Y así me fue. Mi primer amor de la infancia, que fue mi primer novio de la adolescencia, me salió rana y me dejó a los tres meses de prometerme amor forever. Fue un chasco terrible. Entré en barrena con catorce años y me pasaba el día con cara de acelga pocha y ojos de cordero degollao mirándole embelesada. Íbamos a la misma clase. Yo fui a primero de BUP, que es lo siguiente a ir a la EGB, sólo que con granos en la cara.
Con el tiempo, y gracias a los consejos de mi padre, el susodicho acabó rendido a mis pies de nuevo. Básicamente porque dejé de mirarle y aparenté un pasotismo digno de Oscar. Aunque luego volvió a dejarme tirada y así una y otra vez hasta que al final me cansé de ser estúpida y de creerme sus historias y me enamoré de otro.
Por supuesto me enamoré otra vez para siempre. Con todas las promesas y todos los futuros. El cuento de hadas.
Tropecé con la misma piedra cual animalico. El príncipe se hizo sapo y todo hizo bluf. Para volver a vestirse con las galas reales, engatusarme y desaparecer de nuevo. Y cuando ya me había desencantado del todo, regresar cual pimpinelo para que yo, toda chula, le dijera VETE y pega la vuelta.
En fin, mi vida amorosa ha sido una especie de telenovela venezolana. Y no, no voy a crear una nueva sección en el blog sobre amores y desamores, aunque me daría para un blog entero.
Con los amigos me pasa un tanto de lo mismo. Para mí la amistad es sagrada e infinita. Tal vez porque me cuesta hacer amigos, así que cuando creo que los he hecho, los intento mantener por los siglos de los siglos. Alguien dijo alguna vez eso de que los amigos son un tesoro y bla bla. Y yo me lo creí a pies juntillas. También me tragué lo de que la amistad hay que regarla y todas frases cursilonas en torno a la amistad.
Que si el verdadero amigo es el que sabe todo sobre ti, y sigue siendo tu amigo. Que si amigo no es la persona que te seca las lágrimas, sino la que evita que las derrames... Que si amigo es aquel que para las buenas viene, y para las malas lo hace sin ser llamado... Y no sigo que voy a parecerme a mi carpeta de adolescente.
Así que te puedes imaginar la de tortazos que me he pegado en esta vida. Esta manía mía de creer que todo aquel que dice ser tu amigo lo va a ser hasta el infinito y más allá. Tonta l'haba.
¿Y por qué? No creo que sea por maldad ( a veces sí) ni por estupidez (otras también).
He llegado a la conclusión, tras los años de desencantos a las espaldas, que la palabra amistad está sobrexplotada y mal dimensionada. Es como solidaridad o respeto. Palabras que se usan mucho, de forma abusiva, pero que pocas veces se utilizan de forma adecuada.
Creo que es una palabra que mucha gente no entiende y que emplea alegremente sin preocuparse de las consecuencias. Cuando hay palabras que, ya sabemos, las carga el diablo y el monstruo de las galletas.
Para mí amigos amigos amigos hay pocos. Ojo. Que no digo que todo el mundo deba tener pocos. Digo que en mi caso son pocos. Además, dentro de los amigos, hay grados. Están mis muy mejores amigos, que cuento con los dedos de una mano y los amigos. En este segundo grupo tengo unos cuantos más.
De ellos los hay grandes, muy grandes. Personas que están aquí y ahora. Incluso otras que no están, porque tanto a ellos como a mí la vida nos ha llevado por senderos distintos, sobre todo por cambios de trabajo. Estos últimos son personas con las que siempre me apetece quedar a pesar de que nunca quedemos o lo hagamos muy poco. Esos que invitaría a mi boda en caso de que me casara ahora.
Luego están otras muchas personas que aprecio, que no puedo llamar amigos porque para ello necesito tener un poco más de confraternidad y conocimiento. Tengo que saber más de ellos, conocer cosas de su día a día, haber compartido grandes y pequeños momentos, haber sentido que estaban ahí para cuando les necesitaba o tener ganas de saber de ellos y apoyarles en todo. Que se hayan preocupado por mí de verdad y yo por ellos. Y no, lo siento, esto no sucede de la noche a la mañana. El tiempo es importante.
Para terminar, están todos esos que un día fueron mis amigos, perdón, dijeron que lo eran, incluso que me querían, o que, sin decirlo, me demostraron cariño y aprecio y que se fueron yendo, esfumando, marchando. Poco a poco o de repente. Por acción u omisión. Lo mismo da. Dejándome con un palmo de narices, como mi primer príncipeazulconvertidoenrana del principio.
Por ellos he llorado, me he cabreado, he despotricado y he sentido ganas de decirles cuatro cosas. Al final me he quedado a solas con el desencanto, la desilusión y la decepción. No he tenido más remedio que pasar página.
Sí, debería haber dicho esas cuatro cosas.
Sí, debería dejar de creer en las películas de dibujos animados.
Sí, debería tomarme la vida menos en serio. Y tal vez, cambiar mi concepto de la amistad.
El problema es que no me sale. Soy medio tonta. Ya lo dije antes.