de Merak Luna, del blog Ciclogénesis implosiva, en la que queremos implicar al mayor número posible de blogs con el fin de hacer más visibles los problemas, experiencias y situaciones que viven las familias con niños que han dejado ya atrás la primera infancia. Hijos en edad escolar, preadolescentes, adolescentes... todos tienen cabida aquí. Si estás interesado en aportar tus experiencias sobre el tema propuesto, no tienes más que publicar bajo el hashtag #hayvidadespuesdelos6 el tercer lunes de cada mes y enlazarlos a través de "InLinkz" que encontrareis en el blog de Merak Luna y que permanecerá abierto toda la semana. Vuestros artículos se irán actualizando en todos los blogs que participamos.
En esta ocasión, varias amigas nos hablan del la "Las relaciones con los amigos" que, como podéis comprobar, dan para mucho.